El martes, en Espejo público, Susanna Griso invitó a su programa a Pau Brunet, un niño de diez años que tiene trastorno del espectro autista. Pau se ha hecho popular porque a través de las redes sociales hace divulgación sobre su neurodiversidad con la voluntad de ayudar a otros niños y niñas. Pau tiene una gran capacidad comunicativa y, además, muestra mucha seguridad cuando se explica, seguramente superior a lo esperable en un niño de su edad. Y eso, en televisión, siempre le ha gustado mucho.
La presentadora, con mucha naturalidad, conversó con Pau para que los espectadores entendieran qué situaciones o vivencias están asociadas con el autismo. Hasta que Griso, en un momento de la conversación, cometió un grave error: "He oído que escuchas cinco veces más fuerte que una persona normal". Y a Pablo no le pasó por alto la pifiada y la corrigió: "Mira, no me gusta la palabra 'normal'" le dijo muy serio. Fue educadísimo en la precisión. La periodista enseguida se dio cuenta de que había metido la pata e intentó rectificar rápidamente: “Es verdad. Fatal. Tienes toda la razón”. Pero Pablo insistió: "A mí no me gusta la palabra porque significa que no soy normal, pero en verdad puedo hacer todo lo que las personas hacen". Griso se reiteró al admitir su error: “Tienes toda la razón. Borra 'normal'. Lo escribiré cien veces en la pissarra. Mal escrito por mí parte”. Un castigo autoimpuesto que no sólo suena falso sino de otra época.
Pau Brunet, a continuación, fue muy contundente: “Los que llaman 'normal' diría que no son tan normales. Sino que ellos se crean que no son discapacitados porque son los que nos llaman discapacitados a nosotros. Que seamos diferentes no significa que no podamos hacer las cosas”. Oímos cómo Griso reaccionaba con una sonrisa. La presentadora decidió cambiar de tema y continuar la entrevista para consultar a Pau otras circunstancias asociadas al autismo. Pero en esa conversación faltó un gesto imprescindible: las disculpas. La presentadora cometió una falta de respeto con Pau. Y la disculpa también habría servido de ejemplo a la audiencia. Incluso con esa naturalidad que estaba demostrando Griso, hubiera podido preguntarle si ese resbalón que ella acababa de cometer era muy habitual. La palabra normal, que a estas alturas de la vida tiene un valor relativo, es ofensiva cuando eres excluido de un utópico estándar. Tantos años de experiencia, tan bregada en mil batallas, tantas horas de entrevistas acumuladas y cometer esa negligencia con un niño es chocante. Un niño de diez años que le dio una lección en directo como rara vez le ha pasado a la periodista. Pero más que escribirlo cien veces en una pizarra, lo que hubiera tenido que hacer Griso es pedirle perdón a Pau. Eso sí hubiera sido lo normal.