Homenotes y danzas

La leyenda de 'Mister five por cien'

El petróleo le convirtió en el hombre más rico del mundo durante los años 50 y su colección de arte era una de las más importantes del mundo

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Calouste Gulbenkian 1869-1955

Ya hace más de una década y media que en Cataluña la expresión "tres por ciento" se ha convertido en cultura popular y motivo recurrente en broma y caricatura de la política local. Pero hay que saber que mucho antes existió un hombre, reconocido en todo el mundo, que tenía por apodo Mister five por cien : era el armenio Calouste Sarkis Gulbenkian, también conocido como el rey del petróleo. Más adelante veremos el porqué, del mote, pero antes fijémonos en su peculiar trayectoria vital.

De entrada debemos decir que lo hemos definido como armenio, pero hay que saber que nació en el entonces Imperio Otomano, que tenía nacionalidad británica desde la treintena y que en los últimos años de la vida los vivió en Portugal. No resulta de más indicar que a mediados de los años 50 era considerado la primera fortuna del mundo. Como su padre comerciaba con petróleo gracias a los pozos que tenía en Bakú (la actual capital de Azerbaiyán), al joven Gulbenkian le enviaron a estudiar ingeniería petrolera en el King's College de Londres, donde resultó ser uno de los mejores alumnos .

Después de pasar por Egipto huyendo de una de las persecuciones periódicas contra el pueblo armenio, se estableció en Londres con la familia, donde empezó a hacer grandes negocios y donde aprendió aspectos clave de lo que hoy definiríamos como corporate finance. Uno de esos grandes negocios fue su colaboración en la fusión (1907) entre la británica Shell y la neerlandesa Royal Dutch, de la que quedó como uno de los principales accionistas. En esa época nacería el mencionado apelativo de Mister five por cien, no por las comisiones sino por su política de mantener un 5% de las acciones de todos los negocios en los que se implicaba, y sobre todo por el porcentaje que atesoraba de la naciente Iraqi Petroleum, la compañía destinada a explotar la ingente reserva de petróleo acumulada en el subsuelo de la antigua Mesopotamia.

Esta firma era la sucesora natural de la Turkish Petroleum Company desde el desmenuzamiento del Imperio Otomano. Si en el período 1912-1914 la figura de Gulbenkian fue clave en la estructuración del sistema petrolero de ese territorio, propiciando acuerdos entre los múltiples inversores existentes (Royal Dutch-Shell, Banco Nacional de Turquía, Deutsche Bank, etc.) , una vez terminada la Primera Guerra Mundial su sombra volvería a aparecer para definir un nuevo acuerdo -conocido como el pacto de la línea roja- para dar cabida a los actores de la nueva geopolítica internacional. Eso sí, pese a que el rompecabezas del negocio del crudo se recomponía, él mantuvo, invariable, su pedazo de pastel del 5% del petróleo local.

Con la fortuna consolidada se fue retirando del mundo frenético de los negocios para asomarse al coleccionismo de obras de arte, una de sus grandes pasiones. Antes de llegar a la cincuentena acumulaba ya más de seis mil piezas correspondientes a todas las épocas de la historia de la humanidad. Todo ello acabó canalizando a través de su fundación privada, que como veremos fue su principal heredera y que hoy acumula un patrimonio superior a los 3.000 millones de dólares. Dado que la relación con su hijo Nuba no era especialmente buena -el padre llegó a ser demandado por un importe millonario porque su compañía se había negado a sufragarle un menú de cuatro dólares y medio mientras era empleado-, el grueso de la fortuna le dio en herencia a su propia fundación, la Calouste Gulbenkian, creada en 1953 y con sede en Portugal.

De entre sus excentricidades, se explica que durante mucho tiempo tuvo un médico personal que le acompañaba a todas partes y que era retribuido generosamente. Pero cuando la salud de Gulbenkian le obligaba a hacer reposo, era el médico quien debía abonarle un importe diario mientras no se recuperara. Viendo su biografía, podría parecer que Gulbenkian logró todo lo que se propuso en vida, pero en realidad fracasó en un objetivo muy curioso que tenía entre ceja y ceja: quería superar la longevidad de su padre, que murió a los 105 años. No salió adelante y se quedó en 86 y medio.

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