En un mundo donde la búsqueda de la longevidad ha sido una constante a lo largo de la historia, me gustó leer hace unos días los resultados de un estudio científico publicado este mes de julio que acabamos de liquidar. Las letras de la conclusión del artículo se iluminaban solas al leerlas: el agradecimiento podría ser la clave para alargar la vida de los adultos mayores, en particular de las ancianas.
El estudio, liderado por la investigadora Ying Chen, de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Harvard, analizó datos de más de 49.000 mujeres mayores (provenientes de una cohorte de enfermeras que se sigue desde 1976), con una media de edad de 79 años. Los resultados mostraron que las participantes que experimentaron mayores sentimientos de agradecimiento en un índice específico tenían un 9% menos de riesgo de mortalidad por todas las causas durante los cuatro años siguientes del estudio. Lo sorprendente es que, según los resultados, el agradecimiento parece proteger contra todas las causas específicas de mortalidad estudiadas, siendo más significativo contra las enfermedades cardiovasculares.
Aunque estudios previos ya habían demostrado que el agradecimiento estaba asociado a un menor riesgo de problemas de salud mental y mayor bienestar emocional y social, su relación con la salud física era menos conocida hasta ahora. Este estudio proporciona la primera evidencia empírica sobre una disminución de la mortalidad. Sin embargo, como a menudo ocurre con la investigación pionera, se necesitan más estudios que repliquen los resultados en muestras más diversas y representativas, así como investigación que permita entender el mecanismo concreto de la gratitud sobre la longevidad.
Es importante destacar que el estudio adoptó lo que los investigadores llaman “un enfoque conservador”, controlando por datos sociodemográficos, historial de salud, estilos de vida y factores como la participación social, la implicación religiosa y el optimismo, que a menudo se superponen con el agradecimiento. Esto refuerza la idea de que el agradecimiento, por sí mismo, puede tener un efecto positivo sobre la salud.
En un momento en el que la promoción del envejecimiento saludable es una prioridad de salud pública, esta investigación científica abre nuevas perspectivas sobre cómo nuestras actitudes mentales pueden influir directamente en nuestra longevidad. El agradecimiento, una herramienta accesible a todo el mundo, podría convertirse en un recurso psicológico de mucho valor.
Como sociedad, quizá en lugar de buscar la fuente de la eterna juventud solo en píldoras o intervenciones costosas, estaría bien plantearnos que la clave para una vida más larga y saludable puede encontrarse en nuestra propia actitud frente a la vida. En definitiva, este estudio nos invita a reflexionar sobre la importancia del agradecimiento, no solo como norma de buena conducta social, sino como posible herramienta para mejorar nuestra salud física, además de la salud mental. Quién sabe, quizás la próxima vez que demos las gracias no solo estaremos siendo educados, sino que también estaremos añadiendo varios días más a nuestra vida.