Portugal frena (de momento) la ultraderecha

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El nuevo primer ministro portugués Luis Montenegro.

El nuevo gobierno de Portugal de la Alianza Democrática del conservador Luis Montenegro es fruto de un pacto de mínimos contra la ultraderecha, que en las últimas elecciones experimentó un gran crecimiento: en el último ciclo electoral, Chega ha pasado progresivamente de 1 a 12 escaños y ahora de 12 a 50, un salto espectacular. Pero ese fuerte crecimiento no le ha abierto las puertas del poder. El nuevo primer ministro, con sólo 80 diputados en un Parlamento con 230 escaños, ha cumplido con la promesa de evitar el acercamiento a Chega. Éste es el hecho político más relevante del caso portugués en el marco del avance global del populismo ultra, una sombra alargada que también condicionará los próximos comicios europeos. Si en muchos países, como ocurre con el PP en España, las derechas tradicionales han ido blanqueando a los ultras, en Lisboa no se ha traspasado la línea roja de incorporarlos a las instituciones.

Tras casi una década de gobiernos de izquierdas, Montenegro ha sido investido con la complicidad inicial externa del Partido Socialista (78 diputados), el PS de un António Costa que había ganado con una sorprendente mayoría absoluta, pero que se vio empujado a plegar y avanzar comicios bajo acusaciones de corrupción. Con las dos primeras y tradicionales fuerzas muy igualadas, y la extrema derecha subiendo, la inestabilidad está servida. Montenegro tendrá que negociarlo todo, ley a ley, empezando por los decisivos presupuestos de otoño, que serán la prueba de fuego de su capacidad de permanencia. Su gran éxito ha sido acceder al poder pero ahora viene lo más complicado. El PS, sin duda, ha hecho un doble cálculo: por un lado, se apunta el triunfo de haber contribuido a cerrar el paso a Chega y, por otro, tiene en sus manos un gobierno en minoría.

De entrada, Montenegro ha empezado jugando fuerte con un gobierno "de combate político", con primeras espadas de su Partido Socialdemócrata (PSD) en los ministerios clave (Exteriores, Estado y Finanzas, y Economía), suprimiendo Vivienda y creando Juventud y situando en las carteras más sociales (Sanidad, Educación y Trabajo) nombres que hasta ahora se han mostrado partidarios de la desregulación, de los recortes salariales y de pensiones, y de la privatización de servicios públicos. Veremos si por este lado no acaba buscando los votos de Chega, tratando de quedarse con su discurso y de paso de frenar su ascenso electoral. Si, en cambio, mantiene la apuesta por el PS, habrá que tragar muchos sapos ideológicos y dejar en este caso campo libre en la demagogia de Chega.

No lo tendrá fácil, pues. Son muchos equilibrios, los que tendrá que realizar Montenegro. Tiene los resortes del gobierno, y ciertamente en la oposición siempre hace más frío, pero su posición parlamentaria es de gran debilidad en un país dividido y desconcertado. En estas condiciones, y en un contexto de polarización del debate público, buscar la centralidad no será tarea sencilla. Las turbulencias están aseguradas en un Portugal que sufre una gran fuga de jóvenes: de hecho, el apoyo a la extrema derecha sobre todo ha sido relevante entre los votantes de la franja de 18 a 34 años. Habrá que seguir con atención el experimento portugués.

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