'EPIC FAILS'

La sonada muerte de Musical Emporium entre souvenirs

Marc Amat
3 min
La sonada muerte de Musical Emporium entre souvenirs “La gentrificación turística asociada a la marca Barcelona y la digitalización de la industria musical fueron una combinación letal para Musical Emporium -explica Walter Garcia-Fontes, decano de la Facultad de Economía y Empresa de la UPF-. Aún así, podría haber sobrevivido vendiendo productos descatalogados en internet”.

Una mujer cargada con dos bolsas de Zara atraviesa la Rambla como un rayo, esquiva un taxi y se detiene ante el escaparate del número 129. Jadea. Se ajusta la mascarilla y se recoloca un par de mechones de pelo tras la oreja. Ante ellos, dos grandes pósters con la palabra yes dibujada con los símbolos monetarios del yen, el dólar y el euro, pintados de un lujoso color dorado. A derecha e izquierda, cuatro carteles exageradamente llamativos con la palabra change atrapan durante unos segundos sus retinas y le acompañan hasta que cruza la puerta. Dentro del establecimiento de cambio de divisas, un hombre le espera tras el cristal blindado del mostrador. Ella no lo sabe porque una vez en su interior no hay nada que se lo indique, pero las paredes del local donde ahora tintin las monedas habían oído sonar acordeones, mandolinas, sitares y guitarras durante años y cerraduras.

Todavía hoy, todos los amantes de la música recuerdan a la Musical Emporium, una de las tiendas de instrumentos musicales más emblemáticas de Barcelona. Después de 114 años, en invierno del 2014 bajó la persiana por última vez. El único rastro que queda es en la fachada del edificio, donde se conserva el zócalo de madera, el escaparate, una puerta de cristal con la figura de Euterpe -la musa de la música- y dos pequeñas marquesinas con el nombre del establecimiento. En el interior, de las míticas estanterías que aguantaron durante años toneladas de partituras ya no queda nada. Pero en el número 129 de la Rambla se sigue escondiendo una gran historia.

A finales de siglo XIX, Josep Llobet i Gardella decidió dejarlo todo e ir a probar suerte en Argentina. Volvió con dinero y con una idea de negocio: fundar una pequeña editorial de partituras. En 1900 creó Musical Emporium. La tienda, situada en una Rambla que apenas se empezaba a urbanizar, echó raíces y fue ganando notoriedad entre los músicos de la ciudad. El negocio fue pasando de generación en generación vendiendo partituras hasta que, en 1956, Lluís Castelló i Llobet cogió las riendas y decidió introducir un giro. “Cuando me puse al frente del negocio vi claro que, si queríamos continuar, teníamos que empezar a vender instrumentos musicales”, explicó Castelló a El Mundo en una de las últimas entrevistas concedidas antes de cerrar para siempre. La decisión les permitió aguantar varias décadas más, pero pronto llegaron nuevos retos.

La difusión de la música a través de internet, la falta de relevo familiar, el encarecimiento de los alquileres y la crisis económica de 2008 fueron cuatro de los ingredientes que obligaron a cerrar el negocio. "Pero, esencialmente, la desaparición de Musical Emporium se debió a la combinación de dos factores: la gentrificación de Barcelona y la digitalización de la música", analiza Walter Garcia-Fontes, decano de la Facultad de Economía y Empresa de la UPF . “La tienda no supo atraer a los turistas que pasaban por delante del establecimiento”, opina. Asimismo, según Garcia-Fontes, dejaron escapar otra oportunidad: vender online material antiguo ya menudo descatalogado de la tienda.

En diciembre del 2014 Musical Emporium dijo adiós. La tienda, que había logrado resistir durante años en medio de grandes firmas de moda, cervecerías, kebabs y souvenirs, no pudo superar la estocada final: la subida de alquiler que debía asumir por contrato a partir del 1 de enero del 2015.

La lección

“La gentrificación turística asociada a la marca Barcelona y la digitalización de la industria musical fueron una combinación letal para Musical Emporium -explica Walter Garcia-Fontes, decano de la Facultad de Economía y Empresa de la UPF-. Aún así, podría haber sobrevivido vendiendo productos descatalogados en internet”.

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