El Mobile 2020: crónica de una cancelación

La caída del congreso, después de días de tensión, fue un presagio de la crisis del covid-19

“Aquello era una negociación. Fue la situación más de película que he vivido nunca”. Son palabras de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, para recordar la reunión celebrada el anochecer del 12 de febrero del 2020. En aquella sala estaban los organizadores del Mobile, representantes de los gobiernos de la Generalitat y del Estado y el máximo responsable de la Fira de Barcelona. Pero también un abogado que cogió a muchos por sorpresa. Lo que se discutía -la cancelación del Mobile World Congress- podía tener graves consecuencias económicas. Y la tensión se cortaba con un cuchillo.

Después de esa escena, sus protagonistas han vivido un confinamiento de tres meses, el colapso de hospitales y plantas de UCI, un alud de personas abocadas a ERTOs y la desesperación de miles de negocios hundidos por la pandemia. En el resumen del 2020, la cancelación del Mobile quizás quedará como un mal menor o el presagio de lo que todavía se tenía que convertir en un año para olvidar y que nadie podía prever unas semanas antes, la tarde del 31 de enero.

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Ese día representantes de los principales medios de comunicación de Barcelona eran convocados a una reunión a puerta cerrada en la sede de La Caixa para hablar sobre el Mobile. Los anfitriones eran Jaume Collboni, teniente de alcalde del Ayuntamiento, Carles Grau, responsable de la fundación Mobile World Capital, y Jordi Gual, presidente de CaixaBank. La entidad quería escenificar así su apoyo al acontecimiento, el primer Mobile que se celebraría desde su entrada como matrona de la fundación.

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Quien más habló en aquella reunión fue Carles Grau. Lo hizo para explicar la dimensión del acontecimiento, su vínculo a la ciudad y las principales novedades que se verían. A media reunión, apareció Isidre Fainé, presidente de La Caixa. El mensaje era claro: máximo apoyo al Mobile, que se ha convertido en una estructura de país. Pero en el turno de preguntas, los periodistas solo quisieron saber una cosa: ¿se celebraría a pesar del coronavirus? Entonces los máximos responsables del acontecimiento estaban convencidos de que así sería. Tan solo cinco días después, sin embargo, aquella certeza se tambaleaba por primera vez.

“Con la seguridad de sus empleados, colaboradores y clientes en la cabeza, LG ha decidido retirar su participación en el MWC 2020”. Con la segunda línea de un comunicado de cinco frases la coreana abría la veda. El 5 de febrero del 2020 el coronavirus era una neumonía complicada con 24.500 casos confirmados en el mundo, casi todos en China. “Podemos confirmar que hasta ahora estamos viendo un impacto mínimo”, respondía la GSMA.

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Los nombres de los ausentes se iban haciendo más relevantes: Facebook, Cisco, Sony, Amazon, Intel… Algun directivo que había esquivado la asistencia en el congreso no ocultaba el alivio. “Si te soy sincera, estoy contenta de que no me manden a Barcelona”, comentaba esa semana una ejecutiva de Ericsson, la primera -y decisiva- gran baja de una empresa de telecomunicaciones.

En las oficinas de la GSMA el goteo de cancelaciones era ya rutinario: las empresas comunicaban que no querían participar, se activaba el proceso para intentar convencerlas y, una vez frustrada la tentativa, llegaba el comunicado o se filtraba a la prensa. El equipo de Hoffman, apunta una fuente próxima a la organización, montó un comité de crisis -tanto en Londres como Barcelona- que resistía a las pocas horas de sueño y las reuniones de madrugada. En paralelo, la GSMA se blindó con protocolos anticovid. El plan tenía en cuenta la instalación de los todavía exóticos dispensadores de gel hidroalcohólico en los recintos de la Fira y se habían comprado centenares de miles de mascarillas para el congreso. “Después, en pleno estado de alarma, las acabaron dando”, rememora esta voz.

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La celebración del Mobile colgaba de un hilo y las miradas se centraban en los movimientos de las grandes operadoras. Telefónica, Orange, Vodafone y BT mantuvieron contactos aquellos días. Las últimas dos acabaron cayendo de la lista de asistentes, mientras que la teleco que preside José María Álvarez-Pallete y su competidora francesa aguantaron en el barco hasta el comunicado final. “Vivimos aquellos días con preocupación y desazón, con reuniones y llamadas a muchas bandas, algunas más largas y otras menos”, explica Pau Relat, el presidente de la Fira de Barcelona, al Emprenem. El ente se jugaba el acontecimiento que aporta el 40% del total de sus ingresos y el riesgo de perder un año del preciado contrato, que entonces finalizaba en 2023. Quizás por este motivo, en esos momentos de incertidumbre voces de la Fira presionaron para transmitir una versión alternativa de los hechos: el congreso estaba siendo víctima del boicot a las empresas chinas para castigar sus adelantos en el despliegue del 5G.

