Sábado en Colapso, Ricard Ustrell conectaba con el profesor Frederic Vincent: “Profesor Vincent, ¿qué tal? ¡Buenas noches!”, le decía después de anunciar la videollamada. Más tarde, recibió como invitado al profesor Xavier Sala i Martín. “Profesor, ¿qué tal? Buenas noches. ¿Cómo estás?” Interpelar a los académicos con el título delante es una muestra de respeto que pone en valor su conocimiento. No hace muchos días, Helena García Melero daba la bienvenida al catedrático de estructura económica siguiendo el mismo patrón: "Profesor Santiago Niño Becerra, buenos días y bienvenido". Con el profesor Josep Oliver, catedrático emérito de economía, la presentadora le demostraba la misma deferencia: "Profesor Joan Oliver, un placer grande que nos haya acompañado hoy". Ariadna Oltra hace lo mismo: “Profesor Arbós, gracias por estar en Por las mañanas”, le decía al catedrático de derecho constitucional de la UB. Al catedrático Jordi Nieva de derecho procesal le daba la bienvenida con un “Buenos días, profesor. Y gracias por estar en Por las mañanas hoy”. Y con el catedrático de economía Guillem López Casasnovas incluso hizo un doblete de títulos: “Doctor, profesor, ¡buenos días!”
Pero, en general, en televisión y en la vida cotidiana hay una tendencia general a prescindir de este trato con las catedráticas que son entrevistadas. Siempre hay excepciones, pero a menudo la forma de recibirlas es por su nombre y apellido. “Concepción Patxot, ¡buenos días!”, saludaba Oltra tras especificar que era catedrática de economía. En la mesa del programa, cuando dialogaba con Karina Gibert, catedrática y directora del IDEA-UPC, no utilizaba el “Profesora Gibert”. Y en el Todo se mueve Melero se despedía de la catedrática de física atmosférica Carme Llasat con uno: “Gracias, Carme”.
La tónica habitual demuestra que a las mujeres académicas cuesta más que se las interpele como profesoras o doctoras. Cuesta sentir “Profesora Patxot, buenos días”, “Profesora Sallés, buenas noches” o “Profesora Llasat, bienvenida”, mientras que en los hombres sale de manera más espontánea y es casi una tradición televisiva. En algunos casos, ya sale por inercia cuando se llama su nombre. Tampoco es fácil encontrar un “Doctora Freixes, qué opina de...” o “Doctora Guibernau, qué le parecen los datos...” Es un síntoma claro y una herencia de cómo el patriarcado ha monopolizado el ámbito académico y, sobre todo , el conocimiento. Aunque las mujeres ya formen parte de la estructura universitaria, por razones de informalidad, mal olor u olvido, a los medios a menudo no se les da el mismo trato académico que se utiliza en sus iguales masculinos catedráticos. Seguro que es un mecanismo inconsciente, pero estaría bien que la televisión pública uniformizara el criterio sobre cómo referirse a los académicos y cómo tratarlos sin sesgos de género y que los presentadores fueran sensibles a ese desequilibrio. Y no sólo por una cuestión sexista, sino también por poner en valor el conocimiento y la formación académica. Los medios que más han integrado este trato protocolario de respeto son, precisamente, los de países que más valoran y potencian la investigación universitaria.