Las alternativas a la extrema derecha
Más del 11% de los votantes en las elecciones catalanas del pasado domingo optaron por un partido de extrema derecha. El 7,96% optaron por Vox, la mayoría en la provincia de Barcelona. El 3,78% por Aliança Catalana, sobre todo en la Catalunya interior, y en concreto en comarcas como el Ripollès, la Garrotxa o el Pla d'Urgell. Respecto a las elecciones autonómicas de 2021, el aumento de la extrema derecha en porcentaje (4% más) y escaños (2 más) se explica fundamentalmente por la irrupción de Aliança Catalana.
La presencia de la extrema derecha en Cataluña no es nueva. En las elecciones autonómicas de 2010 Plataforma per Catalunya (PxC) obtuvo el 2,4% de los votos y se quedó a las puertas de la representación parlamentaria. En las elecciones municipales de 2011 llegó a un total de 67 concejales, con representación en municipios como Salt, Mataró o L'Hospitalet de Llobregat. PxC era un partido de un solo tema, la inmigración, que abordaba desde los tres argumentos clásicos de la extrema derecha europea: seguridad, relacionando inmigración con delincuencia; servicios públicos, pidiendo prioridad "para los de casa", e identidad, sobre todo en términos de valores liberales y del supuesto choque entre Occidente y el islam.
Después de unos años en los que el debate político quedó eclipsado por otras cuestiones, el tema de la inmigración ha vuelto a primera línea. Vox hace tiempo que habla de ello, pero hasta ahora no de forma central. Es seguramente a remolque de Aliança Catalana que ha entrado de lleno. A pesar de compartir agenda en el tema migratorio, Vox y Aliança Catalana no pueden ser más antagónicos en la cuestión nacional y, por tanto, en la definición del nosotros. Al igual que con la extrema derecha europea, también representada por dos formaciones aparentemente irreconciliables, esta división dificulta su capacidad de convertirse en un partido determinante.
El auge de la extrema derecha en Europa y Norteamérica se explica por múltiples factores, como el aumento de las desigualdades, el retroceso del estado del bienestar, los miedos crecientes en un contexto de crisis múltiples o la percepción promesas incumplidas, especialmente por parte de los jóvenes, hombres y blancos. También podríamos hablar de la capacidad de los partidos de extrema derecha para movilizar a todos estos malestares. O del papel que desempeñan el resto de fuerzas políticas, sea por acción o por omisión.
Al respecto último, de esta campaña electoral vale la pena mencionar dos cuestiones. La primera es que ERC, PSC, Junts, la CUP y Comuns Sumar firmaron un documento –elaborado por la Unidad Contra el Fascismo y el Racismo (UCFR)– en el que se comprometían a no pactar con la extrema derecha ni aceptar los sus votos para la investidura. Si bien aislar la extrema derecha y limitar su presencia en las instituciones es importante, anunciarlo días antes de las elecciones corre el peligro de hacerles publicidad y aumentar su “deseabilidad” en tanto que víctimas del “sistema” que tanto denuncian.
La segunda cuestión es que en esta campaña electoral el resto de fuerzas políticas han renunciado a jugar la carta de la inmigración. Las más proclives a hacerlo, por inclinación de parte de sus potenciales votantes, pero también por movilización del tema en ocasiones anteriores, eran el PP, Junts y el PSC. Sin embargo, salvo algunas declaraciones puntuales por parte del PP, no han entrado en el juego. "La multirreincidencia tiene que ver con la pobreza", decía Carles Puigdemont en un acto de campaña. Si “se acoge e integra al inmigrante”, la inmigración enriquece nuestra identidad, argumentaba Salvador Illa en el Colegio de Economistas. No es un tema menor. Sabemos muy bien que cuando la inmigración entra en campaña y la mayoría de fuerzas políticas aceptan problematizarla, la extrema derecha gana.
No hablar de ello es importante. Pero saber hablar, también. En uno artículo reciente en el ARA, Salvador Cardús sostenía que, frente al discurso descarnado, descarado y xenófobo de la extrema derecha, “las alternativas no pasan de intentar esquivar el debate, de recurrir al discurso tópico o de refugiarse en los eufemismos” . Y añadía: "Eso no es suficiente". Ahora que vamos a tener 13 diputados de extrema derecha en el Parlament de Catalunya y que por primera vez harán de la inmigración uno de sus principales caballos de batalla, es más importante que nunca definir estas alternativas.
Las alternativas pasan por más políticas públicas, para que nadie se sienta abandonado por el camino. Pasan también por mayor trabajo comunitario: sabemos que a más tejido asociativo más confianza y, en consecuencia, menos voto hacia la extrema derecha. Y pasan también por tejer nuevos consensos y dibujar entre todos (partidos políticos, administraciones, tercer sector, sociedad civil y académicos) nuevas definiciones, tanto de la problemática como de las soluciones. No hay tiempo que perder. Hay que realizar el trabajo antes de que lleguen nuevas elecciones.