Los ratones ayudan a sus colegas cuando tienen dificultades
Tres grupos de investigación diferentes han estudiado la empatía y el altruismo en los roedores domésticos


Una de las características posiblemente más emocionantes de los humanos es la voluntad que mostramos de ayudar cuando alguien tiene una dificultad, especialmente, pero no sólo, si son amigos o si ya nos conocíamos anteriormente. Es una capacidad prosocial relacionada con la empatía que favorece la supervivencia de la especie y que se ha visto que también beneficia a quien ayuda, dado que recibe la aprobación del entorno, favorece las relaciones sociales recíprocas y mejora su estatus dentro de la comunidad. Sin embargo, se sabe que no somos la única especie que muestra ese comportamiento.
Para demostrar hasta dónde puede llegar esta ayuda en otras especies, tres grupos de investigación han publicado sendos trabajos en las revistas Science y Science Advances en el que han analizado el comportamiento de los ratones domésticos (Mus musculus) para ayudar a sus compañeros y compañeras cuando están inconscientes para que se recuperen. Estos tres estudios, encabezados por los neurólogos y neurobiólogos Pen Cao, Wenjian Sun y Fangmiao Sun y sus equipos de investigación, han demostrado que estos animales no sólo reconocen cuando un compañero está inmóvil, sino que intentan reanimarle activamente. Este hallazgo abre nuevas perspectivas sobre el comportamiento social en los mamíferos y podría tener importantes implicaciones en la comprensión de la empatía y la ayuda altruista.
¿Empáticos y altruistas?
En uno de los experimentos se analizó el comportamiento de 200 parejas de ratones en cuatro situaciones distintas: cuando su compañero estaba activo, dormido de forma natural, inconsciente por una anestesia leve o muerte. Los resultados revelaron que los ratones dedicaban casi el 50% del tiempo a interactuar con el individuo inconsciente intentando que se recuperara, especialmente si ya lo conocían antes, pero también, aunque con menor intensidad, si era un desconocido. Además, los ratones reanimados por compañeros se recuperaban con mayor rapidez que los que se despertaban solos de la anestesia. El compañero se acercaba y le lamía intensamente. Y si no respondía, le mordía el hocico y le estiraba la lengua, para reanimarlo. Este comportamiento, en cambio, no se daba cuando el otro ratón estaba despierto, simplemente dormido de forma natural o si hacía poco que estaba muerto, lo que indica que estos roedores distinguen claramente entre un estado de sueño normal y una situación de emergencia.
Otro de estos estudios analizó cuáles son las bases neuronales de ese comportamiento prosocial. Los investigadores encontraron que la manipulación de la lengua por parte del compañero activa un circuito neuronal específico que existe entre la lengua y el cerebro que ayuda a restaurar el estado de conciencia del animal afectado. Este circuito relaciona el llamado núcleo mesencefálico del trigémino, que está implicado en la propiocepción de la musculatura masticadora, y el locus coeruleus, que modula los estados de alerta y atención. Observaron que la estimulación mecánica de la lengua tiene un efecto directo en la respiración y el ritmo cardíaco del ratón inconsciente, lo que aumenta las posibilidades de recuperación y el acelera.
Por azar, en uno de estos trabajos los investigadores observaron que uno de los ratones inconscientes tenía una pequeña bolita de poliestireno expandido (porexpán) en la boca que le dificultaba aún más la respiración. Para ver hasta qué punto el compañero era capaz de detectar esta situación y extraerla para facilitar su recuperación, diseñaron otro conjunto de experimentos. A los ratones inconscientes les introdujeron de forma expresa una bolita de porexpán en la boca o, alternativamente, como control, en el ano o en la vagina, donde no dificultaba la respiración. Los compañeros que les ayudaban sólo intentaban retirar la bolita que tenían en la boca, pero en ningún caso intentaban retirar la bolita que los ratones control tenían en el ano o en la vagina.
Cabe decir que estos experimentos, que han sido realizados con animales sensibles, deben ser aprobados con anterioridad por comités de ética de experimentación animal, que valoran el grado de sufrimiento de los animales en relación a los conocimientos que se espera obtener de los estudios, lo que no impide que algunos aspectos, como la introducción de bolitas de porexpán, no puedan ser criticables.
Finalmente, se vio que, en lo que se refiere a las hormonas, los ratones que ayudaban a los compañeros experimentaban un aumento del nivel de oxitocina, una neurohormona que, entre otras funciones, está implicada en la empatía y la socialización. Esto sugiere que el comportamiento de ayuda no es meramente reflexivo, sino que puede estar relacionado con una recompensa de carácter social que favorece la cooperación en el grupo. Según los investigadores, este descubrimiento tiene importantes implicaciones en el campo de la neurociencia y la psicología social, por ejemplo en condiciones como el autismo, donde los mecanismos de empatía y ayuda pueden estar afectados. Comprender cómo funciona este comportamiento en ratones puede proporcionar pistas sobre los circuitos neuronales implicados en la prosocialidad humana.