La terapia del grito

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Knock Out

Esta semana se ha hecho viral un vídeo inquietante de una mujer gritando en la Plaça Sant Jaume en una manifestación contra la amnistía. Debía de rondar los sesenta años, melena rubia, gafas oscuras y gabardina azul marino. Sobre sus hombros, atada como si fuera una capa de superheroína, llevaba una gran bandera española. De repente, pareció que la vida se le iba por los pulmones. Abría una boca enorme. Se habría podido tragar a España entera. Enseñaba los dientes con rabia y cogía fuertemente las asas de su bolso como si estrangulara a alguien. El cuerpo le temblaba de tan fuerte que gritaba, vomitando desesperación y rabia.

Desde la compasión, tenemos que pensar que la pobre mujer necesitaba desahogarse, vete a saber por qué. Y pensó que quizá con la bandera española en la espalda tenía la coartada perfecta para soltar toda la rabia sin que nadie le pidiera explicaciones. Su cara desencajada recordaba al cuadro de Munch, la obra que representa tan bien la desesperación humana. Después de aquel grito largo y agudo, la mujer continuó su camino, tambaleándose un poco por el agotamiento del estremecimiento. Pero parecía aliviada. Como si parte de su angustia por la patria hubiera volado por el cielo.

La escena nos transportaba al grito de la actriz Liza Minnelli en la película Cabaret. Su personaje, Sally Bowles, grita lo más fuerte que puede mientras pasa el tren. Las sacudidas del convoy amortiguan el chillido. Cuando termina, las respiraciones de placer son propias de un orgasmo. “Perdone, señorita. ¿Solo ha gritado?”, le pregunta irónicamente Brian Roberts. Y ella lo invita a probarlo. El grito es catártico.

La terapia del grito se remonta a 1967 con la terapia primal creada por Arthur Janov. Una forma de psicoterapia que él consideraba adecuada para tratar traumas profundos originados en su primera infancia. Consideraba que el grito era una forma de llevar a la conciencia el dolor reprimido y escondido del pasado. John Lennon se convirtió en paciente de Janov y la experiencia influyó, decía él, en su disco John Lennon / Plastic Ono Band. Todo sea dicho, la terapia no tuvo mucha aceptación en el mundo académico por la falta de datos científicos sobre su eficacia.

Uppsala, en Suecia, es una ciudad universitaria. El barrio de Flogsta es el más poblado de estudiantes y todos conocen la tradición. Todas las noches, a las diez, lanzan un grito desde la ventana de casa. Hay varias teorías sobre esta costumbre que empezó en los años 70. Unos explican que es en honor de un estudiante que se suicidó, solidarizándose con la angustia que sentiía cuando tomó esta decisión. Otros tienen una versión menos dramática: sencillamente empezó para combatir conjuntamente la presión de la vida académica.

Apenas hace un año, la periodista Samantha Lock publicaba un artículo en el diario The Guardian en el que hablaba de los scream groups que habían nacido a raíz de la pandemia. Grupos de mujeres que cada miércoles al anochecer se encontraban en parques y lugares públicos para gritar juntas. La iniciativa nació en Sidney y las shout sisters llegaron hasta Boston, Londres o Nueva Delhi.

Ante un mundo tan convulso donde tanta gente parece malhumorada, nos convendría hacer, de vez en cuando, como la señora del bolso y la gabardina. Encontrar un momento para soltar un buen grito, descargar los pulmones de angustia y seguir adelante. Atarse la bandera española a la espalda, recordad, es opcional.

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