Moda

Uniformes de azafatas, chándales de súper y sexismo: todo lo que esconde la ropa de los Juegos Olímpicos

Los uniformes de la selección de Mongolia
26/07/2024
3 min

Está claro que los Juegos Olímpicos tienen su razón de estar en el deporte, pero sería ingenuo pensar que es el único ámbito que se juega el tipo. Por su gran repercusión mundial, son el escaparate perfecto para que una gran diversidad de campos saquen pecho, y uno de ellos es, claramente, la moda. De hecho, uno de los atractivos previos al evento son las presentaciones de los uniformes, venerados cuando aciertan pero fuente inagotable de memes cuando no están a la altura. Pero antes de juzgarlos demasiado a la ligera es necesario tener en cuenta los requisitos que deben satisfacer.

En primer lugar, deben estar al servicio de los deportistas en cada disciplina, puesto que el objetivo principal es asegurar el mejor rendimiento. También debe tenerse en cuenta que no les lucirán modelos con físicos normativos y estandarizados, sino una grandísima diversidad de cuerpos, con morfologías y movilidades muy diversas. Y si esto no fuera suficiente, también deben representar la esencia cultural del país, sin olvidar la modernidad y el atractivo estético, ya que son una importante carta de presentación de los deportistas al mundo. Stéphane Ashpool, director artístico de Francia, sondeó a los atletas antes de diseñar los uniformes: "Todos decían lo mismo: «Queremos tener buena presencia, queremos ir actuales y cool. Sí, queremos parecer franceses, pero no queremos ser una bandera (andante) errante. Si sentimos que tenemos buen aspecto, esto aumentará nuestra confianza y, al mismo tiempo, maximizará nuestro rendimiento»".

Por tanto, saber conjugar estos factores es lo que hace que diseñar uniformes olímpicos sea una tarea tan compleja que, sea dicho de paso, rara vez satisface las expectativas.

Uno de los uniformes que integran el kit es el del desfile de inauguración, que a menudo olvida que estamos en un contexto deportivo y se acerca demasiado peligrosamente a los trajes de azafatas de congresos para ellas y de recepcionistas de hotel o tripulación de crucero para ellos, como ejemplifica Australia. Pero éste no es el peor de los casos, ya que cuando intentan hacerles más informales muchos deportistas corren el riesgo de confundirse con turistas, como en el caso de los diseños de Ben Sherman para Reino Unido.

Estados Unidos ha vuelto a confiar en Ralph Lauren, que ha recurrido a una estética preppy que poco tiene que ver con el mundo del deporte.

Estados como Francia e Italia, verdaderos referentes en moda, han propuesto unos trajes absolutamente desconectados de las tendencias imperantes en el caso del primero y terriblemente insípidos en el segundo, pese a haber salido de la casa Armani.

Pero, contra todo pronóstico, este año han sorprendido a Haití y Mongolia, con unas versiones actualizadas de su indumentaria tradicional que se ha hecho viral en las redes sociales.

Otro de los uniformes son los chándales, los cuales buscan demasiado a menudo el rasgo distintivo únicamente en los colores de la bandera y abusando demasiado de unos degradados desactualizados y demasiado cercanos a la ropa deportiva del Lidl. Los Países Bajos y Etiopía, en cambio, han sabido claramente conjugar a la perfección modernidad con identidad.

Pero huyendo de cuestiones estéticas, hay un hecho objetivo que definitivamente los uniformes deberían plantearse con urgencia, que es la cuestión de la diferencia entre sexos. Precisamente en un campo como el deporte uno se cuestiona la necesidad de dividir visualmente a los hombres de las mujeres. En la mayoría de uniformes de desfile, ellas suelen lucir faldas integradas con conjuntos que suelen ser muy conservadores y ellos se ven enfundados en trajes sastres. Además, muchos países incluyen en el caso de las mujeres bolsos, como un complemento irrenunciable para ellas y que en ningún caso pueden lucir ellos. Un debate, el del género, que también ha llegado hasta la equipación deportiva, ya que en el caso de Estados Unidos el deportista Lauren Fleshman ha cuestionado el hecho de que las deportistas mujeres muestren mucha mayor proporción de su cuerpo que los hombres: "Los uniformes femeninos deben estar al servicio del rendimiento, mental y físico. Si esta equipación fuera realmente beneficiosa para el rendimiento físico, los hombres también la llevarían".

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