La peligrosa alianza entre Musk y Trump

"Sacan a la gente de la cárcel al Congo y la envían hacia Estados Unidos". Ésta fue una de las múltiples afirmaciones falsas que hizo el candidato republicano en la Casa Blanca, Donald Trump, en la conversación de dos horas que mantuvo con el magnate de origen sudafricano y propietario de la red X Elon Musk. Fue una entrevista con la excusa de que Musk ha vuelto a abrir las puertas de Trump en la red, después de que los anteriores propietarios le cerraron la cuenta de Twitter por el riesgo de incitación a la violencia que contenían sus mensajes. Cuando Musk compró Twitter ya le devolvió la cuenta, pero Trump siguió utilizando otra red social, Truth Social, donde están básicamente sus votantes. Lo inquietante de la conversación no fueron, sin embargo, las mentiras de Trump, algo que ya es habitual, sino que Musk no rebatió ninguna. Por el contrario, le dio la razón en muchas ocasiones y se declaró admirador suyo y muy preocupado por la posibilidad de que Kamala Harris pueda ganar las elecciones.

Por tanto, lo que tenemos es que el propietario de la principal red de debate público del mundo es un activista pro-Trump y alguien que no cree necesario controlar las fake news. Es más, él mismo las propaga, tal y como se ha demostrado en la reciente crisis que ha vivido Gran Bretaña a raíz de una ola de altercados xenófobos. Ante esta situación es lógico que se abra un debate profundo sobre la red X, al menos en la Unión Europea, porque ahora es un elemento distorsionador no sólo del debate público, sino incluso de los procesos electorales. Encontrar un equilibrio entre la libertad de expresión y los límites en las fake news y los discursos de odio que a menudo se esconden detrás es ahora mismo el gran reto de las democracias occidentales.

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Las próximas elecciones estadounidenses se presentan, desde este punto de vista, como un punto de inflexión, ya que las cosas serán muy distintas en función de quien gane. Musk cree que tiene en sus manos decidir quién debe gobernar en Estados Unidos, y por extensión en el mundo occidental, y seguro que espera obtener jugosos réditos de una victoria de Trump. Sin duda, no es la primera vez que la democracia se enfrenta a fenómenos parecidos, y sólo hace falta revisitar el clásico de Orson Welles Ciudadano Kane, basado en la figura real de William Randolph Hearst, o la serie Sucesión, inspirada en Rupert Murdoch, para comprobar que no es la primera vez que un magnate utiliza su influencia para favorecer a un candidato u otro. Pero en el caso de X es quizás más peligroso todavía, porque no es un medio como tal sino una red social, de apariencia más inocua y que funciona a través de algoritmos que nadie controla. En el pasado ya ha habido episodios muy preocupantes, como el escándalo de Cambridge Analytica y Facebook, que demuestran que actualmente las mayores batallas políticas ya no se entregan en los Parlamentos sino en las redes.