«Google es una de las pocas empresas del mundo que ha logrado convertir su nombre en un verbo: 'googlear'», reflexiona Mircea Epure, profesor de la Universidad Pompeu Fabra, antes de adentrarse en analizar el caso de uno de los productos menos conocidos del gigante tecnológico. Hablar de Google es hablar de cómo dos estudiantes de la Universidad de Stanford fueron capaces de construir un imperio tecnológico, de cómo su buscador conquistó los ordenadores de todas partes y de cómo sus aplicaciones -como Google Drive o YouTube- se acabaron haciendo imprescindibles en los dispositivos de más de medio planeta. Pero Google también tiene una cara oscura de la que no se habla demasiado: de las oficinas de Mountain View también han salido fracasos. Si hace unos meses nos fijábamos en la derrota de las mediáticas Google Glass, esta vez ponemos el foco en un pequeño dispositivo que pasó mucho más desapercibido: el Nexus Q.
El 27 de junio de 2012, los medios especializados echaban humo. Durante la conferencia Google I/O, el evento anual en el que la empresa presenta sus grandes novedades, el coloso de las búsquedas había sorprendido al auditorio mostrando “el primer reproductor de streaming multimedia y social”. Se trataba deun dispositivo que permitía enviar el contenido almacenado en la nube Google Cloud directamente en el televisor o bien a unos altavoces externos. Así, simplemente conectándolo, el usuario podía acceder a servicios como Google Music o YouTube. Todo, con un diseño extremadamente minimalista, elogiado y lapidado por la crítica a partes iguales: el dispositivo consistía en una sencilla esfera negra, sin prácticamente ningún botón y con una única línea de luz led que servía para indicar, por ejemplo, que estaba reproduciendo música.
Pero si las funciones y el diseño despertaron opiniones para todos los gustos, cuando Google anunció su precio de salida, la prensa puso el grito en el cielo de forma unánime. El gigante tecnológico pretendía vender el dispositivo en Estados Unidos por un precio de 300 dólares. “Es exageradamente caro por las funciones que realiza”, decía el analista tecnológico David Pogue en un duro artículo en el New York Times días después del anuncio de Google. Mircea Epure, profesor de la UPF, está de acuerdo y también dispara: “El Nexus Q era un producto demasiado pretencioso: fue un intento fallido de competir con el AppleTV y conseguir, sobre todo, fortalecerse en el mercado del streaming ; el dispositivo era tan sólo la puerta de entrada a ese mercado, donde Google quería triunfar”.
Pero el Nexus Q nunca llegó a las estanterías de las tiendas de electrónica. El verano del 2012 repartieron cientos de unidades entre un grupo reducido de personas, y abrieron un listado de reserva para que, todo el que lo quisiera, pudiera tener preferencia una vez saliera a la venta. Pero la fecha se fue alargando y parecía que nunca llegaba. Finalmente, en enero de 2013 la empresa anunció que “para seguir recabando información útil del producto”, la salida al mercado quedaba desestimada. Eso sí: Google regaló el dispositivo a todas las personas que habían realizado su reserva.
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La lección
“Google creó un producto demasiado sofisticado y pretencioso, demasiado caro y no muy atractivo, pero lo trabajaron bien, como producto experimental –reconoce Mircea Epure, profesor de la UPF–. Esto les condujo a crear, unos años después, el Chromecast, un dispositivo similar y mucho más sencillo que ha triunfado”, recuerda el experto.
