El 12-M y la economía de las familias catalanas

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Un carro de la compra en uno de los pasillos de la Boqueria, en una imagen del 26 de marzo.

A menudo, a la hora de predecir cómo irá el futuro, nos fijamos en las grandes variables macroeconómicas. ¿Qué ha dicho la EPA de la tasa de paro? ¿Qué tipo de interés fijará el Banco Central Europeo en su próxima renovación? ¿Qué estima el Fondo Monetario Internacional sobre crecimiento de nuestra economía? ¿Cómo ha evolucionado la inflación?

Oiremos hablar de ello durante esta campaña electoral. Pero, en ocasiones, lo que nos dicen los pequeños indicadores microeconómicos es aún más relevante para prepararnos para lo que nos espera. Es necesario escuchar, más allá de los mensajes de las grandes instituciones económicas y de los registros administrativos, lo que revela la ciudadanía sobre cómo vive el día a día. Y tiene implicaciones políticas. En EEUU, los observadores se preguntan cómo puede ser que, con una situación macroeconómica casi ideal (con plena ocupación y con la economía creciente el doble que los demás países del G7), el presidente Biden lo tenga tan difícil para ser reelegido. Y la respuesta es que una cosa son los macrodatos y otra cómo los ciudadanos experimentan la economía a nivel micro.

Esta semana se ha publicado la primera Encuesta de Desigualdades Múltiples en España de Intermón Oxfam, donde se busca recoger la subjetividad de las vivencias de desigualdad. Los datos que reportan son alarmantes. Casi la mitad de la población española ha tenido que recortar en gastos básicos, como pueden ser la alimentación y la electricidad, para llegar a fin de mes. En Catalunya, uno de cada cuatro encuestados no ha ido al dentista, y uno de cada diez al psicólogo, porque no pueden pagarlo.

¿Y a qué se deben estas renuncias? A un aumento de la gente que, pese a trabajar, sigue siendo pobre, a la inflación sufrida en los últimos años y a los elevados costes de la vivienda. El Banco de España acaba de publicar un informe en el que revela que casi uno de cada cuatro hogares destina más de un 40% de su renta al gasto en vivienda. Un porcentaje mayor que la media europea, y que, además, afecta especialmente a los hogares más pobres.

Aquí en Catalunya se ha presentado también esta semana, por parte del Departamento de Derechos Sociales, junto con Save the Children e Ivalua, la Estrategia de Lucha contra la Pobreza Infantil. Uno de cada tres niños y niñas catalanes crece en situación de pobreza o exclusión social, y la Estrategia fija varias iniciativas, pactadas con el tercer sector y de acuerdo con lo que nos dice la evidencia, que buscan en los próximos años mejorar la vida de los niños y adolescentes.

La cuestión es: ¿podrá el nuevo gobierno que salga del 12-M poner en marcha esta Estrategia, o similares? Sabemos que a quien gane le costará gobernar. Pero, sea quien sea, debería mirar los diagnósticos, y los planes de ruta, que ya tenemos sobre la mesa para hacer frente a una realidad cada vez más difícil para muchas familias catalanas. Lideramos las tasas de pobreza infantil en Europa y cada vez hay más familias que no pueden hacer frente a ningún imprevisto. Pero también lideramos en planes para combatir estos problemas. Solo hace falta ponerlos en marcha.

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