Homenotes y danzas

La historia de William C. Durant: de fundar General Motors a malvivir con una bolera

El empresario se vio obligado a irse en dos ocasiones del gigante estadounidense del automóvil

William Crapo Durant.
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En 2009, cuando los efectos de la crisis financiera del año anterior todavía se iban multiplicando por todos los rincones de la economía mundial, se produjo un hecho histórico dentro de la industria norteamericana: la quiebra de la empresa más emblemática de la cultura automovilística de Estados Unidos, la General Motors. En ese momento el gigante de Detroit era el propietario de una gran panoplia de marcas, entre ellas algunas muy conocidas, como Opel, Saab, Chevrolet, Daewoo, Pontiac y Cadillac. Las inyecciones que recibió General Motors del gobierno de Obama para evitar el colapso superaron los 50.000 millones de dólares. En ese momento se cumplían 101 años de la fundación de la compañía.

A finales de la década de los setenta del siglo XIX, William Crapo Durant, tras dejar los estudios inacabados, tuvo sus primeras experiencias laborales, inicialmente en la empresa de madera de su abuelo millonario y más tarde realizando tareas comerciales diversas, actividad para la que mostraba un gran talento. En 1886, con sólo 17 años, con ayuda de un socio y un pequeño préstamo bancario, montó una empresa de carruajes que pronto sería líder en el país y le daría grandes beneficios. El dinero ganado le permitió comprar un fabricante de coches que tenía bastante éxito de ventas pero con algunos problemas financieros.

Se trataba de Buick, que había fundado David Buick en 1899. No fue la única factoría de automóviles que adquirió porque algunas compras más (Olds Motor, Maxwell-Briscoe) le permitieron agrupar todo el negocio bajo un único fabricante nacido en 1908, la General Motors. Poco después, aún añadió a la cartera de marcas Oakland Motor (la futura Pontiac), Cadillac (uno de los fabricantes líderes del país) y hasta 30 pequeñas empresas. Tanta compra produjo una digestión muy pesada en las cuentas de General Motors, por lo que los números empezaron a no salir. A pesar de ser el fundador y alma mater de este nuevo holding, los malos resultados obligaron a Durant a plegar de General Motors y empezar una nueva aventura.

En esta tesitura, el destino del emprendedor del motor le llevó a fundar una nueva marca, Chevrolet (el apellido de su socio en el proyecto). Tuvo un éxito tan acelerado que pronto pudo recomprar su participación en General Motors y volver a dirigirla. Esto ocurría en 1915, pero cinco años después las dificultades económicas resultantes de la Primera Guerra Mundial provocaron una segunda salida de GM, una situación que aprovechó para crear la Durant Motors. Con 60 años volvía a empezar.

Por cierto, durante su segunda etapa en GM se produjo la entrada en la compañía de un ejecutivo que haría historia, Alfred P. Sloan, de quien ya hablamos en una ocasión anterior. Su incorporación fue el resultado de la compra por parte de GM de la firma de componentes de automoción Hyatt Roller Bearing, de la que Sloan era presidente y máximo accionista. Desde 1920 General Motors quedó en manos de Pierre du Pont, miembro de una familia muy poderosa (hace un par de años hablamos de su antepasado Éleuthère du Pont de Nemours), de Samuel McLaughlin (socio de Durant en los inicios) y del propio Alfred P. Sloan.

El impacto del Crac de 1929

A lo largo de la última etapa de su vida profesional, Durant tuvo más perfil de inversor financiero que de empresario. Su suerte se dio la vuelta al famoso jueves negro de 1929, el 24 de octubre de ese año, cuando Wall Street se derrumbó y liquidó gran cantidad de patrimonios. En realidad, el derrumbe del mercado no se produjo en un solo día, sino que las caídas habían comenzado a manifestarse durante el mes de septiembre y desembocaron en una fecha clave como el citado jueves negro, pero que continuaron con un lunes negro y uno martes negro.

Durante el derrumbe, algunos inversores mediáticos, como los Rockefeller o el propio Durant, intentaron actuar de contrafuertes del mercado mediante la compra de grandes paquetes de acciones, pero la fuerza de la caída superó todos los esfuerzos y provocó la ruina del fundador de General Motors. Según las crónicas, a nuestro protagonista se le volatilizaron 90 millones de dólares.

Durante los últimos años Durant los vivió gracias a una pensión que le proporcionaron los propietarios de GM, además de intentar montar pequeños negocios para sobrevivir, como una bolera que pretendía expandir por todo el país y un autorestaurante. La salud tampoco le acompañó, porque a los 80 años sufrió un ictus que le dejó muy mermado y ya no se recuperó. Murió en la ciudad de Nueva York a las puertas de la primavera de 1947. El libro The deal maker, de Axel Madsen (1999), retrata su agitada vida.

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