Este fin de semana se estrena 'Back to black', el 'biopic' sobre Amy Winehouse que ha dirigido Sam Taylor-Wood ('Cincuenta sombras de Grey') y que repasa la vida de la cantante británica desde el ' adolescencia hasta su muerte, prestando especial atención a la creación de su segundo trabajo, uno de los discos más influyentes y celebrados de la historia de la música. El personaje principal recae en los hombros de Marisa Abela, quien ha querido no sólo aprender a tocar la guitarra y cantar como hacía Winehouse, sino también impregnarse de la música a través de sus influencias, como Ella Fitzgerald y Billie Holiday. "Hemos querido que se oyera mi voz real en las actuaciones para poder contar su historia también a través de las canciones", ha explicado Abela, irreconocible aquí tras su último papel como muñeca Barbie en la película de Greta Gerwig .
La vida de Amy Winehouse: "Tengo una nube negra sobre la cabeza desde los 16 años"
El estreno del 'biopic' sobre la cantante británica, 'Back to black', rememora el recuerdo de uno de los grandes iconos pop del siglo XXI
BarcelonaHace años que YouTube ha terminado con el anonimato de las actuaciones nefastas. Si antes eran leyendas negras inencontrables, ahora se conservan testimonios que dejan constancia de los peores días de todo gran artista. Y, en su multimillonario archivo, hay pocos recuerdos más grotescos que el de Amy Winehouse en el Kalemegdan Park de Belgrado. Fue el 18 de junio del 2011, la única fecha que la genial cantante haría en la capital serbia en toda su carrera. En el vídeo se ve cómo Winehouse deambula por el escenario. Está desorientada, anestesiada, en otro planeta. Lo ha sido en otras ocasiones y en otros shows, pero posiblemente nunca como aquella ocasión. Los 20.000 espectadores que asisten al espectáculo, decadente y esperpéntico, silban sin compasión mientras su esquelética figura se apoya en el pie del micrófono con la mirada perdida.
Parece el final escrito por un novelista de tercera, pero la última canción que sonó esa noche –solo completó una decena– fue You're wondering now, versión de sus adorados The Specials (el original es de Andy y Joey, músicos jamaicanos de los 60) y tiene un estribillo que dice así: "Ahora te estás preguntando qué hacer, ahora que ya sabes que esto es el final" . Paradójicamente, es el último verso que nunca recitó la británica, que canceló el resto de gira europea y falleció cinco semanas después.
Back to black, el biopic sobre la cantante londinense que llega estos días a las salas de cine catalanas, ha revivido la llama de uno de los grandes mitos pop del siglo XXI. Amy Winehouse fue una estrella y una mártir al mismo tiempo. Se convirtió en un icono popular de clase obrera que vivió deprisa y dejó decenas de titulares a los tabloides británicos y una obra exigua pero de una calidad excelsa. Y a su vez sufrió el machismo tóxico, el drama de las adicciones y murió en condiciones trágicas. No hay un peor tópico rock que el de dejar un cadáver hermoso. En ningún caso Winehouse, que forma parte del club de los 27, como Cobain, Joplin, Morrison o Hendrix, le siguió, porque su decadencia, física y mental, fue acelerada ya la vista de todos, como si el destino buscara una atajo para acabar con tanto dolor.
Nacida en 1983 en Southgate, un suburbio del norte de Londres, a la familia de Amy Winehouse nunca le sobraron el dinero, pero sí el buen gusto musical. Sus padres se separaron cuando era pequeña y le quedó el poso del jazz, el soul y el northern soul que se escuchaba a todas horas en casa. Con nueve años ya se le intuía un talento descomunal, ya los 16 ya aspiraba a dedicarse a la música profesionalmente. "La primera vez que la oí no podía creer lo bien que sonaba. Le llamé inmediatamente y le pregunté qué quería hacer con su vida. Me dijo que sería camarera". Lo contaba Nick Godwin, descubridor y primer mánager del artista. Winehouse tenía una voz nacida para la música negra, un torrente vocal que recordaba a las grandes divas de los 60 y de los 70. De repente, resultaba que había una adolescente blanca del norte de Londres, de familia desestructurada, de acento cockney , malhablada y sin estudios que cantaba como los ángeles y bebía directamente de la herencia de leyendas como Aretha Franklin, Nina Simone o Etta James. George Michael lo dejaría claro años después: "Es la mejor voz femenina que he oído nunca".
