Barcelona"Desde pequeña, me hacía mucha ilusión que mi apellido fuera el primer apellido de mi hijo o hija. Siempre me lo había imaginado, aunque entonces la ley no estaba aprobada", explica Judit Arnalded, madre de Noa y de Nico, que llevan el apellido materno en primer lugar. Pero su caso es una excepción. Aunque desde la reforma del Registro Civil en 2017 el apellido paterno deja de tener preferencia y el de la madre puede ponerse como primer apellido al bebé, según datos del ministerio de Justicia al que ha tenido acceso el Criaturas, un 11,1% de los niños nacidos en España desde 2017 han roto la tradición patrilineal. En esta cifra, obtenida del DICIREG, la plataforma electrónica del Registro Civil en España, están excluidos los registros no digitalizados.
La norma sigue siendo, pues, poner a la criatura el apellido del padre frente al de la madre. Así lo hizo Núria, madre de Roc Fernández Dalmau, que cedió el primer puesto al apellido del padre, a pesar de haber ganado la jugada con la que debían escoger el orden de los apellidos. "Me hizo creer que a mí me importaba menos que a él que mi apellido estuviera delante. Porque en cierto modo era verdad, llevamos tantos años de tradición que para mí era como una propina, mientras que para él era un derecho, un derecho que había perdido, y yo una propina a la que había renunciado", explica. Finalmente, Núria acabó cediendo y pusieron al niño primero el apellido paterno.
La tradición patrilineal surge como un reconocimiento al papel de cabeza de familia del padre, que, cuando llamaba a sus hijos con su apellido, se daba por supuesto que se trataba de un nacimiento legítimo y que el hijo podía heredar sus bienes. existe como derecho que busca ser equitativo, pero la práctica cultural sigue dando preferencia al apellido del hombre”, explica Bruna Álvarez, profesora de antropología social e investigadora del grupo AFIN de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). la modificación del Registro Civil, en España hasta el año 2000 era obligatorio que el apellido del hombre fuera el primero que llevara al bebé. se permitió la opción de cambiar el orden, pero era necesario enviar una solicitud y que los dos progenitores hicieran una declaración de mutuo acuerdo, ya que todavía se consideraba la preeminencia masculina. La actual legislación no da prevalencia a orden alguno y deja la elección a los padres. Aún así, el 88,9% de inscripciones de bebés que se han realizado desde 2017 ha sido con el apellido paterno primero.
Costumbre patriarcal
"El peso de la tradición es importante. Querer poner al hijo primero el apellido de la mujer puede generar una revolución familiar y unos malos rollos muy fuertes", advierte Álvarez. La decisión muchas veces implica a los abuelos maternos, los paternos, familiares cercanos, es decir, la familia extensa, y todo el mundo opina. “Esto lo hace más complejo, porque con el cambio generacional, para la gente mayor es como tocar un orden social. En estos casos, la decisión se convierte en una voluntad política”, explica la antropóloga. Núria está de acuerdo: “Por el lado de mi pareja fue el primer nieto, y si hubiéramos cambiado el orden de los apellidos a mi suegro le habría sabido mal”.
Como Núria, a pesar de la implementación de la reforma, nueve de cada diez familias han optado por mantener el apellido paterno en primer lugar. “La prevalencia del apellido masculino es cuestión de costumbres patriarcales, es un tema de tradiciones; a la gente le cuesta romper con la tradición, y van siguiendo la inercia”, explica Judit. La presión familiar, el peso de la tradición y el hecho de que la ley haya sido modificada recientemente hacen que sea todavía una opción poco utilizada. “Las mujeres todavía no lo hemos creído ni como derecho; somos hijas de una generación, lo llevamos a nuestro ADN”, dice Núria.
“¿Por qué el tuyo?”
"¿Qué necesidad hay?" o "Pero, ¿por qué?" son algunas de las preguntas que reciben muchas familias que han decidido primar el apellido de la madre por delante de la opción tradicional, el del padre. “Muchas mujeres deben justificar un “porque”, en cambio, los hombres no. Es esa idea de lo que es la normalidad versus lo diverso”, advierte Álvarez.
