Tradiciones

El Tinder de nuestros antepasados: "Quien no sabía bailar lo tenía mal para casarse"

Durante décadas, los bailes de las fiestas mayores eran el principal lugar de encuentro de hombres y mujeres para festejar

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Un baile de verbena de San Juan en la década de los años 50 en Barcelona.

BarcelonaPosiblemente, ésta es la historia de muchos de nuestros antepasados. El abuelo y la abuela se conocen durante las fiestas mayores. Son historias que empiezan con un baile, con una orquesta de fondo. Una noche de verano bajo la luz de los farolillos de la plaza. No importa si son las fiestas de un pueblo, de un barrio o de una ciudad. Son recuerdos que se cuentan con ternura desde butacas cubiertas de ganchillo.

Durante décadas, muchas parejas y matrimonios se formaron en las fiestas mayores. Y no es casualidad. Hasta casi los años setenta no existían muchos espacios de encuentro entre hombres y mujeres. "En algunos pueblos incluso había calles donde los hombres bajaban por un lado y las mujeres por otro", asegura Xavier Roigé, profesor de antropología y museología de la Universidad de Barcelona. Por eso, uno de los momentos más esperados del año era la llegada de la fiesta mayor. Aquel era uno de los pocos lugares de encuentro en los que se permitía una cierta proximidad.

Hay que tener en cuenta que, en esa sociedad, el concepto del amor era muy diferente al nuestro, sobre todo en las zonas más rurales, donde muchos matrimonios estaban arreglados. “Debemos entender que en la sociedad rural el hecho de casarse afectaba a toda la casa, porque lo habitual era que la mujer fuera a vivir a casa del chico. Por tanto, por el bien de la continuidad de la casa, los padres se veían con el derecho de decidir con quién se podía casar a su hijo”, matiza Roigé. Incluso había personas que iban por los pueblos a buscar a los candidatos ideales para inducir a los matrimonios. “Entonces, el baile era un poco el escenario público en el que se hacía el encuentro. Quien no sabía bailar bien, lo tenía mal para casarse, porque el baile era el espacio donde se configuraba todo”, apunta Roigé.

Bailar (poco) pegados

Eso sí, entonces la fiesta mayor no era un espacio privado para los jóvenes, como lo es hoy en día, donde se realizan cenas y actividades en espacios separados y sin ningún tipo de control. “Entonces todo se hacía bajo la atenta mirada del control familiar. La dinámica era ahora bailar con uno, ahora bailar con otro. Y si alguien estaba bailando mucho rato con alguien en particular, ya se empezaba a bromear, porque quería decir que ya se iba un poco más allá”, relata el profesor. Durante sus investigaciones sobre los matrimonios en la Vall d'Aran, a Roigé le llegaron a explicar que en algunas ocasiones había un hombre que, durante el baile, iba vigilando con una cinta métrica que una pareja no bailara demasiado junta o que una falda no fuera muy corta.

Tradicionalmente, la mayoría de las fiestas mayores se celebran en verano. Y, de hecho, es en esta época cuando está la fiesta por excelencia que siempre ha estado muy relacionada con el amor: San Juan. “Son días en los que el clima propicia que haya mayor proximidad y que sea más fácil establecer relaciones sociales”, continúa Roigé.

Por otra parte, también hay que remarcar que las fiestas mayores son un elemento fundamental de la identidad de un pueblo, lo que hace que sea el momento de reencontrarse con muchos parientes que se han ido a vivir fuera. “Esto ahora es así, pero en el pasado lo era aún más. Ahora tenemos fiestas y muchas actividades a lo largo del año, pero antes la fiesta mayor era uno de los pocos espacios importantes de reencuentro”, explica Roigé. Podían volver parientes interesantes para forjar nuevas relaciones. Claro que también era el momento de que, como todavía ocurre hoy, los jóvenes de la zona fueran a celebrar las fiestas mayores de pueblos vecinos. "Esto era una fuente de conocimiento de gente que propiciaba muchas relaciones amorosas", continúa el profesor.

Baile de fiesta mayor en Tírvia, en el Pallars Sobirà, en 1935.

Tiempo de estrenar traje

Todas estas combinaciones hacían que las fiestas mayores tuvieran un papel muy importante en la sociedad. Sin olvidar que durante aquellos días muchas cosas cambiaban: “Había una mayor permisividad social que no se daba en el resto del año. Cuando hay una fiesta rompemos nuestras barreras psicológicas y nos acercamos más unos a otros. Es una ruptura en la vida cotidiana, se estrena ropa nueva, se gasta el dinero en comida, se invita a los parientes, se permite el alcohol, el baile... Y todo ello también actúa como un freno de control para el resto del año”, reflexiona Roigé. En definitiva, una ocasión propicia para que el amor florezca o se induzca con los acuerdos de las familias.

Y en todo esto, el momento del baile es la clave para la formación de las parejas. "Un baile que antes estaba muy ritualizado, en una sociedad muy ritualizada, con muchas pautas que eran conocidas por la gente, como que el hombre siempre era quien sacaba a bailar a la mujer", relata Roigé. Toda esta situación cambió cuando, a partir de los años sesenta, empiezan a abrirse las primeras discotecas. Por fin los jóvenes podían tener un lugar de encuentro sin la atenta mirada de adultos y familiares. Hasta entonces, el único espacio mínimamente privado que habían tenido eran las salas de cine, por la oscuridad que ofrecían. "Pero la discoteca fue una revolución", apunta Roigé.

Fiestas renovadas

Precisamente, la llegada de las discotecas y el inicio del proceso de despoblamiento de muchas localidades hicieron que las fiestas mayores empezaran a tener cierta decadencia. Son los años sesenta y, según Roigé, existe una cierta estandarización y uniformización de la cultura promovida por el franquismo. Una situación que cambia durante la Transición, cuando los ayuntamientos comienzan a reinventar la idea de fiesta mayor y buscan elementos populares que llegan hasta la actualidad, como los correfocs o pasacalles. Es el caso de las fiestas del fuego en los Pirineos, que habían estado en proceso de extinción hasta casi los años ochenta.

Muchas cosas han cambiado desde esos bailes en la plaza donde se conocieron muchos de nuestros antepasados. Hoy en día en las fiestas mayores se celebran actividades para todas las edades y cada uno tiene su espacio. "Antes la fiesta era comunitaria e intergeneracional, todo el mundo lo celebraba ante la atenta mirada de los demás", remarca Roigé. Una fiesta en la que, pese al cotilleo y al control familiar, siempre había un espacio para que se produjera un nuevo amor.

Una celebración veraniega en Barcelona en 1955.
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