Universidades y empresas, ¿cada vez más de la mano? La transferencia del conocimiento se acelera
Uno de los retos históricos de las universidades catalanas ha sido encontrar la fórmula para trasladar con éxito al mundo real los proyectos y las investigaciones que nacen en las aulas. ¿Qué están haciendo para mejorar esa conexión y en qué punto se encuentra?
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Elena Cano es profesora del Departamento de Didáctica y Organización Educativa en la Universidad de Barcelona (UB) y Eloi Puertas i Prats, docente del Departamento de Matemáticas e Informática del mismo centro. Juntos han desarrollado Uptitude, una plataforma de aprendizaje online que permite al alumnado autorregular los conocimientos que adquieren: pueden establecer objetivos, gestionar las lecciones y desarrollar habilidades como la gestión del tiempo y la resolución de problemas. El objetivo es claro: mejorar el rendimiento académico. Es uno de los casos de éxito que recoge la Fundación Bosch i Gimpera, la oficina de transferencia de conocimiento y tecnología de la UB. Es una de las más antiguas del país. Abrió en 1983 y, desde entonces, trabaja para facilitar la colaboración entre el mundo universitario y el empresarial para incrementar el impacto que tiene la universidad en la sociedad. Sólo durante 2023, la colaboración entre la UB y los agentes económicos ha permitido desarrollar 717 proyectos, licenciar 11 tecnologías y crear dos spin-offs.
Universidad de BellaterraUABUniversidad Internacional de CataluñaUIC
Al igual que la UB, el resto de universidades del país también cuentan con organismos similares. En la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), por ejemplo, existe una oficina encargada de gestionar la propiedad industrial que nace en la universidad, desde la solicitud de la patente hasta la promoción y capacitación de financiación. De todo esto, en la Universidad Abierta de Cataluña (UOC) se encarga la unidad de Knowledge Transfer and Entrepreneurship. Y un tercer ejemplo: en la Universidad Pompeu Fabra (UPF) han impulsado el programa UPF INNOValora, que ofrece soporte al personal investigador para impulsar la transferencia de los resultados de su investigación.
Un vínculo necesario
"Durante muchos años, la transferencia de conocimiento no ha estado sobre la mesa, pero ahora todo el mundo tiene claro que si un país quiere ser productivo, necesita innovación y que el conocimiento generado salga de los centros de investigación o de las universidades y conecte con la sociedad", explicaba al ARA hace algunas semanas Laia de Nadal, rectora de la UPF y presidenta de la Asociación Catalana de Univers. En este sentido, la Generalitat de Cataluña ha anunciado la inyección de 10 millones de euros en el Programa Industria del Conocimiento, con el objetivo de impulsar un modelo económico basado en el conocimiento incentivando la transferencia de los resultados de la investigación, fomentando el emprendimiento y generando puestos de trabajo de alta calificación.
Aparte de la ayuda económica, el programa público incluye un servicio de acompañamiento que proporciona formación, asesoramiento especializado en transferencia e innovación, mentoría personalizada, acceso a fondos de financiación e inversión, así como oportunidades de conexión con emprendedores, empresas y otros actores clave del sistema de I+D+i. Pero, ¿quién puede acceder? Las ayudas están abiertas a equipos de investigación de universidades catalanas, centros de investigación y tecnológicos, fundaciones hospitalarias e instituciones sin ánimo de lucro que tengan la investigación como actividad principal.
Desde el sector se ha recibido con una alegría contenida. "Puede ser un incentivo, pero habrá que ver cómo se reparte ese dinero y si realmente se traduce en cosas útiles para la sociedad", valora Josep Maria Espinet. Es profesor lector del Departamento de Empresa de la Universidad de Girona (UdG) y ha compaginado su trabajo en el ámbito financiero con la docencia universitaria durante más de treinta años. "Desde el mundo empresarial, las universidades a menudo se ven demasiado lejanas", analiza. Lo atribuye, entre otras cosas, a tres factores: el peso de la teoría -y la falta de práctica- en las aulas, a las pocas horas que los profesores pueden dedicar a la transferencia de conocimiento ya las trabas administrativas que, pese a los esfuerzos, todavía dificultan el proceso. Pero, a nivel internacional, ¿qué punto de vista se tiene de las universidades catalanas cuando se habla de transferencia de conocimiento?
