Hasta que la muerte (o el gato) nos separe
La historia de amor del fotógrafo Juanjo Fuster
“Intentaré atarme ese guiri”. Esto es lo primero que pensó el fotógrafo Juanjo Fuster cuando vio a aquel chico de pelo claro en una discoteca de ambiente de Salou, un fin de semana de 1994. “Fui al lavabo a arreglarme el pelo y cuando volví le dije: «Where are you from?», y él me contestó: «¿Qué dices? Qué soy de Lleida»”. Ambos se rieron y charlaron un poco.
El siguiente fin de semana Fuster volvió a la discoteca y volvió a encontrarse a Toni. "Estuvimos charlando toda la noche, hasta que se nos hicieron las 8 de la mañana. Él no había dormido nada y tenía que volver a Lleida, así que se me ocurrió coger unas hamacas de casa de papá y bajarlas en la playa. Entonces papá no sabía que me gustaban los hombres y no entendió muy bien qué hacía": "Estás loco", le dijo.
Carpintero y Toni durmieron un rato en la playa. "Recuerdo que le vi allí tumbado y pensé: «Que mono, sería mi pareja ideal»". Cuando despertó se despidieron y, desde entonces, se encontraban cada fin de semana en una pensión en Tarragona. “Él salía de Lleida y pasaba por Flix a recogerme. hacer mucha vida en el coche mientras nos conocíamos, pollos al ast y siestas incluidas”, recuerda el fotógrafo.
Doce años después decidieron casarse, y ahora ya llevan treinta juntos. "Al principio nos jodíamos unas broncas en público que la gente pensaba que duraríamos cuatro días. Pero se equivocaban, hay quien vive mucho de cara a la galería y nosotros no, siempre hemos tenido que hablarlo todo. Todas las relaciones tienen altibajos y no es bueno idealizarlas.
Al principio, lo que más le atrajo de Toni era que “era muy callado, muy enigmático, muy encantador”. Cuando llevas tantos años en una relación, dice el fotógrafo, “te acabas mimetizando un poco y no sabes quién ha cogido qué de quién”.
Todas las tardes que están juntos, antes de cenar miden unos ocho o diez kilómetros de paseo rápido “para mantener el tipo y charlar un poco de todo”. Ven la puesta de sol ya veces comparten sus fotografías con los más de 70.000 seguidores que ambos tienen en Instagram.
Carpintero dice que una de las formas como le gusta más demostrar amor es el contacto físico. "Siempre que dormimos juntos, dormimos cogidos de las manos o abrazados. «¡Qué ganas, en verano!», nos dicen a veces cuando lo explicamos. Pero es así, nos gusta el contacto y estamos siempre pegaditos si el gato nos deja y no nos separa", dice risueño el fotógrafo.