El jueves, la plataforma 3Cat estrenaba Love cost, uno dating show de estar por casa. El aspecto estrictamente formal del programa es más propio de una televisión de segunda línea que de una televisión nacional. Parece hecho con un zapato y una alpargata. Lo que llama la atención a primera vista es el decorado, limitado a una especie de módulos y piezas deatrezzo distribuidos en un espacio industrial desangelado que transmite frialdad y una cierta desolación anímica. Nada más triste que ir a mendigar amor en un espacio tan poco confortable, de paredes de hormigón, mal pintadas y con chorreos de humedad. Más que sugerir la atmósfera romántica de una cita a ciegas, o el calor de un concurso televisivo en el que divertirse, el espacio parece el ideal para la escena de un crimen disimulado con cuatro plásticos de colorines. Núria Marín, la periodista especializada en prensa del corazón, aporta la dosis de calidez diciendo “carios” a los concursantes, fingiendo magistralmente una implicación emocional y exhibiendo una excitación que arrastra a los participantes. Su actitud combina la ternura de una amiga que quiere lo mejor para ti y la afectación melindrosa de una vecina indiscreta que se te mete en casa para criticarte después.
La dinámica del juego es más difícil de contar que de ejecutarse. El concursante principal que va en busca de una pareja tiene la opción de elegir entre cuatro candidatos. Dos de ellos también buscan el amor (Love) y los dos otros juegan secretamente por el premio económico (Coste) sin ninguna intención de establecer un vínculo cariñoso. Tras varias pruebas para comprobar la sintonía, el concursante irá eliminando a candidatos hasta escoger el predilecto. De por medio, brindarán con cerveza de forma forzada para dar los quince segundos de gloria al patrocinador de siempre. Una vez elegido el candidato definitivo, éste pasa a revelar su objetivo verdadero mostrando el símbolo del corazón o del euro. Si triunfa el amor, ganan un viaje y si la intuición ha fallado, el candidato farsante se lleva 3.000€.
El concurso funciona a medias. Es mejor el juego de la mentira que la consumación de la pareja. Es más entretenida la parte de intentar descubrir quién está fingiendo que la emoción para que triunfe el amor. Y es que hay algo en Love cost que hace que no te acabes de creer la verdadera intención de encontrar pareja. Todo parece una puesta en escena. Incluso quienes aseguran ir con el corazón en la mano parecen parte de un montaje para hacer efectiva la producción. No hay mucha exposición emocional de los protagonistas ni demasiado espacio para la seducción que garantice aquellos momentos de vergüenza ajena que hacen que First fechas triunfo. Lo que es un acierto es incluir la diversidad de opciones sexuales en los concursantes, también presentando candidatos masculinos y femeninos a la vez rivalizando por el propio concursante.
Como a dating show, Love cost es bastante discreto. Pero parece la confirmación de que la plataforma digital es también la excusa perfecta para incluir formatos algo tronados. Una tele low-cost que desenamora.