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Moda y política

El 'fachaleco': el arma estética de las derechas

José María Aznar con una de estas prendas
21/01/2025
3 min
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Yo soy del parecer que, cuando hace frío, no quiero dejar los brazos al descubierto. Por eso, a menudo la incomprensión me asalta cuando veo gente por la calle en pleno invierno con chalecos de anorak, asegurando que se va la mar de calentito. Pero... ¿no lo estarían más si les cubrieran también las extremidades?! Lo mismo ocurre con los donuts, que, a pesar de ser muy buenos, aún serían mejores si no nos escatimaran el agujero. Una incomprensión, la mía, compartida por Lorraine en el filme Regreso al futuro, que presupuso que Marty McFly trabajaba en el puerto, por el hecho de confundir su chaleco con un salvavidas.

Cayetano Martínez de Irujo

En Occidente, el chaleco nace en el siglo XVII, como parte de la evolución del terno masculino, integrado por el pantalón, el chaleco (antiguamente dicho chaqueta) y la chaqueta (antiguamente dicha casaca). Este conjunto evolucionó por la necesidad de crear una indumentaria distinta para la nueva clase dirigente: la burguesía. A finales de siglo, la casaca siempre se llevaba puesta, salvo que un ambiente de confianza permitiera descansar del protocolo. Debajo iba la chaqueta, que sólo se advertía por la estrecha franja frontal que dejaba la casaca entreabierta. Con el tiempo, para ganar comodidad y ahorrar recursos, realizaron las mangas con materiales más pobres para, finalmente, acabarlas eliminando. Por qué gastarse dinero con unas mangas que nunca veían la luz del sol, al igual que no decoramos la parte del árbol de Navidad que toca en la pared. Y de este modo, la chaqueta dio paso al chaleco, manteniendo una espalda también hecha con tela de forro más vulgar, precisamente porque esa zona tampoco estaba pensada para ser vista.

Bertín Osborne con chaleco

Ciertamente, los hombres, obligados en muchos casos a vestir con un traje sastre durante la semana por imperativos profesionales, están condenados a sufrir calor en verano y frío en invierno. En el último caso es cuando el chaleco plumífero, pensado como prenda interior y no exterior, adquiere todo el sentido. Además de abrigar, rompe la seriedad y moderniza la tradicional indumentaria masculina. Sin embargo, si bien muchos hombres habían encontrado la solución a sus problemas, las derechas políticas escribieron un último capítulo a esta pieza, rebautizada como fachaleco, cuando la secuestraron como elemento esencial de su estética. Juanma Moreno Bonilla, en plena campaña electoral para la presidencia de la Junta de Andalucía, hizo del chaleco un signo de orgullo castizo, hasta el punto de estampar eslóganes como "Juanma Moreno presidente" o "Garantía de cambio", además del logo del PP.

Dentro del mismo partido, tampoco escapan expresidentes como Pablo Casado o Mariano Rajoy, que tanto le llevaba debajo de los trajes sastre como para "correr" con su entrenador personal. Rodrigo Rato lució esta prenda al entrar en prisión y Bertín Osborne, cuando aparca el estilo country, también es un fiel del fachaleco, tanto para montar a caballo como para tomar un fino o encender sin éxito la vitrocerámica. Además de Albert Rivera, Santiago Abascal, líder de Vox, también les luce con orgullo sobre camisas de su marca favorita, El Capote. Unos tintes taurinos que acaban derramandose en el chaleco, en manos de insignes usuarios como Francisco Rivera, paralelamente a los dejos monárquicos con usuarios como Cayetano Martínez de Irujo o la misma familia real.

El fachaleco tanto hace alusión al chaleco plumífero como al acolchado con rombos derivado de la chaqueta Husky; una chaqueta que conecta claramente a quien la lleva con el mundo elitista de la hípica y la caza. Y es que ahora mismo el fachaleco ha quedado encapsulado dentro del conservadurismo político, el triunfo vital entendido en términos económicos y el privilegio social. manos de marcas como Uniqlo, aporta practicidad y modernidad al limitado armario masculino. Pero en todo caso, en España habrá que hacer intensos. esfuerzos de marketing para liberarla de la caspa conservadora, a fin de que el chaleco quede liberado de su prefijo.

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