Agresión al catalán en Valencia

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El vicepresidente primero y consejero de Cultura, Vicente Barrera (e), junto al presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, durante una sesión de Les Corts

La llamada "ley de libertad educativa" aprobada por las Corts Valencianes con los votos del PP y de Vox representa la fusión del viejo y del contemporáneo en una sola fechoría. El viejo es el odio ancestral a la lengua catalana en cualquiera de sus modalidades y territorios practicado por el nacionalismo excluyente con la tácita aprobación del Estado, que sólo otorga la condición de auténticamente español a lo castellano. El contemporáneo es la perversión del lenguaje inmortalizada por Orwell, haciendo que las palabras del poder digan exactamente lo contrario de lo que pretenden en realidad, de modo que a una agresión consistente en considerar al valenciano como lengua prescindible de la educación del País Valencià se la considere un acto de libertad. Como decían ayer en Valencia, acaban de consagrar la libertad de no aprender al valenciano.

Es el mismo concepto pervertido de libertad que llamaban Milei y Ayuso, vestida de Evita, en el balcón de la sede del gobierno madrileño, allí donde torturaron al presidente Companys antes de enviarlo a Barcelona para matarle en 1940. Es la libertad de elegir que los niños valencianos no sean escolarizados en valenciano. Es imposible pensar que con esa gente haya nada que construir en común. Ni con ellos, los autores materiales, ni con los que lo miran y callan, aquellos que siempre muestran esa sensibilidad exquisita hacia todas las causas de las minorías del mundo excepto, curiosamente, la de la lengua catalana en España. Ya pueden decretar la disolución de la Fundación Francisco Franco, que el odio de siglos hacia nosotros, que tan bien encarnó la dictadura, es un concentrado que no se disuelve.

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