'Sálvame' hace las Américas

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¡Sálvese quien pueda!

El programa Sálvame, el circo de las tardes de Telecinco que fue clausurado este verano por Mediaset, ha resucitado a Netflix. La plataforma ha rescatado a una parte del equipo del ostracismo mediático. Y lo ha hecho llevando al extremo su espíritu de reality y utilizando el despido como parte del relato. ¡Sálvese quien pueda! acoge a Belén Esteban, a Terelu Campos, a María Patiño, a Kiko Matamoros, a Lydia Lozano, a Chelo García Cortés, a Kiko Hernández ya Víctor Sandoval y les hace viajar hasta Miami para encontrar trabajo. Los tres capítulos que por el momento se han estrenado mantienen el esperpento y el patetismo habitual que siempre ha caracterizado este formato. Por el momento, el espectáculo tiene la artificialidad propia de este género, aunque esto sea una paradoja. Más que espontaneidad, existe mucha teatralidad desesperada de los protagonistas para exagerar su conducta y estimular la herramienta principal y necesaria: el conflicto. Cuando cogen el avión intentan embarcar como si fuera una maleta una especie de púlpito que tenían en el plató, contradiciendo las órdenes de la azafata. Buscan excusas constantes para la discusión entre ellos y, en el supuesto proceso de encontrar nuevas oportunidades laborales en las Américas, se hace evidente que se falsean tramas para que aporten cierto dramatismo al proceso de selección.

¡Sálvese quien pueda! se aprovecha del choque cultural que supone cruzar el Atlántico y encontrar trabajo en un medio con otras inercias, famosas y costumbres. Pican en la puerta de otros programas similares a Sálvame y se relacionan con los colaboradores de allí. La parte cómica radica en hacer partir a los personajes de cero, que deban presentarse como desconocidos. La variante dialectal latina, muy influida por la nomenclatura anglosajona, deja fuera de juego a los protagonistas. Ahora les colaboradores pasan a llamarse panelistas. Y uno de los desprecios recurrentes es que los tachen de muppets, muñecos como los de Barrio Sésamo. Pero la pronunciación genera confusión en Belén Esteban y Lydia Lozano: “¿¿Mopas? ¿Qué son mopas?

Uno de los ámbitos que también explota este reality es el del aspecto físico de los protagonistas. Mediaset ha marcado fuertemente el estilismo de unos personajes que, con el tiempo, se han convertido en grotescos. Algunos han abusado de la cirugía plástica y otros se han construido una imagen prefabricada a base de toneladas de maquillaje y peluquería. El reality explota, por tanto, la deconstrucción de estos colaboradores: aparecen con ropa cotidiana, sin arreglarse para el espectáculo. Se establece un juego entre lo que ocurre delante y detrás del show. En el esperpento hay que añadir las luchas contra colaboradores estrafalarios de los medios de Miami, con una rivalidad cruel para conseguir un puesto. “Cuando yo ingresé, vino al diablo. Los panelistas eran seis o siete diablos reales. Sobre energías son realmente aterradoras ”, dice uno de los colaboradores que hacía el casting.

¡Sálvese quien pueda! es una caricatura grotesca de un pseudofenómeno migratorio para encontrar trabajo. Aunque en esta representación tronada de Netflix, más que la cultura del esfuerzo y la dignidad del trabajador, está la barra del vividor.

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