Esperamos respuestas sencillas y rápidas a retos complejos. La educación es un ejemplo de ello: buscamos una causa responsable de los malos resultados en PISA y también una solución inmediata.
Es innegable: Catalunya ha tenido unos malos resultados en PISA. Parece evidente que la pregunta central debería ser: ¿cómo podemos ser más efectivos para conseguir que el alumnado desarrolle sus competencias lingüísticas, matemáticas y científicas? Por el contrario, vemos cómo personas y sectores con una visión conservadora de la educación utilizan los malos resultados para cuestionar el enfoque competencial de la educación y reivindicar con nostalgia una vuelta a la educación academicista, basada en la memorización de contenidos enciclopédicos descontextualizados.
Aquellas personas y colectivos conservadores que defienden la vuelta al pasado se esfuerzan en generar el imaginario colectivo de que actualmente la escuela es un parque de atracciones donde los niños y niñas se lo pasan bien, pero no aprenden porque falta rigor, seriedad y exigencia. Este imaginario se alimenta de ideas radicalmente falsas. La más relevante de todas ellas: es falso que el enfoque competencial vaya en detrimento del rigor y el conocimiento. De hecho, es al contrario: promueve el rigor y el esfuerzo del alumnado a la hora de aprender y da relevancia al conocimiento haciéndolo útil y aplicable. El reto consiste en que es mucho más fácil hacer lo que hacíamos antes que lo que queremos hacer ahora.
Pero, a pesar de la complejidad, la dirección nunca puede ser de vuelta al paradigma antiguo. Debemos plantearnos cómo podemos ser más efectivos en el nuevo. Y para ello, es imprescindible cambiar las estructuras más profundas del sistema. Con cambios superficiales nunca conseguiremos mejoras sustanciales en los resultados. Identificamos cinco cuestiones estructurales clave que es necesario actualizar de forma urgente sobre las que se ha hablado poco (o nada) cuando se han analizado las causas de los malos resultados en PISA:
1. Acceso a la docencia y formación inicial docente. Es necesario replantear cuáles son los criterios mínimos para poder ejercer la profesión. También es necesario que las universidades avancen en la formación inicial docente y se alineen con el modelo competencial.
2. Acceso a la función pública. El actual sistema de oposiciones no ofrece garantías a la hora de incorporar a la función pública a los docentes más competentes y comprometidos. El proceso premia excesivamente la memoria, el conocimiento técnico de la materia y la antigüedad en la fase de méritos. Es necesario elaborar criterios que premien la competencia docente porque sabemos que la calidad docente es el factor determinante de los buenos resultados educativos de los alumnos.
3. Estabilidad de los equipos docentes. La rotación del personal docente es la norma en la escuela pública, lo que impide dar estabilidad a los proyectos educativos y realizar un buen acompañamiento al alumnado. Es necesario que los centros públicos tengan autonomía a la hora de seleccionar los equipos y darles estabilidad.
4. Tiempo de trabajo en equipo. La educación es un trabajo de equipo, y no individual. Es necesario que los equipos docentes tengamos horas de coordinación y trabajo en equipo para llegar a acuerdos sobre cuestiones que afectan al conjunto del centro y acompañar a los alumnos de forma más efectiva. Actualmente, las horas de permanencia en el centro, especialmente en lo que se refiere a los docentes de secundaria (24 h), solo permiten llegar a cubrir las horas de clase y las guardias y son claramente insuficientes para trabajar en equipo.
5. Menos burocracia. Los equipos directivos deben destinar una cantidad ingente de horas a tareas burocráticas de muy bajo valor añadido. Es evidente que la gestión de un centro educativo debe ser esmerada y transparente, pero hemos llegado a unos niveles de carga burocrática absolutamente excesivos. El sistema debe construirse sobre la confianza en el profesorado y los equipos directivos, y no desde la desconfianza y el excesivo control.
Por último, como sistema debemos dar respuesta a la gran complejidad que tenemos en las aulas: alumnado recién llegado, trastornos de aprendizaje, trastornos de la conducta, necesidades educativas especiales, problemas de salud mental y casos de acoso, entre otros. Para hacer frente a esta complejidad es necesario desplegar el decreto de educación inclusiva y, en general, debemos invertir más en educación, muy especialmente en los entornos más desfavorecidos. Casi todos los análisis comparan los resultados de Catalunya con otros países. Sin embargo, la diferencia de resultados que más debería ocuparnos es la que existe entre el alumnado que proviene de familias vulnerables y el que no. No hay excelencia sin equidad.