Apenas estrenada la veintena, Winehouse era ya una incipiente revelación en su país. Frank, su primer disco, del 2003, fue una invitación a descubrir a una artista con una reverencia absoluta a los estándares clásicos a partir del R&B del cambio de siglo. Pero lo que vendría después sería historia de la música de nuestra era. Back to black es una de las grandes obras maestras de los últimos 25 años, una celebración del soul Motown unida a la ceremonia jazz y blues facturado con ayuda del genial productor Mark Ronson.
Aquel álbum puso a todo el mundo de acuerdo, crítica y público, y la catapultó directo a la eternidad. Pero el éxito no se entendía sólo desde la música, ya que Winehouse incorporaba una nueva estética muy potente, con una remarcable bajada de peso corporal (sus problemas de anorexia y bulimia serían constantes) y la adopción de una particular figura de pin up punk, sumando un peinado imposible y tatuajes por todo el cuerpo. Había nacido un icono total y todo el mundo la quería cerca: Rihanna deseaba cantar con ella, fue la máxima inspiración para Adele o Florence Welch (Florence and The Machine) y era amiga de The Libertines, Kelly Osbourne o Bryan Adams. Pero no era necesario hacer un análisis demasiado exhaustivo para darse cuenta de que algo no iba bien. Back to black es un disco profundamente amargo, que habla de ruptura, dramas e inseguridades. Aunque entonces pareciera una broma irónica, Rehab, el gran sencillo de ese trabajo, es, visto hoy en día, una canción sobre las adicciones de una chica de veinte años que niega con la inmadurez propia de su edad los problemas que se le iban acumulando.
En 2007 Winehouse era la gran estrella británica del momento, pero se había acostumbrado a vivir en una dualidad constante de victorias y derrotas. Instalada en el icónico barrio de Camden de Londres, y compañera de fiestas de Pete Doherty, la cantante se convirtió en un anzuelo para la prensa sensacionalista, que celebraba sus borracheras públicas y los evidentes trastornos alimentarios con la publicación de artículos y fotografías día sí día también. Los últimos cuatro años de su vida fueron una montaña rusa, simultaneando actuaciones memorables, como en Glastonbury, con desastres antológicos debido a sus problemas con el alcohol y la heroína. Incluso pocos meses antes de su muerte, cuando debía cancelar conciertos regularmente por su estado de salud, dejó un dúo histórico con su adorado Tony Bennett.
"Tengo una nube negra sobre la cabeza desde los 16 años", había dicho la londinense, de la que se descubrió públicamente la historia personal una vez muerta, especialmente después de estrenarse uno de los documentales musicales más estremecedores de siempre, Amy. Estrenar en el 2015, y obra de Asif Kapadia, la película es un testimonio excepcional de la infelicidad de la cantante en los últimos años de vida, dejando en especial mal lugar tanto a su padre, Mitch Winehouse, como a su exmarido, Blake Fielder-Civil, señalados por no detener la caída de la diva. Por el lado de su progenitor, parece que aprovechó el talento de su hija para exprimir al personaje incluso en los momentos más bajos de su vida. La londinense era un producto muy rentable, y su padre no parecía dispuesto a perder ninguna ocasión de explotarlo, aunque no estuviera en condiciones. A su antigua pareja, en cambio, se le responsabiliza de ser el máximo culpable que se enganchara a la heroína.
Contrariamente a lo dicho siempre, Mitch Winehouse aún defiende hoy que el último año y medio de su hija fueron "los meses más felices de su vida", como declaró en una entrevista del 2020 a Vanity Fair. Paradójicamente, aquella etapa se la había pasado entrando y saliendo de centros de rehabilitación. No lo vivió por igual su madre, Janis, que pocos días después del entierro dijo que lo ocurrido era "cuestión de tiempo".
A Amy Winehouse la encontraron muerta en su apartamento de Camden el 23 de julio del 2011, con sólo 27 años. La autopsia reveló que había sobrepasado de largo una dosis de alcohol letal, lo que la llevó al coma y el posterior fallecimiento. A su lado había tres botellas vacías de vodka. La autora de Back to black, el disco que vendió 50 millones de copias en todo el mundo, nunca llegó a publicar un tercer trabajo.