Homenotes y danzas

El fabricante de coches que se construyó un palacio en lo alto de la Diagonal

Francesc Abadal fue piloto e impulsó la que se considera primera autoescuela del Estado

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FRANCESC ABADAL SERRAMALERA

Si paseamos por la parte alta de la Diagonal de Barcelona, ​​seguramente nos sorprenderá la presencia de un palacete noucentista del todo descontextualizado de su entorno, que en su mayoría son bloques de pisos y edificios de los años setenta. Estamos hablando del Palau Abadal, en la confluencia de la mencionada avenida con la calle del Capità Arenas. Hoy en día es la sede de una entidad de banca privada, la firma italiana Mediolanum, que heredó el edificio cuando adquirió –a las albercenas del siglo XXI– la entidad bancaria Fibanc, que había sido creada por Carles Tusquets Trias de Unos años antes (1983). Pero Tusquets y su banco tampoco eran los propietarios originales del edificio, porque lo compraron en 1995 en el grupo hotelero HUSA, de la familia Gaspart. Y éstos sí habían adquirido la propiedad a los dueños originales, la familia Abadal, que cobró 450 millones de pesetas (unos 2,7 millones de euros) por la transacción en 1987.

  • Empresario de la automoción

El palacio fue construido entre 1927 y 1930 por el empresario de automoción Paco Abadal y su suegro, Joaquim Duran Albert. El primero de ellos es el personaje que aparece en el título de este artículo, aunque realmente se llamaba Francesc Serramalera Abadal (parece que invirtió el orden de los apellidos por cuestiones puramente comerciales). Si en estas páginas hemos hablado de pioneros de la automoción en Cataluña, como Arturo Elizalde Rouvier, José María Armangué Feliu o Francisco Bonet Dalmau, quien no podía faltar es el creador de la firma FS Abadal y Cía, que comercializaba automóviles con marca propia.

Los orígenes familiares de Paco Abadal, como se le conocía popularmente, hay que buscarlos en la unión entre dos alcurnias acomodadas: el matrimonio Serramalera Abadal, propietarios de la fábrica de productos del metal más importante del país. Desde muy joven podemos verlo protagonizando las primeras páginas de la prensa deportiva por su condición de estrella del ciclismo, un deporte en el que llegó a ser profesional. Más tarde, a su pasión por la velocidad se unieron los conocimientos que los estudios de ingeniería industrial le habían proporcionado, terminando metiendo la cabeza dentro de la mecánica de vehículos. Abrió un taller propio en la calle Consell de Cent que llevaba por nombre Auto-Garage Central (1902).

Pronto volvió a la competición, pero no en bicicletas, sino en coches de la marca Hispano-Suiza, una firma con la que tendría una relación muy estrecha: no sólo fue piloto, sino que dispuso de una concesión y va ocupar cargos directivos. Cuatro años más tarde de la apertura del taller, montó una escuela de chóferes que es considerada la primera autoescuela del Estado. La demanda del taller fue creciendo, y hubo que abrir sucursales repartidas por la ciudad de Barcelona (una de ellas en la plaza Letamendi, en el espacio que hoy ocupa la temida oficina de Hacienda).

El gran salto se produjo en 1912, cuando rompió el acuerdo de distribución con la Hispano-Suiza y empezó la venta de coches con marca propia, FS Abadal y Cía, gracias a un convenio con la firma belga Societé des Automobiles Imperia (marca desaparecida en 1958 y recuperada fugazmente en 2008). El proveedor belga le suministraba el motor y el chasis de sus vehículos, pero tiempo después empezó a producir piezas de diseño propio, como el radiador. Un lustro más tarde, el chasis pasó a ser también de fabricación autóctona. El éxito fue total y logró hacerse un agujero no sólo en el mercado peninsular, sino también en el continente europeo. Tras la obligada pausa por la Primera Guerra Mundial (los belgas no le abastecían de piezas), volvió a la producción con mucha fuerza, ahora como Imperia-Abadal. Pero la nueva coyuntura también trajo más competencia (Ford se instala en Barcelona en 1929 y General Motors, en 1933), por lo que tuvo que buscar nuevos compañeros de viaje; de esa situación nació la marca Abadal-Buick, fruto de un acuerdo con la firma americana.

La historia de Abadal como fabricante de coches acabó con la Guerra Civil y con su exilio temporal en Italia, de donde volvió al final del conflicto bélico, para morir en Barcelona el 16 de diciembre de ese año . Por cierto, antes de habitar el Palau Abadal, el matrimonio Abadal-Duran habían sido uno de los primeros inquilinos de un piso en la Casa Milà, más conocida como La Pedrera.

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