Homenotes y danzas

El fugaz presidente de Fomento que quería reducir la jornada laboral

Eduard Calvet fue un empresario del algodón y político catalanista que dirigió a la patronal sólo un año

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Eduard Calvet i Pintó

Durante un buen puñado de años, en el número 48 de la calle Casp, en Barcelona, ​​podíamos encontrar uno de los mejores restaurantes de la ciudad, el Casa Calvet. Hoy en día, en el mismo sitio hay un restaurante asiático, el China Crown Barcelona, ​​que disfruta como carta de presentación del hecho de estar ubicado en una finca diseñada nada menos que por Antoni Gaudí. La construcción fue encargada por la familia Calvet al genial arquitecto del Baix Camp, y en 1900 –cuando la obra finalizó– ganó el premio al mejor edificio de la ciudad. Su función no sólo era residencial, sino que en la planta baja instalaron las oficinas y el almacén de la empresa algodonera de la que eran propietarios.

¿Pero quiénes eran estos Calvet, que podían permitirse contratar a Gaudí para una obra familiar? Como hemos avanzado, su fortuna procedía del algodón, algo muy frecuente en este país. El patriarca, Pere Calvet, había heredado una fábrica textil de su padre en Vilassar de Dalt, a la que la tercera generación –nuestro protagonista y sus hermanos– añadió las de Camprodon (Ripollès) y Orís (Osona), aprovechando el curso del Ter como fuente de energía. Los Calvet, originarios de Francia, se habían emparentado con las principales familias de Vilassar a finales del siglo XIX, justo cuando su vapor era de los tres más importantes de la localidad, junto a los de las familias Vives y Mañé.

En pocos años, Eduard Calvet hizo una carrera muy sólida, tanto en el mundo empresarial como en el institucional: por un lado, gracias a su impulso, la empresa familiar llegó a los 700 trabajadores, y, otra, en 1911 presidió el VIII Congreso Algodonero Internacional, que se celebró en Barcelona. De hecho, Calvet solía representar al colectivo de algodoneros españoles en la Federación Internacional Algodonera (1904), la principal institución del sector en el ámbito internacional. Un año después de ese congreso fue elegido presidente de la organización patronal Foment del Treball.

Como era habitual por aquel entonces, también puso un pie en la política, donde tuvo una rápida evolución desde posiciones conservadoras hasta el republicanismo catalanista. Había comenzado con el cargo de vicepresidente de la Liga Regionalista (1906), pero dos años más tarde protagonizó una escisión por formar el Centro Nacionalista Republicano, acompañado de grandes personajes como Ildefons Suñol Casanovas (empresario del azúcar y tío de Josep Suñol Garriga) y Jaume Carner Romeu. En 1910 dio un paso más para integrarse en la Unión Federal Nacionalista Republicana (UFNR), de carácter catalanista y de izquierdas. El órgano del partido era el diario El Pueblo Catalán, del que Calvet fue presidente. La carrera política le llevó a ser diputado en Madrid entre 1907 y 1910, y senador entre 1914 y 1915. Uno de los últimos cargos que asumió fue el de miembro de la junta municipal de la UFNR en enero de 1915 .A partir de ahí, empezó a desaparecer de la primera línea del activismo, probablemente por la enfermedad que le asoló en los últimos años de su vida.

Político y empresario catalanista

Como prueba de su compromiso con el país, presidió la Asociación Protectora de la Enseñanza Catalana, una institución pedagógica fundada por Flos i Calcat en 1898 que tenía por objetivo modernizar el sistema educativo del país. Hay que decir que mientras ocupaba el cargo de presidente de Fomento apoyó las reivindicaciones obreras relativas a la reducción de la jornada laboral, lo que le proporcionó muchos quebraderos de cabeza con el resto de empresarios. Al que algunos medios habían bautizado como “prestigioso y catalanísimo economista”, la presidencia de Foment sólo le duró un año.

Con una sincronía sorprendente, en dos días consecutivos desaparecieron dos figuras fundamentales del catalanismo político del momento: el primero de agosto de 1917 moría el presidente de la Mancomunidad de Cataluña, Enric Prat de la Riba, mientras que al día siguiente moriría nuestro protagonista. Tenían 46 y 42 años respectivamente. Por cierto, Eduard Calvet tiene una calle dedicada a su villa natal de Vilassar de Dalt, pero, en cambio, la calle Calvet que hay en la ciudad de Barcelona no tiene nada que ver con su familia.

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