Vacunémonos todos de una vez. No hay excusas que valgan. Esperar a hacerlo después de las vacaciones es una irresponsabilidad si pensamos en el conjunto y es un riesgo individual innecesario. La secretaria de Salud Pública de la Generalitat ha dado a conocer este martes que todo el mundo que quiera ya se puede ir a vacunar en centros específicos sin cita previa. Más sencillo imposible. Se están poniendo todas las facilidades. El agosto lo hemos empezado con 5 millones de vacunados en Catalunya, que son muchos, pero no suficientes. De golpe, con las vacaciones, el ritmo de vacunación ha bajado: miles de personas no se han presentado a la cita. Esta dejadez no tiene nombre. Con todo lo que ha pasado, con los miles de contagiados y de muertos, con un sistema sanitario que ha rozado el colapso en más de un momento y que todavía sigue muy tensionado, ¿cómo puede ser que todavía haya personas que no entiendan la importancia de vacunarse?
Vivimos en sociedad, no vivimos solos. El discurso de la libertad individual no se puede usar frívolamente cuando está en juego la salud pública general: hemos vivido y todavía estamos inmersos en una pandemia global. ¿Alguien todavía no lo ha entendido, esto? Los expertos ya empiezan a decir que ante la variante delta, mucho más contagiosa, la inmunidad de grupo es muy difícil de conseguir, cosa que todavía hace más necesaria una participación masiva en la vacunación. Hay que convencer a los que, con más o menos conciencia, se dejan arrastrar por los diferentes grados del negacionismo, que van desde los que literalmente rechazan la existencia del virus hasta los que no se fían de las vacunas. A unos y otros hay que hacerles entender que están poniendo en peligro sus vidas y las de los otros.
Para acorralar el covid-19 es necesario el máximo de unanimidad y compromiso, o a la quinta oleada la seguirá la sexta, y así sucesivamente, con posibles nuevas variantes, en un bucle sin fin. El negacionismo no va a ninguna parte; tampoco el fatalismo ("no hay nada que hacer") o el individualismo desconfiado ("yo ya me protejo"). Si queremos que el próximo otoño se acerque a la normalidad, si queremos evitar nuevos confinamientos y nuevos miedos, si queremos acabar de una vez con los contagios y las muertes, si queremos volver a la escuela y a los trabajos con mínimas garantías, si no queremos que el pasaporte covid se convierta en una realidad cotidiana no solo para viajar, sino para entrar en espacios cerrados no privativos, como ya está pasando en más de una veintena de países –Francia, Italia, Portugal, Reino Unido, Grecia...–, hace falta imperiosamente la vacunación general de la población. Los que no se vacunen solo conseguirán vivir con menos libertad, dificultar su propia sociabilidad y ser vistos como una parte central del problema. De hecho, lo empiezan a ser. El pasaporte covid es una vía que no gusta a nadie, claro. Igual como estaría bien no tener que llegar a vacunaciones obligatorias. Pero no podemos renunciar a la seguridad sanitaria colectiva, no podemos poner más en riesgo la viabilidad del sistema sanitario y al fin y al cabo también del sistema económico. Vacunémonos todos cuanto antes mejor, por favor.