"Hay un turno en el que me quedo sola en la cocina con ocho internos"

Así es el día a día de los cocineros en las cárceles catalanas

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Una persona trabajando en la cocina de la cárcel de Mujeres de Barcelona.

TarragonaEn prisión el primer turno de cocina comienza a las siete de la mañana y debe garantizar que todos los desayunos estén servidos una hora más tarde. No vale distraerse. Los compañeros de la noche anterior ya han dejado buena parte del trabajo realizado, pero no es fácil organizar todos los desayunos, sobre todo cuando hay cerca de 1.300 reclusos, como ocurre en Quatre Camins. Después es necesario preparar el almuerzo, que se servirá puntualmente a las 12 horas. Ese mismo turno, que es el turno en el que hay más trabajadores, deja algo adelantado la cena, que servirán a los compañeros de la tarde a las seis en punto.

"Si te gusta el trabajo, es apasionante. Ahora, te aseguro que se trabaja, y mucho", explica Lluís [nombre ficticio], que es cocinero en la cárcel de Lledoners. El último turno, además de servir la cena y preparar el desayuno, es el que se encarga de dejar la cocina como patena. "Hay productos químicos que no pueden entrar de ninguna manera en la cocina mientras hay comida. Sólo se pueden utilizar cuando ya no se está cocinando", explica este cocinero, que insiste en que la seguridad alimentaria en las cocinas de las prisiones es una norma inviolable. "Si los controles que pasan aquí los hicieran en los establecimientos que están fuera, muchos deberían cerrar", asegura.

Después de siete años trabajando en diferentes cocinas de centros penitenciarios, Lluís está más o menos satisfecho. "Yo aconsejaría a los amigos que vinieran a trabajar", dice. Eso sí, además de saber manejar los fogones y tener la capacidad de organizar comidas para los 800 reclusos que hay en Lledoners, hay que tener mucha mano izquierda. "Yo hago de poli bueno y me funciona. Contamos con grupos de trabajo de unas 20 personas. Es complicado, pero, según mi experiencia, si los tratas con respeto, te lo devuelven. También lo tengo más fácil porque soy hombre", admite.

Elsa [nombre ficticio], en cambio, es una mujer. También es cocinera en la cárcel de Lledoners y, como Lluís, ha pasado ya por diferentes centros penitenciarios: "Soy mujer en un mundo machista, en medio de una población con un perfil de agresores sexuales y muy machistas. Me han pasado muchas cosas y he pasado miedo", reconoce. Si un interno no trabaja bien o falta al respecto, puede recibir una amonestación del cocinero. En la tercera amonestación se juega "perder el destino", es decir, perder la trabajo temporalmente La decisión final de esta suspensión la toma la Junta de Tratamiento, que está liderada por el director del centro y formada por psicólogos, educadores, juristas y otros profesionales, pero las consecuencias las paga el cocinero que ha amonestado al recluso. BK_SALTO_LINEA~ "Una vez denuncié a un interno con un informe y lo trasladaron a la lavandería, que estaba junto a la cocina. Un día picó en la puerta que nos separaba y el funcionario, aún no entiendo por qué, le abrió y el hombre entró en la cocina y se me encaró con gritos de «a ti qué te pasa, hija de puta?». Desde entonces, antes de tramitar una amonestación, Elsa se lo piensa dos veces. "He dejado de hacer amonestaciones por miedo a lo que pudiera pasarme", reconoce. La falta de personal provoca que, a menudo, los cocineros estén solos y esto puede hacer respeto. "Por la mañana está la cocina llena, pero en el turno de tarde me quedo sola con ocho internos", dice.

Formación especial

Para trabajar en la cocina de una prisión es necesario que te contrate el Centro de Iniciativas para la Reinserción (Cire), que es la empresa pública que emplea en los centros penitenciarios, tanto a los reclusos como a cocineros o técnicos de formación profesional . Entre los méritos para ocupar una plaza en la cocina –actualmente se busca un cocinero para Wad-Ras– es necesario tener experiencia en el sector de la restauración y se da puntuación extra por tener alguna titulación. También se valoran los conocimientos en informática y en otras lenguas, además de la catalana, pero no existe ningún requisito que obligue a tener alguna formación en resolución de conflictos o trabajo en equipo. De hecho, ambos testigos, además de las fuentes sindicales consultadas, denuncian que, una vez dentro, no hay formación en estos campos tan necesarios, ya que existen situaciones de tensión que hay que saber gestionar. A partir de las peticiones, el Cire ha ofrecido algún curso puntual en este campo, pero "la mayoría de los trabajadores ni sabían que se hacía", denuncia Elsa.

El salario de estos profesionales está por encima de la media. El sueldo base son unos 1.200 euros, pero existe un plus por peligrosidad de unos 300 euros y otro por trabajar en una cárcel de otros 200 euros. En total son 14 pagas de unos 1.700 euros. Aún así, la dificultad y la peligrosidad de este puesto de trabajo quedan fuera de duda. "No está suficientemente pagado para el riesgo que corremos y el trabajo que hacemos", dice Elsa. También reconoce que es necesario estar hecho de una madera especial. "Es un trabajo en el que nunca puedes bajar la guardia porque no sabes quién tienes delante. Nunca sabes qué delito han cometido", dice.

A raíz del asesinato de Núria, la cocinera de la cárcel Mas d'Enric, el Cire ha anunciado mejoras laborales inmediatas, pero entre los trabajadores existe cierta sensación de abandono. "Es nuestro colectivo el que ha sufrido esta desgracia. Y al día siguiente tuvimos que ir a trabajar, sin poder hacer ni el duelo. Nadie nos ha dicho nada", lamenta Elsa.

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