Pero quien tenía que tomar la decisión, y lo hizo el 12 de febrero de madrugada, era la GSMA, que tiene en el Mobile la primera fuente de ingresos y que al no celebrarlo acabaría despidiendo al 30% de la plantilla. En la enésima conversación hasta última hora de la noche, el comité liderado por John Hoffman acordó cancelar el acontecimiento por el miedo de las empresas a conflictos con sus propios empleados. Aún así, todavía faltaba una reunión para sellar la decisión y hacerla pública. Ese miércoles el escenario de un encuentro durísimo fueron las oficinas de la Fira de Barcelona en Montjuïc. “Se hizo desde la buena voluntad de todo el mundo, pero era una negociación”, rememora Colau. Cuando la alcaldesa llegó a la reunión se encontró a los organizadores del Mobile y al abogado. En el otro lado de la mesa y, con un punto de perplejidad, estaba el conseller de Políticas Digitales, Jordi Puigneró; el subdelegado del gobierno español en Barcelona, Carlos Prieto, y el presidente de la Fira de Barcelona, Pau Relat.

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Por cierto, en ese encuentro hubo una ausencia notable a quien la cancelación pilló en Amsterdam. La entonces consellera de Empresa, Àngels Chacón, estaba en la capital de los Países Bajos para tomar el relevo del ISE, la gran feria del audiovisual que se preparaba para el traslado en Barcelona. “Nos preguntaban por qué sí se estaba celebrando ese acontecimiento y recuerdo que ya había sobre todo asistentes asiáticos que llevaban mascarilla ”, explica la ex consellera. Chacón siguió la situación colgada al teléfono con el resto del Govern.

En esa decisiva reunión, las administraciones querían que quedara claro que en España no había ningún contagio local ni motivos sanitarios para dar marcha atrás. “No pensábamos tanto en el Mobile como en no hacer alarmismo por un virus que solo tenía un caso en las Canarias”, defiende el teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona, Jaume Collboni. Era el mismo mensaje que habían reiterado el día anterior el ministro de Sanidad, Salvador Illa, y la consellera de Salud, Alba Vergés, en una rueda de prensa conjunta. “Aceptaron la decisión de la GSMA con respeto, pero les parecía exagerada”, recuerda un testigo.

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Durante el encuentro y bajo la batuta del abogado, negociaron cómo se concretarían los motivos de la suspensión. “Hubo una discusión de horas por aquellos términos”, asegura Colau. De las palabras exactas dependían posibles indemnizaciones. Era el principal miedo de la GSMA, que acabó argumentando la “causa de fuerza mayor” para esquivar las reclamaciones que algunos ya preparaban y que evitaron prometiendo devoluciones y futuras bonificaciones. El encuentro no se cerró sin arrancar a la patronal de las telecos un compromiso inicial para alargar el contrato con Barcelona hasta el 2024, mérito que varias fuentes atribuyen a Relat.

Minutos antes de las ocho del anochecer, se enviaba el comunicado. El Mobile del 2020 quedaba cancelado y al día siguiente todos se volvían a encontrar con ademanes tensos ante los medios de comunicación para dar unas explicaciones pactadas hasta el último detalle. “Hoy es un día muy oscuro, pero sabemos que el sol volverá a salir”, arrancaba el consejero delegado de la GSMA. Era el 13 de febrero del 2020 y no quedaba ni un rastro del texano amable que esperaba como agua de mayo las citas mediáticas para soltar alguna broma a los periodistas. Acompañado de representantes de la Generalitat, el Ayuntamiento, el Estado y la Fira de Barcelona, cerraba la peor semana de su carrera para anular, por primera vez, una edición del Mobile.

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Menos mediática fue la visita que después de la rueda de prensa una delegación de la organización hizo a las instalaciones de la Fira para contemplar los estands ya montados que no llegarían a estrenarse. “Hay quien salió llorando”, recuerda una fuente que presenció la escena.

Mientras los organizadores todavía se secaban las lágrimas, en las redes ya empezaba a organizarse una respuesta al vacío que dejaba el Mobile. Figuras del sector tecnológico barcelonés como Carlos Blanco o Miguel Vicente lanzaron a Twitter la idea de celebrar un acontecimiento alternativo y la conversación digital se trasladó a la sede de Barcelona Tech City en la Barceloneta. En menos de dos semanas, montaron el Tech Spirit Barcelona con cuatro días de conferencias para más de 5.000 personas. La que tenía que ser la semana del Mobile se cerró con un acto ahora imposible de concebir: un concierto de La Casa Azul en el Palau Sant Jordi donde muchos de los organizadores lucían una camiseta con el lema Nothing can stop us now (nada nos puede parar ahora).

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Hay una pregunta que, antes o después, se han acabado haciendo los implicados: ¿qué habría pasado si el Mobile se hubiera celebrado? “La cancelación ayudó a parar la propagación del virus en Barcelona y más allá, y salvó vidas como resultado”, decía este viernes John Hoffman en un comunicado coincidiendo con el aniversario de la decisión. La decisión, en efecto, iba mucho más allá del negocio. “Acabó siendo la correcta, a pesar de que entonces no se era consciente de la magnitud de la pandemia”, opina Chacón. Relat admite que si hubiera salido adelante “probablemente sería el símbolo de todo lo contrario y el origen de muchas críticas”. Seguramente, los peores días de la carrera de John Hoffman lo salvaron de un final mucho más oscuro.