Así hace de padre

Pep Blay: "Ser padre quizá habría salvado la vida de Carlos Sabater"

Guionista, especialista en rock catalán, profesor y padre de Sofía, de once años. 25 años después de la muerte del cantante de Sau, publica 'Corazón roto. Muerte y vida de Carlos Sabater' (Folch & Folch), narración de la vertiginosa carrera de un icono de los noventa y de su repentino final. También es autor de libros de referencia sobre Albert Pla, Sopa de Cabra, Els Pets o la Compañía Eléctrica Dharma.

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Pep Blay.

BarcelonaCuando mi hija me lo pregunta, le digo que Carlos Sabater fue el cantante de Loco por ti, que es una canción que conoce gracias a la escuela y porque le llega por los algoritmos de YouTube o Spotify. Le explico que Sau fue uno de los grupos más populares. Y si me pregunta como es que ha conocido a mis amigos de Sopa o Els Pets y no a Carlos, le digo que murió con sólo 36 años. También sabe que este libro era una deuda que su papa tenía pendiente. Yo había sido su amigo.

Supone que vuelves a los noventa con tu hija a un concierto de Sau.

— Le sorprendería la forma en que Carlos se movía en el escenario y de comunicarse con el público. Le gustaría sobre todo la época en que iba vestido todo de cuero, y le encantaría que llevara ropa tan bien cuidada, que se mudara para subir al escenario.

Has descubierto que Carlos Sabater quería ser padre.

— Le rondaba por la cabeza y tenía traza con los niños. Pero llevaba un ritmo de vida tan frenético entre grabaciones, conciertos, rodajes, teatro que no le dejaba espacio. Me consta que lo intentó y, si hubiera tenido un hijo, habría detenido el ritmo tan intenso, lo que quizá le hubiera salvado la vida.

¿Ser padre le habría salvado la vida?

— La muerte de Carlos tiene como base un estrés crónico. La única opción para salvar el corazón era que reposara el cuerpo: dejar de trabajar una temporada. Aunque a veces pienso que quizás hubiera querido trabajar aún más para mantener a la familia.

Y a ti, ¿la paternidad te salvó?

— Los años noventa fueron apasionantes. Nos parecía que debían pasar cosas muy grandes. Fue la década de crecimiento de los grandes festivales de música, de las grandes producciones en el cine, así como de un cuestionamiento social y político que se manifestaba con el pasotismo. Pero fue también una década que nos abrió los ojos a los peligros de los excesos, de la muerte de gente demasiado joven. Nos hizo dar cuenta de las consecuencias del mal amar o el mal beber.

¿Cómo encajaste cerrar esta etapa?

— Maravillosamente bien. Fui padre tarde, pero de forma completamente deseada. Sentía que ya había exprimido mi etapa nocturna y mi etapa viajera de la primera década de milenio. Yo he salido mucho, he consumido mucha cultura y he viajado muchísimo. Hasta que he querido dedicarme intensamente a hacer de padre.

¿Qué te preocupa?

— Mis urgencias se reducen a dos: economía y tiempo libre. Llegar a fin de mes se ha convertido en una heroicidad, mantener una casa y todas las experiencias que quisiera para mi hija me obliga a trabajar demasiado ya perderme tiempo con ella. Es un contrasentido. Los medios de comunicación son enemigos de la paternidad. Te quieren disponible 24 horas al día, con fines de semana. Yo no he podido adaptarme a ello y me he reinventado como profesor de secundaria. He descubierto que me gusta mucho impartir clases a adolescentes.

¿Qué te resulta difícil?

— Sufro por cómo gestionar sus cambios de humor, que me indican la llegada de la adolescencia. Me genera impotencia cuando entra en bucle, llora y se cierra cuando no sale con algo. Por otro lado, me preocupa acertar en el sitio donde estudie la ESO. Según sus profesores y compañías, puede subir al cielo o bajar al infierno. Habrá que estar muy a su lado y armarse de paciencia.

¿Cómo comparte la música?

— Hay tres momentos maravillosos. Cuando ella va construyendo sus listas de Spotify, mientras vamos en coche a la escuela. Cuando por la noche me pide canciones para quedarse dormida. Y, sobre todo, cuando vayamos a conciertos. Vivimos a diez minutos de Canet Rock y hemos ido a todas las ediciones del festival. Es uno de los días más esperados para ambos. No es sólo música, es la experiencia que hemos vivido ambos muy unidos.

Cuéntame algo sorprendente.

— Cuando Sofía tenía nueve años, fuimos al mercado de Camden de Londres y le dije que podía comprar algo, que eligiera bien el tenderete entre cientos. Al cabo de una hora de ir arriba y abajo vio una tienda con ropa dark y de época. Fue todo un descubrimiento y tuvo muy claro que quería comprar allí. Yo me emocioné. Era la misma tienda en la que yo por primera vez compré en Camden, treinta años antes.

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