Homenotes y danzas

El villanovino famoso en Cuba encargado de llevar el ferrocarril a casa

Gumà hizo fortuna en la isla antes de conseguir la concesión del tren de Barcelona a Valls

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Francesc Gumà Ferran 1833-1912

Desde mediados de siglo, un puñado de emprendedores catalanes empezaron a trabajar para conseguir que el ferrocarril llegara a sus localidades. Si el primero de la España peninsular fue el mataronense Miquel Biada, en el Garraf este papel lo representó el vilanoví Francesc Gumà, que al igual que Biada dejó, en el proyecto, buena parte de la vida y el patrimonio. En efecto, Gumà ha pasado a la historia como el hombre que hizo posible la llegada del tren a Vilanova y la Geltrú después de una larga lista de intentos frustrados. Pero su vida como hombre de negocios comienza mucho antes y lejos del Garraf.

Nació en una familia de fabricantes que formaron parte de los pioneros -junto con los Bonaplata- al utilizar máquinas de vapor para hilar y tejer. Anteriormente habían hecho negocios en América, lo que acabaría marcando profundamente. Tanto, que una vez terminados los estudios básicos, y con tan sólo dieciséis años, dejó el trabajo en la fábrica del padre para embarcarse rumbo a Cuba en busca de una vida de negocios y de aventura.

En la isla antillana se encontró un contingente muy importante de familias vilanovinas, para las que acabó trabajando. Gracias a un gran tesón, prosperó rápidamente hasta el cargo de director del negocio donde estaba empleado, una circunstancia que le permitió aprovechar un golpe de suerte: la familia propietaria quería volver a Catalunya y le ofrecieron comprar el negocio. De esta forma dio el salto de asalariado a empresario. Amplió las actividades comerciales para dedicarse también a la importación y exportación, lo que le hizo crecer de forma suficiente para empezar a acumular cierta fortuna. En los años posteriores se convirtió en todo un prohombre de la zona en la que vivía, Matanzas, porque más allá de su cómoda situación patrimonial tuvo algunas actuaciones que dejaron marca. En primer lugar, una aparición de película en 1858, cuando la multitud se congregaba a las puertas del Banco de San Carlos para tratar de retirar los depósitos a raíz de la inminente quiebra de la entidad. En ese momento, la figura de Gumà se abrió paso entre la muchedumbre de gente para asegurar -siglo y medio antes de la célebre frase de Mario Draghi- que haría lo necesario para evitar la bancarrota.

Su empuje se encomendó a otros potentados locales, que se comprometieron a inyectar capital de forma inmediata para salir del trance. El otro episodio fue su ayuda sin reservas a toda la población local que había quedado afectada por el paso de un ciclón en 1870. Con todo ese prestigio y fortuna, en 1871 se vendió todos los negocios y propiedades para volver a Vilanova y, de paso, recuperarse de una salud muy débil.

De regreso a casa se implicó mucho en la vida social y financió varias obras públicas, como la urbanización de la Rambla de Vilanova y la fachada de la iglesia de Sant Antoni, pero lo más grande todavía tenía que venir. En 1877 consiguió la concesión del ferrocarril de Barcelona en Valls, que debía pasar por Vilanova i Sitges. En aquellos momentos parecía un proyecto maldito, porque unos cuantos promotores ya lo habían intentado sin ningún éxito nada menos que desde 1850. Un año después de la concesión, y después de levantar capital tanto en Cataluña como en Cuba, él y sus socios (Samà, Girona, Marquès, etc.) constituyeron la Compañía de Ferrocarril de Valls en Vilanova y Barcelona, ​​con el mismo Gumà como presidente. En 1881 se inauguró el tramo Vilanova-Barcelona, ​​que culminaba décadas de sueños. En paralelo a este proyecto, en 1881 fundó el Banco de Vilanova, donde ocupó un cargo en el consejo de administración.

Cinco años después de la puesta en funcionamiento del tramo inaugural, y ante las dificultades para levantar todos los fondos necesarios para capitalizar la compañía, Gumà dimitió del cargo y se alejó del proyecto, en el que había invertido buena parte de la fortuna. Su papel desde entonces fue más secundario pero no menos importante. Gracias a sus gestiones logró hitos como la instalación de la multinacional italiana Pirelli en Vilanova y la Geltrú (1902).

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