Padres de 21 hijos (dos biológicos)
Una familia ha acogido a diecinueve niños durante treinta años y su experiencia ha sido recogida en un libro


CestaTodo empezó cuando Àngels sintió en un programa de Catalunya Ràdio el testimonio de una mujer que había sido familia acogedora en varias ocasiones y hablaba con entusiasmo. Le dijo a su marido, Agustín, si le parecería bien que ellos también se convirtieran en familia acogedora y enseguida estuvo de acuerdo. Entonces tenían dos hijos biológicos, Marc y Maria, de seis y nueve años respectivamente, y rápidamente hubo consenso familiar. "Ellos no sabían qué era, les dijimos que vendrían una temporada. Para ellos fue como un juego", recuerda Àngels. Hicieron los trámites y poco después llegó Yasmina, la primera de las diecinueve criaturas que han acogido durante casi treinta años.
Acogimientos hay de varios tipos y el que escogieron Àngels y Agustí fue el de urgencia y diagnóstico, que se hace mientras se valora la situación del niño y la evolución de la familia biológica. Suelen ser bebés o menores de seis años y su duración suele ser de unos seis meses, aunque ellos llegaron a tener una acogida de tres años –el más corto fue de doce días–. "Nunca hemos hecho ninguna acogida larga, aquí siempre han ido pasando. Esto lo he tenido clarísimo desde el primer momento", dice Àngels.
"Se crea mucho vínculo con la criatura y, si hay que crear vínculo, es mejor que sea con una familia de acogida que puede llegar hasta que sea mayor de edad, que entonces es diferente, o una acogida permanente. Pero nuestro acogimiento ha sido siempre un paso intermedio, mientras se está buscando una familia definitiva", añade.
Entorno idílico
La familia es acogedora y la casa y el entorno en el que viven también. Es una casa de campo, con terreno, con algunas atracciones para los niños y animales: perros, un pony –Prisca; antes tenían dos–, algunos corderos, un gallinero, y ninguna carretera con mucho tráfico cerca. "El lugar es muy atractivo para los niños, las criaturas aquí se lo pasan teta. Hay ganado, no hay riesgo de coches y nosotros tenemos un grupo de amigos muy activa", explica Agustí. "Hace muchos años no había comedor escolar y un día a la semana venían a comer todos aquí, otro día a casa de otra familia, y así toda la semana", recuerda Àngels.
En treinta años, lógicamente, han pasado por situaciones diversas, pero su balance es muy positivo, especialmente en lo que se refiere a la relación con los niños y con las familias, biológicas o las que han acabado adoptando, salvo alguna excepción. De los diecinueve niños y niñas acogidos en las últimas tres décadas, mantienen el contacto con dieciséis. "Claro que en cierto modo nos sentimos padres de ellos. Recuerdo que una niña que tuvimos, discutiéndose con otra niña en la escuela, le acabó diciendo que ella tenía dos mamas –dice Àngels–. Cuando salen del centro [donde van a parar los niños a los padres biológicos de los que han quitado la tutela] ya les cambia la cara. haces de papá y mamá. Y te lo dicen, ¡eh! "Ahora iremos a Tarragona a la comunión de uno de los niños acogidos", añade Agustí.
Cosas a mejorar
Tanto Àngels como Agustí creen que la administración podría hacer más para incentivar a más familias a hacerse acogedoras y tratar mejor a las que ya lo son. "La administración podría hacer muchas cosas que no les significarían nada: rebajas en el agua y la luz porque tienes una o dos personas más en casa, o dar el carnet de familia numerosa de forma permanente si vas haciendo acogimientos de forma continuada, como ha sido nuestro caso durante casi 30 años" dice Àngels.
También creen, y éste no es sólo un reproche para la administración porque ellos también se incluyen, que en este proceso, hasta ahora, nunca se han tenido en cuenta a los hermanos multiacogedores, es decir, a los hijos biológicos de la familia acogedora. "Nosotros hacemos cursos y íbamos a explicar nuestras experiencias a otros padres que querían ser acogedores. Entras en una inercia, tú ya sabes de qué va y piensas que todo el mundo debe entenderlo, y los chavales [sus hijos] no tienen por qué. Entiendes que estén dolidos por algo en lo que nadie ha pensado", reconoce.
"A nosotros nos preparan para la llegada, nos hacen un seguimiento de todo, del duelo que pasamos cuando se marchan, pero a los hijos biológicos nunca los han tenido en cuenta. A los hermanos multiacogedores no los tienen en cuenta. Nosotros no habíamos pensado hasta que nos lo dijeron nuestros hijos", añade Àngels.
Hace unos dos años que ya no acogen y la familia cree que el final fue abrupto por las formas que empleó la entidad que hace de intermediaria entre la Generalitat y las familias. "Fue muy feo y estoy muy dolida –dice Àngels–. Cuando fuimos de la entidad nos dijeron que lo pensáramos, y les dije: «Nos lo habéis puesto muy difícil». Les dije que nos lo podrían haber planteado en el sentido de que había familias nuevas, que habíamos hecho hasta aquí, y pienso que habría sido una manera". "Darnos el peso de la decisión a nosotros, no era necesario", añade Agustí.
Libro de la experiencia
De las experiencias que vivieron en estos años, una amiga de la familia y maestra de la guardería, Mayte Mondéjar, escribió un libro, Mi casa es su casa, con todos y cada uno de los acogimientos, con los testimonios de los niños, hoy muchos de ellos ya adultos, y de las familias biológicas y adoptivas. "Àngels y Agustí son muy sencillos. Tienen este talante de respetarlo todo ya todo el mundo, y de no echar en cara nada a nadie. Son gente auténtica y es muy poco frecuente encontrarte gente así".
El libro se financió mediante una cuenta en Verkami que se cubrió rápidamente, "y lo cerré en cuanto se cubrió porque el objetivo no era hacer dinero sino financiar un libro que recogiera esta historia", añade. Se publicaron poco más de doscientos ejemplares. "Para mí, esa gente que no va de nada ni lo publica en las redes buscando likes, pero que actúa, es la que realmente vale la pena", concluye Mondéjar.