Ni alta tensión ni mucha emoción

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Telecinco estrenó lunes el concurso que tendrá que competir con el exitoso Pasapalabra, el programa estrella que Antena 3 consiguió quitar a Mediaset después de unas cuantas batallas judiciales con la franquicia por los derechos de emisión del formato. Christian Gálvez, que se quedó sin programa a raíz del descalabro que provocó la pérdida del concurso, ahora conduce este Alta tensión que, todo sea dicho, de tensión tiene más bien poca. El juego es un clásico de la televisión que en 1998 ya presentó Constantino Romero en Antena 3. La dinámica consiste en ir acertando respuestas que están representadas en un panel luminoso. Más que cultura general, exige curiosidad cotidiana. El primer día, por ejemplo, se tenían que adivinar frases pasadas de moda y distinguirlas de las inventadas, seleccionar las canciones correctas de Raffaella Carrà, emparejar emoticonos iguales u ordenar los deportes en función del peso de la pelota que usa cada disciplina. En un principio los cuatro concursantes colaboran para hacer crecer el bote de premio del programa, que empieza con cincuenta mil euros, y después lucharán entre ellos hasta que uno solo opte a la morterada final. En cada emisión, tres concursantes continúan en el juego y uno se elimina y da paso a un nuevo concursante.

El programa demostró agilidad narrativa. En el primer minuto ya habían anunciado el bote y después de dos minutos y cuarenta cinco segundos ya empezaban a jugar los participantes. No hacían falta muchas explicaciones teóricas de la dinámica porque todo es bastante elemental y hasta un cierto punto permite jugar desde casa. Pero el suflé bajó enseguida. El concurso casi premia más la suerte y la intuición que los conocimientos, y esto hace que, al final, como espectador tampoco termines de sentirte ni integrado ni identificado con la presión del concursante. En demasiadas ocasiones ves como los participantes acaban respondiendo a lo loco o eligiendo opciones a ciegas para intentar clavar la respuesta correcta. Por lo tanto, a diferencia del Pasapalabra, la evolución del juego no genera ni admiración por los que participan ni desazón para que obtengan el premio. Es más estresante para el concursante que emocionante para el espectador. Y también hay un factor visual que hace el programa poco atractivo, y es que el diseño del formato –que debe de ser heredado de la franquicia– tiene una apariencia antigua. Los paneles de respuestas y los enormes atriles de los concursantes son de la televisión de otra época. 

Alta tensión parece más bien una bajada de nivel, una pérdida de categoría. También se ha retardado la dinámica de participación. Sospechosamente, el mismo día que estrenaba el concurso, Christian Gálvez anunció en Twitter que abandonaba la red social en un gesto que parecía más un golpe de efecto promocional que una decisión personal. Con la noticia, Gálvez consiguió más tensión en Twitter que en el concurso.

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