BarcelonaEl fútbol femenino catalán ha logrado en muy poco tiempo una repercusión y un nivel que lo han situado a la cumbre del planeta, hasta el punto que hoy la mejor jugadora del mundo es una catalana llamada Alexia Putellas. La futbolista de Mollet se coronó este lunes con el Balón de Oro en una ceremonia en París en la que estaban nominadas hasta cinco jugadoras azulgranas, la prueba evidente del dominio absoluto que ejerció el Barça durante la temporada pasada. La gesta de Putellas no tiene precedentes ni en el fútbol masculino, que nunca ha obtenido este galardón. Xavi quedó tercero hace justo diez años por detrás de Leo Messi y Andrés Iniesta.
El fútbol femenino ha vivido en los últimos años una eclosión de alcance mundial, con figuras carismáticas como la norteamericana Megan Rapinoe, y un aumento exponencial del interés mediático y el volumen de negocio. Las audiencias millonarias y los partidos ligueros con decenas de miles de espectadores ya no son una excepción. Las niñas que juegan a fútbol tienen hoy referentes en quien reflejarse que rompen todos los límites impuestos por los estereotipos de género. La misma historia de Alexia Putellas es un ejemplo de sacrificio y superación, desde que era la única niña que jugaba en la plaza del Ayuntamiento hasta que tuvo que salir del Barça para foguearse en otros clubes como el Espanyol y el Levante y después volver a casa. No lo ha tenido fácil. Ha tenido que luchar por cada paso profesional, del mismo modo que lo da todo sobre el césped.
Sería deseable que esta energía positiva del deporte femenino irrumpiera en unas estructuras a menudo viciadas, las del deporte profesional masculino, por años de gestión arbitraria y manchada de escándalos y casos de corrupción. Esto tampoco será fácil, puesto que la experiencia enseña que estas instituciones masculinizadas se resisten tanto como pueden a ceder protagonismo y, todavía menos, poder. La prueba son las dificultades que todavía tienen las jugadoras para pactar su convenio y conseguir unas condiciones económicas que estén a la altura de su proyección.
En este sentido, sería muy interesante y aleccionador que sus compañeros masculinos se solidarizaran con ellas y aprovecharan su posición de fuerza para presionar a su favor. Al fin y al cabo, el fútbol es de todos. El mundo del deporte profesional tiene que andar cada vez más hacia una equiparación real entre hombres y mujeres que borre discriminaciones como la que sufren algunas deportistas, como por ejemplo las del balonmano playa, a las cuales se obliga a vestir de determinada manera en un caso flagrante de sexualización. Si el deporte actúa como punta de lanza, esta normalización de la igualdad se filtrará poco a poco al resto de ámbitos de la vida.
En este sentido, Alexia Putellas ha hecho mucho más que ganar un galardón y un reconocimiento. Ha demostrado por la vía de los hechos que, si se dan las condiciones externas óptimas, una niña de Mollet puede llegar a ser la mejor del mundo. No solo en fútbol, sino en lo que quiera.