Proceso soberanista

Cuando el independentismo empezó a silbar a sus dirigentes

El silbido a Forcadell es el último episodio de un malestar que crece desde la investidura fallida de Puigdemont

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Horca dell, al escenario del Arco de Triunfo

BarcelonaLa expresidenta del Parlament y de la ANC, Carme Forcadell, se había escapado hasta hace dos semanas de los silbidos que se han proferido en las últimas manifestaciones independentistas contra ERC. En el acto de los cinco años del 1-O, sin embargo, no los pudo esquivar. El silbido a Forcadell se sumaba al que sufrió la delegación republicana en el Fossar de les Moreres la vigilia de la Diada, donde también fueron abucheados dirigentes del PDECat y tildados de "traidores" –por un grupo muy reducido– el secretario general de Junts, Jordi Turull, y el ex conseller Josep Rull.

El malestar las bases independentistas ha ido creciendo por la parálisis del Procés y ha provocado que en los últimos tiempos hayan sido abucheados unos cuantos de sus dirigentes, especialmente los republicanos a raíz de su estrategia de negociación con el Estado. Antes del Procés también se oían abucheos entre independentistas, sobre todo contra dirigentes de CiU por parte de simpatizantes de ERC (y de Esquerra hacia la JNC) y también contra dirigentes republicanos desde espacios de la izquierda independentista. Pero la tensión distaba mucho de la que hay ahora.

El politólogo Jaume López atribuye el clima actual a la falta de un espacio unitario del independentismo en el que confluyan las diferentes estrategias: "Hay dos marcos interpretativos y dos visiones estratégicas en el independentismo post 1-O –contraposición entre naciones y construcción social de una república– y no han encontrado un espacio o un liderazgo que permita hacerlos complementarios". "Sin este espacio, la desavenencia se polariza a través de las redes y se carga de emocionalidad ", añade.

El profesor de ciencias políticas de la UPF lo ve como un proceso natural: "Es habitual que una situación de retirada o standby contribuya a amplificar las diferencias y tensiones [...]. Todos los procesos políticos de largo recorrido pasan por fases y el desconcierto y las tensiones internas, incluso las escisiones, son típicas de momentos de repliegue".

Punto de inflexión

La investidura fallida de Carles Puigdemont el 30 de enero de 2018 marcó un punto de inflexión en este sentido. "La no aplicación de la DUI también es un punto importante, pero este hecho [la no investidura] hizo crecer las heridas del 2017", asegura el politólogo Toni Rodón. La decisión de Roger Torrent de suspender el pleno generó fuertes tensiones entre las fuerzas independentistas que se reprodujeron en la calle. Si los diputados de Junts y de la CUP fueron aplaudidos por los manifestantes que estaban fuera del Parlament, muchos de los cuales con caretas de Puigdemont, representantes de ERC, como Sergi Sabrià y Alba Vergés, fueron abucheados. Las heridas de ese día continúan abiertas entre los hasta hace poco socios de Govern y también entre parte del movimiento de base, que considera que ese día se enterró definitivamente el Procés.

Meses más tarde, en el primer aniversario del 1-O, el entonces ya president Quim Torra, y también Torrent, recibieron un fuerte silbido al final de una manifestación en la que se exigía levantar la DUI con llamamientos a dimitir si no optaban por la desobediencia. Y por la mañana, en un acto en Sant Julià de Ramis, Torra ya había sido recibido por los CDR con una pancarta con el lema "El pueblo manda, el Govern obedece", disgustados con el rumbo de la legislatura. El malestar crecía.

López opina que es "una suma de situaciones" las que han permitido "visualizar las diferencias" sin que haya "ningún reto, espacio o liderazgo" que permita resaltar que se puede "actuar con firmeza ante el Estado y buscar la complicidad de actores que no participaron del 1-O". Y el partidismo de dos fuerzas como ERC y Junts que "compiten electoralmente" también es, subraya, un obstáculo para buscar puentes de entendimiento.

De hecho, la tensión se trasladó a los ayuntamientos con las elecciones municipales de 2019. Como Sant Cugat del Vallès, donde parte del público abucheó con gritos de "155, 155, 155" y "traidores" a la republicana Mireia Ingla y a la portavoz de la CUP, Núria Gibert, por su pacto con el PSC para desbancar a Junts después de tres décadas de dominio convergent en uno de los feudos históricos de la formación. 

A las puertas de unas nuevas elecciones locales, Rodon subraya que la apuesta de Junts por "una oposición más agresiva ahora que ya no tiene el incentivo de estar en el Govern y no se tiene que contener" hará "crecer la tensión" en la calle. "Cuando las élites políticas se pelean, esta disputa se traslada a la calle", expone el politólogo, que augura que en las próximas encuestas la tolerancia entre los votantes de las dos formaciones "irá a la baja". Los diferentes actores del independentismo, sin embargo, ya hace mucho tiempo que se miran de reojo.

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