Florentino, el poderoso constructor que reina en el fútbol pero fracasó en la política
El magnate madrileño intentó crear un nuevo partido liberal español y no salió adelante en las urnas
BarcelonaNo cabe duda de que lo vivido en los últimos días en el fútbol español es un verdadero golpe de estado, que ha terminado subvirtiendo el orden establecido hasta ahora, con retiradas de sanciones y purgas a árbitros incluidas. De la misma forma que los urdidores del golpe de estado del 23-F querían provocar una causa excepcional (el llamado SAM, o “supuesto anticonstitucional máximo”) para poder intervenir y colocar un gobierno multicolor encabezado por el general Armada, el Real Madrid ha creado una crisis con uno de los temas más sensibles actualmente, el racismo, para instar un cambio al sistema arbitral para que dejen de ocurrir hechos indeseables –como que el Barça gane la Liga– y se vuelva al orden natural, que no puede ser sino el de las victorias blancas. A Florentino, crear realidades paralelas le gusta mucho.
Cuando en 1982 el empresario catalán Bartomeu Parera renunció a apoyar a Florentino y sus dos socios en la compra de Construcciones Padrós, el trío madrileño no se desanimó y continuó adelante con su proyecto de hacerse ricos. No sólo compraron la constructora catalana, sino que después tomaron el control de Ocisa. Como Florentino no era lo que más sabía –el título de ingeniero de caminos le sirvió más para hacer networking que para poner el pie en las obras– siempre se rodeaba de alguien con conocimientos, primero Juan Torres Piñón (que con el tiempo se convertiría en padre de un arquitecto estrella) y después Jesús Roa Baltar. Pero cuando el trabajo estaba realizado, estos apoyos acababan desapareciendo del universo Florentino, que nunca ha estado muy dispuesto a compartir el éxito.
La tercera operación corporativa fue la mayor, dado que se fusionaron con la compañía de la familia March, Ginés Navarro, para formar un gigante de la construcción que fue bautizado como ACS. La familia mallorquina compartió accionariado con Florentino durante un tiempo, pero acabaron saliendo, no muy satisfechos con las formas de hacer del magnate madrileño.
Si la actividad constructora le ha proporcionado una gran fortuna, lo que le ha dado fama internacional ha sido la presidencia del Real Madrid. En un mundo selvático como el del fútbol, Florentino se mueve como pez en el agua. Su reinado en el club blanco está dividido en dos etapas, una que se prolongó de 2000 a 2006, marcada más por el gigantismo que por los buenos resultados, y la actual, iniciada en el 2009. Lo que ha quedado patente a lo largo de su mandato es la obsesión por controlarlo todo, una acción muy palpable respecto a los medios de comunicación, pero que también afecta –como vemos estos días– a las propias competiciones.
En cuanto a los medios, hay miles de ejemplos, pero podemos constatarlo de manera sencilla observando aquellos casos en los que un escándalo afecta a un jugador del Real Madrid: ningún medio se atreve a difundir imágenes con la camiseta blanca, sino que hacen todo tipo de curvas para mostrarlo con el equipamiento de la selección nacional o de algún equipo donde hubiera jugado antes. Esa obsesión de los entendidos en comunicación que dice que nunca te relacionen con una mala noticia y que el presidente del Real Madrid sigue al pie de la letra. En este ámbito del control de los medios, en la primera etapa jugó un papel clave Antonio García Ferreras, al que muchos espectadores recordarán por sus apariciones en La Sexta, pero que por aquel entonces fue el autor de comunicados durísimos contra el Barça , además de ideólogo del concepto Villarato, una supuesta trama federativa para ayudar al club catalán.
Un poco recordado es la aventura política del magnate de la Castellana, cuando formó parte de un experimento de matriz catalana que acabó en fracaso absoluto. La creación del Partido Reformista Democrático fue un intento de fabricar un partido con el aura de Convergència, pero destinado al público español. Estaba Miquel Roca Junyent, pero también Florentino Pérez. El ridículo electoral llevó a enterrar la idea para siempre.
Para quien tenga alguna duda, Florentino es el máximo representante del falso liberalismo español, es decir, aquellos sectores empresariales a los que les molesta la regulación, pero que hacen negocios a la sombra del poder y del BOE, con el caso Castor –aquell infausto almacén de gas natural– como exponente visible de su forma de hacer. Seguramente Florentino no es ni mucho menos el más listo, pero es más listo que sus adversarios (di Barça, di prensa catalana) y, en definitiva, eso es lo que cuenta.