Este año hace veinte años de la muerte de Ramon Margalef López (1919-2004) y cincuenta de la publicación de su inmenso tratado Ecología (Ed. Omega, 1974). Margalef fue extraordinario, como científico y persona. En las décadas de 1950 y 1960, fue el científico español de cualquier ámbito con más citas de otros autores. Fue un innovador en limnología (el estudio ecológico de las aguas continentales), ecología marina y ecología teórica. Su libro Perspectivas in ecological theory (1968, University of Chicago Press) tuvo un gran impacto. Ha sido considerado uno de los tres científicos españoles más destacados, con los premios Nobel, Ramón y Cajal y Severo Ochoa, lo que le convierte en el mayor científico catalán. Ningún ecólogo ha recibido el Nobel, pero él ganó el premio canadiense Huntsman, considerado el Nobel de la oceanografía, y prestigiosos premios en Francia, Mónaco, Alemania, Italia y, naturalmente, España y Cataluña. Fue miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos y recibió seis doctorados honoris causa, entre ellos en Francia, Canadá y Argentina. Sus artículos de 1958 (The theory of information in ecology, publicado antes en catalán) y de 1963 (Donde certain unifying principles in ecology) figuran entre los más influyentes en la biología del siglo XX. Escribió muchos libros, además de los ya mencionados, entre ellos el también inmenso Limnología (1983, 1011 páginas), La biosfera: entre la termodinámica y el juego (1980), Teoría de los sistemas ecológicos (1991), Oblik Biosphere (1992, en ruso), Our Biosphere (1997, que traduje al catalán en 2013) y muchos más.
Margalef tenía una visión integradora del funcionamiento y estructura de los ecosistemas, donde se producen los procesos evolutivos, y lo elevó al conjunto de la biosfera. Contribuyó a iluminar el lugar y el papel de los humanos en su relación con el resto de la naturaleza. Escribió artículos y libros y el guión de alguna exposición, donde explicó lo que deberíamos tener presente para no destruir el ambiente que nos permite vivir. Advertía que la vida no necesita a los humanos, pero nosotros sí necesitamos la vida. Somos parte. Ahora que muchos biólogos de laboratorio, exaltados por los logros de la biología molecular, muestran cierto desprecio por los naturalistas, y que éstos van desapareciendo de las universidades, es bueno recordar la tradición de los Humboldt, Darwin, Wallace, Hutchinson, Mayr o EO Wilson, entre los que tiene un gran sitio Margalef, que han contribuido no sólo a entender mejor la naturaleza, sino también a entendernos mejor a nosotros mismos. En clase o hablando con Margalef, trabajando con él, aprendíamos sobre la vida y el mundo.
Investigador y sabio
Aficionado desde niño a la observación de los organismos de balsas y estanques, fue movilizado en 1938 y, terminada la Guerra Civil, tuvo que realizar un servicio militar de tres años. Después se ganó la vida en una compañía de seguros, pero siguiendo su vocación mantuvo una relación con el Instituto Botánico de Barcelona, hizo la carrera, se construyó él mismo un microscopio, publicó trabajos de limnología y leyó la tesis en 1951 .Había estado en Estados Unidos, donde los ecólogos le conocían, y trabajaba en el Instituto de Investigaciones Pesqueras (hoy Instituto de Ciencias del Mar), que llevó a un muy alto nivel y del que fue director entre 1966 y 1967, justo cuando yo terminaba la carrera, por lo que no hice la tesis con él. En 1967 se convirtió en el primer catedrático de ecología en el Estado, en la Universidad de Barcelona. De hecho, el edificio de la Facultad de Biología de la Universidad de Barcelona lleva su nombre, Margalef. También lo llevan un jardín en Montjuïc y un instituto de investigación en Alicante.
Margalef fue profesor mío durante la carrera. Después trabajé un tiempo en Edicions Omega, como revisor, y algo les asesoraba sobre libros de biología publicables. Sugerí el nombre de Margalef para hacer un texto de ecología y la propuesta cuajó en ese tratado de hace cincuenta años: lo escribió en menos de un año, con su Underwood anacrónica. Fue el libro de ecología más completo jamás escrito. Conseguí las oposiciones de profesor agregado de ecología en la Autónoma beneficiándome del acceso a las galeradas del libro. Después traté de poner en marcha la ecología terrestre en nuestro país y Margalef volvió a ser decisivo: nos puso en contacto con investigadores estadounidenses amigos suyos y aceptó la dirección inicial de un proyecto con ellos sobre funcionamiento de bosques mediterráneos. Después apoyó mi propuesta de crear un centro de investigación, el CREAF, un consorcio de la Generalitat que hoy tiene más de doscientas personas trabajando en él.
Margalef era no sólo un gran investigador, sino también un sabio. Tenía la amplitud de mirada, la humildad, la calidez humana y la generosidad necesarias para merecer este calificativo. Su mujer, Maria Mir, que murió ocho días después de él, le ayudó en todos los aspectos. La admiración y el cariño por Margalef las compartimos todos los que le conocimos. Tenemos el deber de recordar su legado a las nuevas generaciones.
Jaume Terradas es catedrático honorario de ecología de la Universidad Autónoma de Barcelona. Promovió y dirigió el CREAF durante diez años.