La observadora

Aliança Catalana y Vox marcan la agenda

Aliança Catalana y Vox marcan la agenda
02/12/2025
Directora del ARA
3 min

El último barómetro del CEO no es solo una fotografía borrosa del momento; es un sismógrafo. Y el seísmo está claro: la extrema derecha –tanto la independentista como la españolista– se instala en el centro del debate político catalán. El aumento simultáneo de Aliança Catalana y de Vox no es un accidente ni un fenómeno pasajero: es la consecuencia de un malestar profundo que los partidos tradicionales no han sabido gestionar hasta ahora.

Los números son conocidos. Aliança Catalana (AC) –hasta hace dos años una formación marginal, concentrada en el eje identitario y antiinmigración– escala hasta los 19 o 20 escaños y empata con Junts, que se hunde y pierde entre 12 y 15 diputados. Vox, por su parte, supera al PP y se instala en un tenedor de entre 13 y 14 escaños. El Parlament que dibuja el CEO sería el más derechizado y polarizado desde la restauración de la Generalitat. Probablemente, ingobernable.

El empate entre Junts y Aliança Catalana es una señal de alarma para el soberanismo tradicional. El auge de AC no viene de la nada; proviene de una escisión emocional de un votante independentista que ya no se siente representado por la política pragmática e institucional de ERC ni por el resistencialismo de Junts. El independentismo que había sido capaz de articular un relato inclusivo y transversal ha perdido hoy claramente la iniciativa y no es capaz de dibujar una propuesta mayoritaria.

Sílvia Orriols no tiene un proyecto global de país: vende una cólera. Una cólera dirigida principalmente contra la inmigración y específicamente contra la inmigración magrebí, pero también contra las "élites políticas", contra el "consenso progre" y, en el fondo, contra el propio establishment. El voto a Aliança Catalana es un voto de castigo que se mueve en un entorno emocional de agotamiento, frustración y desconfianzas acumuladas. Un voto de cabreo.

El paralelismo con Vox es evidente. En el bloque unionista, Vox también se alimenta de la idea de que el sistema político ha fracasado en la gestión de la seguridad y la convivencia. Tanto AC como Vox convergen en un mismo relato: el del miedo, la amenaza cultural y el rechazo a la diversidad. El CEO muestra que estos discursos ya no son marginales: son capaces de disputar hegemonías y sobre todo de marcar la agenda del debate. La sociedad europea, también la catalana, vive las consecuencias de una crisis de vivienda y del mercado laboral que condiciona la capacidad adquisitiva y erosiona el contrato social.

El PSC resiste como primera fuerza. A los catalanes no les disgusta el gobierno Illa y prefieren a Sánchez en la Moncloa, pero sin ningún entusiasmo. ERC resiste y Junts sufre el castigo más alto de la década. El resultado global es un Parlament fragmentado en el que los extremos ganan fuerza mientras el centro se contrae.

La cuestión clave, sin embargo, no es solo aritmética. Es democrática. ¿Qué ocurre con una sociedad que normaliza propuestas basadas en la exclusión? ¿Qué ocurre cuando el debate político gira en torno al miedo y no a las oportunidades? ¿Qué ocurre cuando la desconfianza supera el vínculo cívico que sostiene a las democracias plurales?

El auge de la extrema derecha no es la causa, es el síntoma. El síntoma de una política que pierde la capacidad de ser escuchada por una ciudadanía descreída y enfadada. La respuesta no vendrá con discursos alarmistas ni con cordones sanitarios puramente retóricos. La respuesta requiere coraje: coraje para explicar la complejidad, para defender la diversidad, para ofrecer soluciones tangibles y no solo gesticulaciones.

El CEO avisa. Lo que todos los partidos hagan –o dejen de hacer– en los próximos meses determinará el alcance del terremoto porque de alguna manera les afecta a todos. Pero especialmente dependerá de la evolución de Junts, que en los próximos meses tendrá que plantearse con qué propuestas se enfrenta a la fuga hacia AC. El centroderecha independentista tendrá que decidir –como reconocen algunos dirigentes– si adopta posiciones como las portuguesas o alemanas de cerrar el paso a la extrema derecha o hace como ha hecho el PP en varias comunidades autónomas, se acerca pero pierde la capacidad de hacerle frente en el Congreso de los Diputados. Las dos almas de Junts, especialmente la de la Convergència más abierta y la más esencialista, protagonizan hoy un pulso de cara a las municipales. Del resultado del debate interno dependerá la forma en la que una parte muy sustancial de la sociedad hace frente a las tensiones xenófobas que recorren Europa y ponen en duda la cohesión social. Una cohesión que básicamente depende de la capacidad de poner en marcha políticas que protejan un estado del bienestar equitativo y también justo, y de una sociedad integradora que dé derechos y exija deberes a todos sus ciudadanos.

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