"Necesitamos su ayuda": la llamada de un chamán yanomami en Barcelona
Davi Kopenawa pide detener la destrucción de la Amazonia y salvar a su pueblo, diezmado por las enfermedades y la contaminación


BarcelonaEl pueblo indígena y anomami tiene una palabra para el calentamiento global: motokari. "Ya está pasando en muchos lugares de la selva", dice el chamán yanomami Davi Kopenawa, que esta semana ha visitado Barcelona invitado por el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). El motokari "ha bajado para secar la tierra", alerta, y nos pide "luchar juntos, indígenas y no indígenas", para proteger a la Amazonia de la destrucción: "Si la tierra muere, nosotros también moriremos, y la selva ya está empezando a morir".
Kopenawa es líder político y espiritual de los ianomamis, el pueblo indígena semiaislado más grande de América del Sur, con unas 40.000 personas que viven en la selva amazónica en la frontera entre Brasil y Venezuela. Kopenawa, de 67 años, lleva cuatro décadas luchando por los derechos de los pueblos indígenas y por la protección de la Amazonia, como recoge en sus memorias La caída del cielo (Capitang Swing) que escribió con el antropólogo Bruce Albert. Ha llevado esta lucha a todos los foros del mundo, incluidas Naciones Unidas, y ha sido distinguido con el Right Livelihood, el Nobel alternativo.
Delmados por la contaminación y las enfermedades
Esta semana ha visitado Barcelona por primera vez, donde ha recibido la distinción de honor de la Universidad de Barcelona. Y además del llamamiento a detener la destrucción de la Amazonia provocada por nuestra economía de consumo global, llevaba también otra petición urgente.
En una rueda de prensa en el CCCB, explicó que el pueblo ianomami está muy afectado por la contaminación y por las enfermedades que les han dejado los mineros ilegales de oro que les invadieron en los años de Jair Bolsonaro. En enero del 2023, cuando Luiz Inácio Lula da Silva acababa de llegar al poder, se hicieron públicas unas imágenes devastadoras que dieron la vuelta al mundo: niños y anomami gravemente desnutridos. El portal Sumauma, que hace investigación y denuncia desde dentro de la selva amazónica, decía que más de 500 niños y anomamis habían muerto en cuatro años de Bolsonaro. Los pueblos indígenas incluso habían traído Bolsonaro en el Tribunal Penal Internacional bajo la acusación de "genocidio".
Ahora, dice Kopenawa, ya no hay desnutrición, pero la malaria y la gripe se están cebando con su gente, sobre todo con los niños. Lula ha conseguido expulsar a la mayoría de los mineros ilegales de oro de sus tierras, pero "el crimen organizado aún se esconde. Muchos mineros se han ido, pero nos han dejado las enfermedades y las aguas contaminadas –dice–. Nuestros niños se están muriendo", ha alertado, para pedir a Barcelona y en Europa que hagan de ianomamis.
"Los europeos compran el oro que se extrae"
Los mineros ilegales de oro llegaron por primera vez al territorio indígena yanomami durante los años 80, después de que en 1972 se construyera una carretera que cortaba la zona de selva donde vivía este pueblo aislado. Con una lucha larga y cruenta, los ianomamis lograron que se marcara y protegiera su territorio en 1992. Son 9,6 millones de hectáreas de selva en el noroeste de Brasil, cerca de la frontera con Venezuela, equivalente a tres veces la superficie de Cataluña, que hoy forman la demarcación india.
Pero con Bolsonaro, los mineros ilegales de oro volvieron. "Más de 70.000 mineros inundaron nuestras tierras de 2020 a 2022, y vendían armados", explica Kopenawa. Para los ianomamis, dice, "el oro es sólo una roca, no es riqueza, porque nuestra riqueza es la tierra que nos da la comida". Pero tiene claro que "los que compran el oro de las tierras y anomami son los europeos".
La demanda europea, desde el oro a la soja o la carne, contribuye a la destrucción de la selva amazónica, el mayor bosque tropical del mundo, que produce el 20% del oxígeno de la Tierra, capta enormes cantidades de CO2 y tiene un papel clave en los ciclos del agua. La Amazonia es clave para la lucha contra la crisis climática y pueblos indígenas como los ianomamis son los que la están defendiendo, a menudo a expensas de su propia vida. Según Global Witness, más del 36% de los activistas medioambientales fallecidos en el mundo son indígenas. "Buscamos la solidaridad internacional contra los invasores, contra la minería ilegal, contra la deforestación", insiste Kopenawa.
"Los espíritus de la selva están enfadados"
Como chamán, Kopenawa conecta con los chapiri, unos seres que no le gusta traducir como espíritus porque dice que "es una palabra de la iglesia", pero que vendrían a ser eso, los espíritus de la selva que adoptan la imagen de animales y envían sus mensajes a través de los chamanes, en unos rituales con el pulso psicotrópico yakoana, que se extrae de la corteza del árbol virola.
"Los chapiri están enfadados", decía Kopenawa en Barcelona. Enojados porque se está destruyendo la selva amazónica, porque "la selva se quema" en incendios que la deforestan "para extraer madera, soja, oro". chapiri, dice, bautizaron a los no indígenas, que en ianomami son napë, como "el pueblo mercancía", un pueblo que invade la selva "con sus grandes máquinas" para llevarse sus riquezas.
Se calcula que el 70% de la deforestación lo produce "la dieta carnívora" global, a través del ganado y la soja para hacer pienso, según datos del profesor de la UB Martí Orta, pero también pesa el extractivismo de oro, madera y combustibles fósiles. Una destrucción que cada vez acerca más al llamado punto de no retorno. Actualmente, se ha destruido ya el 20% de la selva amazónica, pero, si se alcanza el 30%, pasaríamos el punto de inflexión a partir del cual los científicos alertan de que la Amazonia dejaría de captar carbono para pasar a emitirlo y dejaría de actuar de regulador del clima, avanzando probablemente hacia la desertización. "Es importante que estemos unidos a los indígenas y los no indígenas. Tenemos que luchar juntos con los pueblos originarios y con los chapiri, porque necesitan su ayuda", invita el chamán.