Además, el hecho de que en España la mujer no adopte como propio el apellido del marido, como ocurre en muchos países de raíz anglosajona, y que, por tanto, la criatura lleve el apellido de la madre es una variable que juega a favor del mantenimiento de la tradición patrilineal. "Hay muchas familias que quizás no lo ven como algo importante, porque tampoco ni se gana ni se pierde nada, es una cuestión de reconocimiento social. Salvo que sea un caso en el que se pierda el apellido, donde entonces se convertiría en una negociación", explica la antropóloga. Como el caso de Judit, en el que peligraba la supervivencia de su apellido familiar y tenía claro que quería ponerlo primero. "Nuestra hija nació en 2017 y justo cuando nos enteramos del cambio de la reforma tuvimos muy claro cuál sería el orden de los apellidos, queríamos mantener el apellido de mi familia, ya que, si no, se acabaría perdiendo" , explica. Además, tenía terreno ganado, ya que su marido, André, es brasileño, y la tradición en Brasil es justamente poner a la criatura primero el apellido de la madre. Sin embargo, asegura que en caso de que no lo fuera, habrían tomado la misma decisión. "Nunca hemos dado prioridad a que sea el padre quien ponga su apellido", explican.
Aunque los datos muestran la baja adopción en la prevalencia del apellido de la madre por encima del padre, es un acto simbólico importante para las generaciones pasadas y futuras. “La práctica social va por un lado, pero lo importante es que el derecho esté reconocido y que se pueda pensar como un cambio de estructura y de modelo social”, explica Álvarez. "Hice un sacrificio al aceptar el apellido del padre primero, pero con el tiempo esta decisión me molesta porque me hubiera gustado que el discurso hacia mi hijo hubiera sido otro, y ahora, es todo lo contrario", dice Núria , que ahora se plantea hacer el cambio de orden de los apellidos de su hijo Roc.
Dime dónde has nacido y te diré qué apellido llevas
En todo el mundo son pocos los países en los que las criaturas llevan los dos apellidos, el paterno y el materno. Y aún es menos habitual que prime el de la madre en primer lugar. “Es muy poco común nuestro contexto en el que las mujeres nunca cambian el apellido. En muchos países, la mujer adopta el del marido una vez se casa, y por tanto se convierte en un marcador de estatus familiar o de pareja muy importante; de la misma forma si te vas separando o divorciando, te vas cambiando el apellido”, explica Bruna Álvarez, antropóloga de la UAB. Éste es el caso de las regiones de tradición anglosajona, donde la práctica común es que los hijos sólo tengan un apellido, que es el del padre, porque cuando la mujer se casa, adopta el apellido de su marido y lo añade a su o lo elimina.
En Europa, Portugal incluye a los de los dos progenitores y tradicionalmente se pone el materno en primer lugar, pero lo que se transmite a las siguientes generaciones es lo que está en segunda posición. Lo mismo en Brasil, donde se hereda primero el de la madre y, en segundo lugar, el del padre. Pero también se pueden poner otros apellidos familiares y no es necesario que los hermanos tengan los mismos apellidos.
En Italia, donde tradicionalmente sólo se ponía el de padre, en el 2016 se permitió la inclusión también del materno y la norma permite poner al niño ambos apellidos o sólo uno. En Alemania los progenitores deciden qué apellido elegir para sus hijos, puesto que no se permiten apellidos dobles. En países escandinavos como Noruega, Suecia, Dinamarca y Finlandia, las parejas tienen la opción de elegir entre dar al hijo el apellido de la madre o el del padre o unirlos como un apellido compuesto. En el caso de Noruega y Suecia, además, si no se notifica ninguna preferencia, de forma predeterminada el bebé es registrado automáticamente con el apellido materno. En Islandia, se utilizan patronímicos para formar los apellidos de los hijos, es decir, utilizan el nombre de la madre o del padre con el sufijo '-sueño' para los niños y '-dóttir' para las niñas.
En Argentina, tradicionalmente se pone al bebé sólo el apellido del padre y, por tanto, sólo lleva uno. En Japón, al casarse la mujer pierde sus apellidos y la descendencia recibe de forma automática los apellidos del padre.
En Rusia se forman los apellidos de los hijos incluyendo un sufijo en el nombre del padre, que varía dependiendo del género. En China, las mujeres conservan el apellido de soltera después de casarse, pero es el padre quien decide la orden del apellido de sus hijos.