El presidente español, Pedro Sánchez, en una sesión de control en el Congreso
21/05/2025
Periodista
2 min

Los guionistas del PP han decidido que si Feijóo no tiene gracia le escribirán chistes malos. Y así, del "cónclave del papa al Cónclave del PP" han pasado a decir que la preocupación de Sánchez "no es quién canta en Eurovisión sino quién canta en el PSOE".

La situación no es mucho mejor al otro lado. Sánchez se pone el nombre de Eurovisión en la boca para que se hable más del televoto que de los whatsapps ya publicados o de los que puedan venir, gentileza de la distribuidora del ventilador, acreditada especialidad de la política española con ramificaciones en los juzgados y medios. Ya hace tiempo que Sánchez ha detectado que la crítica a Israel le da galones de liderazgo internacional y que es una bandera que no puede ceder a los partidos con los que gobierna, si no quiere ser desbordado por la izquierda.

Pero lo más grave no es ni quién cante en el PSOE, ni si Israel debe ser cancelada en Eurovisión como Rusia lo fue del Mundial de fútbol, sino los crímenes contra la humanidad que siguen poniendo fin a la vida de miles de civiles en Gaza, a plena luz del día, con extraordinaria crueldad, ante los silencios más o menos cómodos o cobardes de países que, como mucho, llaman a Israel para pedirle que afloje un poco.

Netanyahu justificó la entrada en Gaza de camiones con comida porque se lo piden "aliados" que no pueden soportar "las imágenes de un hambre masiva", con criaturas esqueléticas en pantalla. Y esto es mucho peor que un chiste malo, esto es el retrato de dónde tienen el umbral del dolor los gobiernos que no quieren que las opiniones públicas se les giren en contra. Y de dónde tiene Netanyahu su indignidad política y humana.

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