La mirada internacional
Jordi Albó lleva años trabajando para aprovechar la tecnología como herramienta para mejorar la calidad de vida de las personas. Nacido en Arbúcies, ha construido una sólida trayectoria académica en España, Países Bajos y Estados Unidos promoviendo la conexión entre el mundo universitario y el tejido empresarial. Ha sido impulsor de proyectos innovadores en inteligencia artificial emocional y computación en la nube, aplicados a la educación y la sanidad. Actualmente es cofundador y director científico de Lighthouse, una empresa con sede en Boston —donde reside— y vinculación con Barcelona, que canaliza el talento del ecosistema tecnológico estadounidense para ofrecer soluciones a necesidades del sur de Europa, África y Latinoamérica.
Para él, cuando se habla de transferencia de conocimiento es necesario distinguir entre dos conceptos: el de conocimiento y el de proyecto: "Desde el punto de vista del primero, es necesario que el conocimiento que genera o transfiere la universidad esté alineado con lo que las unidades de negocio de las empresas necesitan". En el campo de los proyectos, opina que la universidad no debería ser un proveedor de servicios ni de bienes comercializables por la industria: "Debería realizar la función de gimnasio para probar los bienes tecnológicos desarrollados por la industria en buena forma". Sobre la conexión universidad-industria, es taxativo: "Actualmente, viven en un estado de aislamiento cognitivo por falta de espacios de convivencia para trabajar de forma coparticipada, y no sólo en formato de sponsorship, divulgación o networking".
Como Espinet, sobre las ayudas de 10 millones de la Generalitat para impulsar la transferencia, también tiene dudas: "Para mí están mal enfocadas: la creación de producto debe realizarse en el entorno emprendedor o empresarial, no en el de la investigación". Albó echa de menos la participación de la industria: "Que los destinatarios sean centros de investigación, fundaciones e instituciones sin ánimo de lucro facilitará la generación de conocimiento, pero será insuficiente para transferirlo". Y termina con una frase que refuerza su posicionamiento: "La evidencia de que todavía está por mejorar mucho es que los catalanes, motivados, emprendedores y con talento, acaban demasiado a menudo marchando del país, con sus ideas, productos y servicios".
Pese al pesimismo, las cifras de las Oficinas de Transferencia de Conocimiento de las diferentes universidades catalanas muestran cómo las universidades y las empresas, poco a poco, se van acercando. Las ayudas de la Generalitat piden a favor: la convocatoria del pasado año permitió financiar 120 proyectos de innovación con un presupuesto que pasó de los 9 millones de euros iniciales a los 9,7 millones al final del programa.
¿Qué es y cómo funciona una Oficina de Transferencia de Conocimiento?
El pasado verano, el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades (MICIU) reconoció, tras un proceso de evaluación, a 111 entidades como Oficinas de Transferencia de Conocimiento (OTC). Ahora han pasado a formar parte de un registro que les acredita. Entre las solicitudes que pasaron el corte había 16 catalanas: desde la Fundación Bosch i Gimpera de la UB hasta la UOC, la URV, la UdG, la UAB, la UPC y la UPF. Pero exactamente, ¿qué son ya qué se dedican?
Las OTC son agentes clave en la conexión entre las entidades generadoras de conocimiento y el sector productivo, un elemento esencial para incrementar las capacidades innovadoras del país y reforzar su impacto en el crecimiento y bienestar social. Su actividad abarca desde la detección de los resultados de investigación y la protección legal hasta su comercialización. Este último paso se puede dar a través de diversas vías, como licencias de explotación, investigación colaborativa entre entidades públicas y privadas, la contratación de servicios de I+D+iy tecnológicos o la creación y participación en entidades basadas en el conocimiento.
"Las OTC son un elemento estratégico para valorizar la investigación y su impacto en la sociedad y tienen un papel crucial en la creación de un ecosistema innovador y competitivo", define la Fundación Bosch i Gimpera, de la UB, en su portal web: "Tienen un papel fundamental para asegurar que la inversión en investigación tenga un retorno tangible, ya sea en forma de nuevos productos sociales, servicios". También señala las funciones más destacadas de estos organismos: "Son, por ejemplo, la protección de la propiedad intelectual, la comercialización de nuevas tecnologías, la colaboración con empresas en proyectos de I+D+iy la creación de empresas basadas en el conocimiento (spin-off)".