Tradiciones

¿Es posible mantener los hábitos saludables durante las comidas de Navidad?

Entre atiborrarnos y privarnos de todo hay un punto medio que nos permitirá celebrar las comidas tradicionales manteniendo un cierto equilibrio

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Una mesa festiva llena de comer.

Vienen días de comidas copiosas, de consumir alimentos que no acostumbramos a llevarnos a la boca o, al menos, no con la frecuencia con la que lo haremos durante las fiestas de Navidad, durante las cuales solemos encadenar una comida con otra sin mucha tregua.

Según nuestras tradiciones, tenemos dos grandes bloques: uno al inicio de las fiestas con el tió, el día de Navidad y el de Sant Esteve y, posteriormente, el otro con la noche de Reyes y el día de Reyes, sin dejar de lado la nochevieja y, en algunas familias, la tradicional comida el día 1 de enero, en las cuales también acostumbramos a tener algún exceso.

Son días en los que algunas personas se encuentran ante un dilema entre el hecho de que son fiestas y tenemos ganas de celebrarlo y de disfrutar, pero, por otro lado, también somos conscientes de que los excesos se pueden moderar para conseguir encontrar un equilibrio entre el todo y la nada, entre el disfrute y el tedio.

“Tenemos que pensar que durante las fiestas, se ha calculado que podemos llegar a ingerir 2.500 calorías en una sola comida, que son las necesarias durante toda una jornada para un hombre y más de las necesarias para una mujer de estatura media”, afirma Anna Grífols, nutricionista colegiada. Entre atiborrarnos y privarnos de todo hay un punto medio que nos permitirá celebrar las comidas tradicionales, compartir con amigos y familia y mantener un cierto equilibrio saludable.

Moderación en el picoteo

Hay que tener en cuenta que estas comidas, generalmente, están compuestas de picoteo, dos platos y postres. Aquí se suman las bebidas alcohólicas que acompañan los platos y la sobremesa. Son menús muy ricos en proteína –mucha más de la necesaria–, en grasas –no precisamente de aquellas que denominamos saludables– y en azúcares; todo ello suma un buen puñado de calorías y de alimentos poco saludables. “Los más peligrosos son los picoteos y las sobremesas. En los picoteos abundan los alimentos fritos, los embutidos, los montaditos, las mayonesas, etc. Y durante las sobremesas larguísimas se consume alcohol, se comen turrones, bombones, polvorones...”, explica Grífols, que propone “tomarnos el picoteo con moderación, probando y saboreando bien cada una de las opciones sin abusar para no llegar a los platos principales demasiado llenos y también poderlos disfrutar”.

Pero quizás, precisamente, los momentos más esperados y disfrutados son el picoteo y la sobremesa. Momentos desenfadados que no se repiten en otros momentos del año y que conseguimos compartir con personas que quizás no solemos tener cerca. No hace falta que los eliminemos: una buena propuesta sería eliminar uno de los dos platos principales, que acostumbran a ser muy contundentes, con bechamel o rellenos que aportan muchas grasas a través del aceite o la mantequilla. En este sentido, Grífols nos ofrece diferentes opciones: “Podemos picotear y centrarnos en solo uno de los platos o bien que el primero sea una ensalada –que se pueden hacer muy atractivas y sabrosas– para hacer colchón, no tener tanta hambre y no abusar del resto de cosas, o bien que la guarnición sea a base de verduras, que se pueden cocinar de diferentes maneras”.

Inma Clemente, diseñadora, deportista, amante de la cocina y una persona muy concienciada en cuanto a la alimentación saludable, tiene propuestas muy atractivas al paladar para el picoteo: “En las fiestas preparo comidas para bastantes personas, de todas las generaciones. A mis propuestas saludables hay quien es un poco reticente al principio, ven un plato en la mesa de color rojo y cuando les digo que es humus de remolacha ponen una cara extraña, pero cuando lo prueban, repiten”.

Hay dos clases de personas: aquellas a las que les encanta cocinar y disfrutan también de la preparación de las comidas pensando en cómo el resto de invitados se chuparán los dedos y aquellas que lo que quieren es despreocuparse totalmente. Para todos aquellos que se identifican con el primer grupo, Clemente tiene una propuesta: “Los pasteles y los postres los hago yo y procuro no añadir azúcares refinados, aprovecho las frutas o los dátiles para endulzarlos. Si hago platos tradicionales siempre utilizo productos no procesados y cocino platos donde haya verduras o, por ejemplo, la bechamel de los canelones la hago con coliflor y ni se dan cuenta”.

La hora de los postres

Pero por si no teníamos suficiente, cuando ya estamos llenos, llegan los postres y la sobremesa, que serán ricos en azúcares y grasas: “Hay propuestas festivas como un puding de piña, un tártar de mango o una macedonia variada que pueden contribuir a equilibrar la comida”, dice Grífols. Y nos puede ayudar a no tener tanta hambre y llenarnos de turrones y dulces que, no es que los tengamos que evitar, al contrario, pero podemos procurar no excedernos.

También nos puede pasar que a la hora de la verdad no queramos privarnos de nada, que tengamos ganas de soltarnos por completo: “Soy bastante contraria a las compensaciones alimentarias, pero en épocas así puede estar bien equilibrar la ingesta durante toda la jornada”, comenta Grífols. “Por ejemplo, si sabemos que la cena será contundente, podemos hacer una comida mucho más suave, con un gazpacho o una crema de verduras; o al contrario, si hemos comido mucho, la cena puede basarse en fruta y un yogur”, nos dice.

Una de las cosas que también nos puede ayudar a pasar mejor tantos días de excesos es hacer actividad física moderada, salir a andar, a correr. Puede ser un buen momento para compartir ratos diferentes con los amigos o los miembros de la familia. Subir el pesebre a un monte cercano, ir a comer turrones y a cantar villancicos en algún punto emblemático. Son actividades y tradiciones bonitas que se pueden compartir con pequeños y mayores y que convertirán días de mucho sedentarismo y de una ingesta exagerada en jornadas algo más saludables manteniendo el espíritu de Navidad y de las fiestas.

Y para acabar –nuestras dos colaboradoras en este artículo y otros profesionales del sector como Àstrid Barqué, dietista y coach nutricional, así lo piensan– es muy cierto que “las fiestas son celebraciones puntuales, y si somos personas sanas y el resto del año tenemos muy integrados los hábitos saludables, podemos permitirnos en días determinados no comer tan sano porque sentarse alrededor de una mesa también es un acto social, donde se comparten platos, conversaciones y momentos especiales”.

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