86 años de un asesinato eterno

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Carrasco y Formiguera

Si pudiéramos, eh, sería la rehostia. A mí me gustaría, ahora, más que nunca, charlar con Manuel. Sí, Carrasco Formiguera. Este 9 de abril esto: 86 años de su asesinato. Del doble. No todo el mundo puede decir, y con voz alta, fuerte, sin miedo a mentir, que le han pelado dos veces. Pim, y palmo.

El pim fue de unos a partir de julio de 1936. Un día, desde Solidaridad Obrera, el diario de la CNT-FAI, disparan una bala de papel: “Nos acaban de informar de un caso que, de ser exacto, no le legamos a comprender. Se trata de Manuel Carrasco y Formiguera. [...]. La Revolución debe ser dura, y casi nos atreveríamos a decir brutal, con los individuos que, a pesar de su actuación netamente contraria a las esencias revolucionarias que presiden el momento actual, no se resignan a desaparecer por el foro y hacen gala de un descoco que no tiene calificativo. Como el caso relatado hay muchísimos. Ha llegado la hora de purificar los cuadros revolucionarios”. Y a repollos que fueron a limpiar. Por la noche vienen a buscarlo a casa. Carrasco, previsor, duerme en otro sitio. Pero el drama es diario. Es la Barcelona de los ecos de asesinatos en la Arrabassada, de las delaciones, de los robos, de los primeros exilios... Es la Catalunya que no es Catalunya. Hemos llamado pim y viene el pum.

Carrasco se va como representante de la Generalitat en Euskadi. Y vuelve a Catalunya y vuelve allí. Y en ese barco hacia el verde vasco... todo se hunde. Él, su esposa y seis de sus ocho hijos (dos están en Barcelona). Porque el hundimiento estará en el suelo. Detenidos. Encarcelados. Nunca se volverán a ver. ¡Pum! El 9 de abril de 1938 lo asesinan en Burgos los demás, los franquistas. El certificado de defunción dice: “Falleción en despoblado por heridas de arma de fuego”. La mentira de siempre. La verdad trágica de siempre.

Carrasco veía el futuro: sabía qué pasaría. El 22 de marzo de 1936 da un mitin en Barcelona que lo anuncia todo. Antes de 1936 del rojo y el negro y del sable y la bomba. Antes de 1939 del mismo cromatismo de sangre y arma asesina. Antes de este bocadillo caníbal de rebanadas mortíferas que vuelan el jamón del país catalán. Ante la mentira violenta de ambos, de las dos Españas falsificadas, la verdad doble. Whisky en el cuadrado.

La primera certeza universal antes de la bilis de resaca perpetua: “Debemos decir bien claro que no estamos a la derecha, ni a la izquierda, ni en medio. Esto son expresiones topográficas que no llegamos a comprender, porque tampoco podemos capir que la Verdad, la Justicia y el Derecho puedan estar a la izquierda, centro o derecha. Se encuentran allá donde están, y allá donde se encuentran la Verdad, el Derecho y la Justicia allí nos encontramos también nosotros”. La segunda verdad cósmica eterna sin espacio y tiempo: “En Cataluña no se podrá resolver íntegramente ningún problema mientras no se resuelva su problema nacional. Cataluña debe luchar hasta lograr constituirse políticamente, como nación que es, en estado independiente”. No hay más. Ayer y hoy. Y mañana.

Pim y pum, pero lo que piensa, dice y hace Carrasco no muere. Es un gerundio existencial. Un presente continuo. Cree en el mañana. Él es el futuro. Porque unos y otros son el pasado, el presente, pero, también, posiblemente, futuro: hostias y mentiras. Sangre permanente. Preguntémonos qué nos diría Carrasco hoy. Porque matarlo también le matarían: unos y otros e incluso nosotros. Va, di Carrasco… Pocos mueren dos veces por lo mismo.

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