Un grupo de alumnos en una sesión de lectura.
29/05/2024
2 min

Hoy será un artículo triste. La eliminación de las lecturas obligatorias en la selectividad es la guinda del pastel de la supresión de la literatura en la enseñanza. Culmina un proceso. El efecto que tendrá sobre la cultura y la lengua catalanas será mucho más dramático que sobre la cultura y la lengua españolas, que tienen más recursos, pero allá de eso, la escuela pública ya no permitirá que todos los alumnos puedan aprender a leer en serio. Elija usted mismo qué prefiere leer, les diremos desde ahora, y ya se lo hará.

Nos habríamos puesto las manos en la cabeza si lo hubiera decretado Vox. Pero es un acto de censura mucho más grave que prohibir a cuatro revistas en una biblioteca. Así titulaba un artículo el otro día el pedagogo Jaume Funes: “No saben leer y no hace falta que sepan.” Me pregunto cómo habría llegado él a sus cargos si sus maestros hubieran pensado igual. Luego la gente vota extrema derecha, que lleva a la misma destrucción pero con menor hipocresía y cinismo. Luego la gente se refugia en la abstención.

Ver cómo se ponen en marcha a rodar los esfuerzos de civilización que aquí nos enorgullecían tanto es un trance difícil. Lo mejor de la vida se lo debo a los maestros ya los profesores que me enseñaron a leer. Fue siempre en la escuela pública, y las mejores clases estuvieron en la forma de lección magistral. De lección magistral, sí, tan canjeada, pero la forma más antigua, honesta, esencial y eficaz de transmitir conocimientos a través del entusiasmo, de profesor a alumno y de alumno a profesor, porque la comunicación nunca es unívoca. La lectura nunca fue sin esfuerzo: ni aún hoy, porque los placeres son más ricos si presentan cierta resistencia. Es muy duro ver cómo por ignorancia y frivolidad hemos ido negando progresivamente a nuestros propios hijos la conversación consigo mismo a través de los libros, que son el contacto directo con la libertad y la clave de vuelta de la inteligencia. La eliminación de las lecturas obligatorias es un prefacio al nihilismo, quizás un epílogo a miles de años de una enseñanza que, a través de la escritura, iba pasando de una generación a otra el patrimonio espiritual, la meditación que según Aristóteles es el privilegio de los dioses.

Naturalmente, el humanismo encontrará la forma de sobrevivir. Mientras nuestra especie viva habrá siempre quien pueda y quien quiera pagárselo, pero los irresponsables que han tomado decisiones como ésta merecen constar en letras de oro en el monumento que nuestros peores enemigos les levantarán un día u otro, de eso no tengo ninguna duda.

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