«Tengo a mi madre con cáncer, vengo a pedir ayuda al 'Santet'»: la historia más curiosa de cementerio de Poblenou
Muchas personas siguen pidiendo milagros en la tumba de Francesc Canals, un trabajador de almacenes muerto en 1899 con 22 años
Barcelona"Tengo a la madre enferma", dice Omar, vecino de Mina, mientras deja el cementerio de Poblenou. Omar, de 23 años, es un gitano con ganas de salir adelante. “Los médicos dicen que es un cáncer de los bonos, no de los villanos. Pero por si acaso le pido ayuda al Santito. No tengo claro si funciona, pero mi abuela siempre decía que nos ayudaba. No pierdo nada”, añade. Sonríe y marcha. La leyenda dice que si pides un favor a Santet, debes alejarte de su tumba por la derecha y sin seguir los pasos de cuando has llegado.
En el nicho 138 de la isla 4 del cementerio de Poblenou hay una de las tumbas más visitadas de Barcelona: Francesc Canals i Ambrós, el Santito, un barcelonés fallecido el 27 de julio de 1899 cuando tenía 22 años venerado por miles de personas que creen que ayuda a hacer realidad tus deseos, especialmente relacionados con el amor y la salud. La Iglesia no le ha canonizado ni considera que haya hecho milagros, así que Canals es santo por decisión popular. “Yo no le conocía, así que me sorprendió. Llegan cartas del extranjero, que dejamos en la tumba por un agujerito en la pantalla de cristal que hay en el nicho. Después debemos hacer limpieza cuando se llena demasiado”, explica Andrés, trabajador del cementerio nacido en Perú. “Creer, yo no creo, pero la gente no deja de venir. Cada día ves pasar a personas hacia allí. Así que de vez en cuando le pido cosas, para ver si funciona. Dicen que no puedes pedirle cosas de dinero, así que he llegado a pedir que la selección de Perú gane algún partido, que perdamos siempre”, bromea. Curiosamente, dos semanas después de la conversación Perú, después de meses sin ganar ningún partido, derrotó a Uruguay.
Todo lo que rodea el Santito es un gran misterio, una historia en la que pocas verdades se mezclan con un montón de exageraciones. De la vida de Canals sabemos que nació en la Ciutat Vella, en la zona de la plaza de la Llana, cuando ya se habían derribado las murallas y las familias ricas se habían marchado al Eixample. Él era modesto, hijo de un vendedor de alfombras ciego. Que mi padre fuera ciego tampoco queda del todo claro, pero sí sabemos que con 14 años Canals hacía de aprendiz de dependiente en los famosos almacenes El Siglo, en la Rambla. Se contaría que el joven era un pedazo de pan. Querido por los demás trabajadores y por los clientes, así como por todos los vecinos de la Rambla que siempre le veían intentando ayudar a los sin techo. Esta parte parece verídica. En cambio, es necesario querer creer que es cierto que en Canals podía predecir el futuro. Se cuenta que acertó la fecha de su muerte en 1899, cuando tenía 22 años y seguramente sufrió tuberculosis, así como predijo que los almacenes El Siglo quemarían, como efectivamente ocurrió en 1932. Pasaron tres décadas, pero quemaron. Tampoco hay pruebas de que Canals lo hubiera predicho como si fuera una especie de castigo para los propietarios de los almacenes, demasiado egoístas. O que hubiera sido despedido por utilizar material de los almacenes que sobraba, especialmente telas, para ayudar a personas sin recursos. Esto forma parte de las exageraciones que han ido surgiendo en torno a su figura.
Cuando las llamas terminaron con Siglo, la tumba de Canals ya era muy visitada. Parece que fueron sus compañeras de trabajo en los almacenes, así como las floristas de la Rambla, con quien había trabado amistad, las que habrían iniciado el ritual de visitar la tumba, dejando el ramo de flores de novia cuando se casaban, para que siempre hubiera flores. Y de paso, quizá le pedían tener suerte con su marido, iniciando a la tradición. De ese gesto hermoso para recordar a un amigo surgiría la leyenda de que Canals conseguía llevar fortuna en cuestiones sentimentales.
Gritos en la tumba
Y la fama fue haciéndose tan grande que ya en 1908 el Ayuntamiento trasladó su tumba, inicialmente a un nicho en un piso superior de la manzana 3, a un piso inferior y más accesible de la manzana 4, porque ya estaba lleno de ofrendas. De aquella primera tumba se dice que la lápida se agrietó en diagonal. Y cuando la repararon, se resquebrajó exactamente igual ante la mirada sorpresa de los trabajadores del cementerio, que entendieron que Santet quería un lugar diferente, más cerca de la gente. De las leyendas relacionadas con Canals, muchas tienen que ver con esta tumba, de la que se dice que salía un grito cuando todavía estaba en la primera ubicación. O que cuando alguien quiso saquearla, salió un grito tan fuerte que despertó a los guardias de seguridad. El culto siguió creciendo, especialmente después del incendio de los años 30 en los almacenes. En esa época también se empezó a hablar de la ceguera del padre. Se fue esparciendo la historia que después de su muerte, el padre recuperó la vista. Entonces papá ya estaba muerto, así que costaba saberlo. En los años 30 ya se explicaba que Canals tenía la capacidad de curar por imposición de manos y de conocer la fecha de la muerte de una persona sólo mirándole fijamente. Que en sueños veía el futuro y que curaba a personas. Aquellos que le habían conocido ya eran mayores y exageraban sus recuerdos. Cada vez que alguien contaba las historias de Santet, exageraba. Cada vez que alguien que había pedido un favor tenía suerte, el culto se hacía más popular.
Hoy en día, doce nichos laterales siguen vacíos, para hacer espacio a los cientos de ofrendas, sean cartas, flores, imágenes o pequeñas estatuas, especialmente religiosas. Pero también hay gente que deja figuritas en forma de casa, cuando no las encuentran. O todavía se ven exvotos en forma de las partes del cuerpo donde se padece una enfermedad, sea un brazo, una cabeza o un pecho. El Santito es especialmente amado entre el pueblo gitano, que tiene muchas tumbas en el cementerio. Tumbas donde nunca faltan flores, como no faltan en la de Canals, donde siguen llegando cartas de muchos rincones del planeta. Hoy en día también pasan turistas, que vienen hasta este cementerio para ver el Santet y, también, El beso de la muerte, la escultura creada en 1930 en el taller de Jaume Barba para la tumba del fabricante Josep Llaudet i Soler. Lo que asusta a muchos, fascina a otros. Hay gente que quiere creer en milagros y otros que no. Y Santet sigue siendo venerado, aunque sea “por si acaso”, como dice Omar.