BarcelonaComo en la novela de Gabriel García Márquez, la candidatura de los Juegos de Invierno del 2030 era la crónica de una muerte anunciada desde el momento en que el presidente aragonés, Javier Lambán, decidió boicotearla por motivos electoralistas. El fracaso de la candidatura, que ni siquiera se ha podido llegar ni a votar en el territorio ni a presentar ante el COI, deja muchas heridas abiertas e interrogantes por resolver.
Desde el Comité Olímpico Español se culpa exclusivamente a Lambán y se alaba la actitud constructiva que ha tenido la Generalitat durante todo el proceso, ¿pero de qué sirve todo esto si todo un gobierno español o las mismas instituciones aragonesas directamente afectadas no son capaces de hacer rectificar a la persona que lo bloquea todo? ¿Cómo puede ser que un proyecto de esta envergadura, con todo lo que comporta, se vaya a pique por la obsesión anticatalana de una sola persona? ¿Cómo puede ser que el partido socialista haya permitido que el anticatalanismo del presidente aragonés (que él piensa que le dará votos de aquí un año) pase por delante de los intereses de la ciudadanía? Lambán, adversario notorio de Pedro Sánchez dentro del PSOE, se ha salido con la suya y ni el presidente español ni el ministro de Cultura y Deportes, Miquel Iceta, han abierto la boca. Tampoco el primer secretario del PSC y jefe de la oposición en Catalunya, Salvador Illa.
Es cierto que el COE todavía confía en poder presentar una candidatura para el 2034, esta sí, pilotada exclusivamente desde Catalunya. Pero a nadie se le escapa que será mucho más difícil conseguir la nominación (el COI quería una sede europea para el 2030) y también convencer a la ciudadanía de las bondades del proyecto. En todo caso, la Generalitat tiene que aprovechar el trabajo hecho hasta ahora para mantener vivo el proyecto y optar al 2034, pero es obvio que el territorio no puede esperar tanto tiempo ni depender de un acontecimiento como este para tener acceso a infraestructuras básicas ni para comenzar un replanteamiento de la actividad económica. El Pirineo merece la oportunidad de albergar unos Juegos de Invierno, pero tampoco puede depender su futuro de ello. Y cualquier planteamiento tiene que tener en cuenta tanto el cambio climático como la sostenibilidad a largo plazo.
En todo caso, queda claro que el anticatalanismo de algunos dirigentes políticos españoles no es solo una estrategia inocua para arañar unos votos aquí y allá, sino que tiene consecuencias directas sobre el bienestar de la ciudadanía. Lambán es el último representante de una estirpe de políticos españoles que ha hecho de la confrontación entre pueblos vecinos su divisa, una actitud que esperamos que no sea premiada en las urnas de aquí un año. En este sentido, será interesante ver qué dicen los municipios de Huesca que tenían que albergar pruebas como por ejemplo el esquí de fondo o el curling después de que este martes se haga oficial el adiós a los Juegos.
En cuanto a Catalunya, la lección también es muy clara: para según qué proyectos, mejor solos que mal acompañados.