HOMENOTES Y MUJERES

La transgresora de las finanzas catalanas

Maria Àngels Vallvé se ha abierto camino en el masculinizado mundo de la bolsa

David Valero Carreras
3 min
M. Àngels Vallvé Ribera

Una de las oposiciones más inaccesibles que ha existido nunca es, sin duda alguna, la de agente de cambio y bolsa. Esta plaza, extinta en virtud de la ley del mercado de valores de 1988, permitía acceder al maravilloso mundo de los corretajes bursátiles, donde el beneficiario podía llegar a realizar una fortuna trabajando más bien poco. Lógicamente, los requisitos para acceder a ellos eran muy exigentes y, en consecuencia, las plazas eran privativas de las élites, que formaban un círculo más restringido aunque los votos en Eurovisión de los países escandinavos. Pero si ya de ordinario el acceso era difícil, lo que se propuso Maria Àngels Vallvé Ribera en 1971 era la cuadratura del círculo: conseguir la plaza de agente de cambio bolsa siendo mujer. En un entorno donde el machismo estaba tan presente que ni los protagonistas eran conscientes de ello, Vallvé tuvo suficiente con superar los exámenes, demostrar su origen burgués y atesorar una gran fortuna familiar. Simplemente no estaba bien visto que ejerciera porque era mujer y sólo hasta un par de años antes había sido prohibido. Pero como ya no había ningún argumento legal para cerrarle el paso, los señores del parqué tuvieron que acostumbrarse a verla negociar valores como cualquier otro.

No venía de una familia cualquiera. Su abuelo era Joaquim Ribera Barnola (de Metales y Platerías Ribera, quienes acuñaban la peseta) y su padre Joan Vallvé Creus, gerente de la misma compañía y cofundador de Òmnium Cultural, que presidió entre 1978 y 1984. Una presidencia , por cierto, encajada entre los mandatos de Pau Riera Sala -hijo de la empresaria textil Tecla Sala- y del experto en semíticas Joan Carreras Martí. Además, su tío era el empresario Andreu Ribera Rovira, pieza clave de las relaciones entre los empresarios catalanes y el régimen franquista. Por cierto, la escultura en forma de submarino de homenaje a Narcís Monturiol, obra de Subirachs, que se encuentra frente al edificio de la Mutua Metalúrgica (ahora MC Mutual) existe por iniciativa del propio Joaquim Ribera, que va pensar justo cuando se acababa de levantar el edificio.

Nuestra protagonista estudió económicas en la UB, donde se licenció en 1966 compartiendo aula con algunos nombres conocidos de la economía catalana como Mariona Carulla Font (Agrolimen), Carlos Colomer Casellas (Henry/Revlon), Andreu Mas-Colell (catedrático y exconseller) y Jaume Llopis Casellas (ejecutivo de grandes compañías). Pero con quien se acabó casando fue con el ayudante del catedrático, un joven olotense llamado Joan Hortalà Arau. Después de obtener el título de economista en la especialidad actuarial, trabajó unos años en el negocio familiar de metales para acabar preparando las oposiciones para agente de cambio y bolsa a partir de 1970.

En el momento del debut en la bolsa de Vallvé tomó mucha importancia la figura de Xavier Ribó Rius, porque no sólo fue su padrino en la toma de posesión, sino que, además, cuando se jubiló le traspasó su cartera que, por cierto, procedía de Francisco Cambó. El hijo de Xavier Ribó, Rafael, es una de las personas de mayor recorrido en la política catalana, y lleva años siendo el síndico de agravios.

En 1988 una ley extinguió la figura de los agentes de cambio y bolsa: si querían continuar intermediando en los mercados, debían constituir una sociedad y competir en un sector que se empezaba a liberalizar. Así nació GVC, donde Vallvé compartía capital con Xavier Garçon Torró, un agente que se jubilaba ese año, y con Francisco Contreras Góngora. Con el paso del tiempo, los dos socios masculinos se marcharon de la firma, que sería rebautizada como General de Valores y Cambios para reciclar las siglas. El gran salto corporativo fue en 2008, cuando decidieron adquirir su principal competidor en el segmento de firmas independientes, Gaesco, que había visto comprometida su solvencia por operaciones de algunos clientes. Así pues, la cartera del histórico gestor de patrimonios Pere Perelló Pons pasaba a manos del matrimonio Vallvé-Hortalà.

Si en 1971 Vallvé se atrevió a ser transgresora, treinta años después repitió la jugada cuando formó parte del primer grupo de mujeres admitidas en el Cercle del Liceu, club privado vinculado estrechamente al teatro barcelonés. Siempre rompiendo límites.

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