'Pobres criaturas': un Oscar para el vestuario más excesivo y simbólico

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Una escena de la película 'Pobres criaturas'

El diseño de vestuario es un pilar fundamental para el cine, tal y como constataba en la ceremonia de los Oscar de este año el luchador John Cena. Complemento desnudo, se tapaba los genitales con el sobre que custodiaba el nombre de la diseñadora Holly Waddington, ganadora del premio al mejor vestuario por su trabajo excepcional en Pobres criaturas.

El filme, dirigido por Yorgos Lanthimos, narra la historia de Bella Baxter, una chica que, bajo la represiva y patriarcal era victoriana, decide quitarse la vida. Pero un cirujano la salva después de trasplantarle el cerebro del bebé que estaba gestando. Baxter es el experimento de una niña en un cuerpo adulto, que afronta el mundo con la libertad, la naturalidad y la irreverencia infantil. Desde la tutela castradora de los hombres que quieren controlar su destino, Bella inicia un camino vital para abrazar un empoderamiento con tintes feministas. Y a todo ello, una indumentaria de gran complejidad que, en sintonía con la película, rehuye la recreación histórica literal y apuesta por el expresionismo y, en cierto modo, el futurismo, que resulta esencial para comprender la evolución de los personajes .

Baxter inicia su nueva vida con unos trajes de carácter infantil, con toques de muñeca y carencia de calzado, aludiendo a la naturalidad del personaje y la recientemente estrenada psicomotricidad. Con el tiempo, cada vez incorpora más prendas, pese a que éstas desafían sus usos y combinaciones. Tal es el caso de un polizón o unas bragas convertidas en ropa exterior, porque un rasgo propio del comportamiento infantil es la desinhibición hacia la desnudez. La Bella se viste aparentemente de forma incompleta, para evidenciar que es una mujer en proceso de construcción. La desproporción y la distorsión hasta el absurdo atraviesan la totalidad del filme, desde la ropa hasta la imagen y el sonido, ya que es la óptica perfecta desde la que poner más fácilmente en duda lo establecido.

La protagonista quiere explorar el mundo y viaja a Lisboa, donde descubre su libertad y sexualidad desde una inocencia y espontaneidad plasmadas en una ropa etérea, de tonos pastel y mal combinada, porque Bella aún no sabe cómo comportarse. se ni cómo vestirse como es debido. Y como elemento protagonista, los hombros, que a través de mangas jamón visibilizan la voluntad de empoderamiento. París, sin embargo, la pone en contacto con la dura realidad de la prostitución, con un abrigo de látex que recrea los preservativos de la época. Un momento de reflexión profunda con tintes socialistas, donde la ropa se torna oscura y dura como eco de los uniformes estudiantiles y la ropa masculina. Su boda pone punto y final a su viaje y, esta vez, lo hace con un hombre que la respeta. Por eso, el traje destaca por tener unas mangas voluminosas y transparentes, como metáfora de sus pulmones, ahora sí, llenos de oxígeno para poder respirar.

Pero Bella aún tiene una cuenta pendiente: encararse a su primer marido. Y aquí es cuando la indumentaria toma los rasgos más esenciales de la moda de finales del siglo XIX. La vaporosidad del principio deja paso a la pesadez de los tejidos oscuros y al encarcelamiento y la disciplina del corsé victoriano, aunque es precisamente desde esta estructura ósea reflejada en el vestido desde donde saca la fuerza para romper con el pasado. La opresión se resuelve al final del filme, cuando la protagonista llega a la tranquilidad del color blanco que lo impregna todo; un color precisamente fundamental para las feministas de la época.

El papel de Bella Baxter ha otorgado a Emma Stone el Oscar a mejor actriz. Un premio que, como ella misma explica, es fruto de la colaboración de muchos profesionales, entre ellos Holly Waddington seguro que ha tenido un papel primordial. Parafraseando a la artista Natalia Goncharova, “el traje teatral representa el signo particular, el detalle significativo contribuye a explicar el personaje y sus posibilidades. Ayuda a crear la atmósfera deseada, incluso antes de que el intérprete hable, baile o cante”.

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