¿Hasta cuándo se tienen que permitir los 'correbous'?

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Celebración de la festividad de los bueyes a la calle al municipio valenciano de Puçol (Huerta), en una imagen de archivo.

BarcelonaEn el País Valenciano y en las Tierras del Ebro se mantiene viva la tradición ancestral de los correbous, a pesar de que cada vez son una fiesta más cuestionada, sobre todo entre muchos jóvenes, que la ven propia de otro tiempo. Este verano, sin embargo, los festejos han vuelto con fuerza, y la prueba es que en el País Valenciano han logrado en solo ocho meses el récord de muertos en todo un año, siete, que hasta ahora correspondía a 2015. Es dramáticamente previsible, pues, que en las próximas semanas, que es cuando se celebran la mayoría de las fiestas patronales, este macabro balance acabe aumentando. La parte positiva es que la alarma social provocada por estas cifras ha hecho que algunos ayuntamientos, por ejemplo el de Tavernes de la Valldigna (Safor), hayan decidido prohibir los correbous. También la Generalitat Valenciana, gobernada por la izquierda, ha convocado para el lunes una reunión de la Comisión Consultiva de Festejos Taurinos Tradicionales. No se espera que se tome ninguna decisión contundente más allá de aumentar las medidas de seguridad, pero al menos es una muestra que el debate ya no se puede evitar. Y es que cualquier otra práctica que provocara este número de muertos habría sido prohibida de manera inmediata sin más debate.

En el caso de Catalunya, esta cuestión resulta espinosa porque afecta solo a una parte del territorio, las Tierras del Ebro, que es especialmente sensible a cualquier "imposición" que les pueda llegar desde Barcelona. De hecho, hay muchos alcaldes de ERC, un partido teóricamente animalista, que reclaman que los correbous sean un tipo de excepción cultural a la regulación general sobre el maltrato animal. Además, se da la circunstancia de que el Principado es de los pocos territorios del Estado español donde se han prohibido las corridas. Ya hace más de una década que se aprobó la ley en el Parlamento y, a pesar de las constantes amenazas de la derecha española, los toros no han vuelto. Y principalmente no han vuelto porque cada vez hay menos público y como negocio resultaba ruinoso.

Los datos globales en España sobre corridas de toros también indican que su decadencia es imparable. Cada año se reducen el número de festejos, la asistencia y la recaudación. Países como México acaban de prohibir los toros porque un juez lo ha dictaminado debido al "dolor excesivo y agónico" que sufre el animal. Este es, pues, un fenómeno global imparable que tendría que hacer reflexionar a los que todavía defienden estas prácticas. La realidad es que los toros sufren y son maltrechos, y esto no es compatible con los valores propios del siglo XXI. Las autoridades catalanas y valencianas tendrían que ser capaces en algún momento de abordar la cuestión sin mirar el interés electoral, incluso planteando que sea la ciudadanía, a través de un referéndum, la que decida. Lo que ya no es sostenible es esconder la cabeza debajo del ala y mirar hacia otro lado cuando cada vez hay más muertos y los vídeos del maltrato animal corren por las redes y provocan la indignación general. Se trata de decidir, en función del trato que dispensemos a los animales, qué clase de humanos queremos ser.

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