Hoy hablamos de
La lingüista Carme Junyent.
02/04/2025
Doctor en ciencias económicas, profesor de sociología y periodista
3 min
Regala este articulo

Tan sensibles como estamos en la desinformación que provocan las noticias falsas, a la vez nos mostramos tan extremadamente tolerantes con la sistemática publicación de mentiras piadosas que quieren comulgarnos con la agenda política de quien las ha fabricado y del medio de comunicación donde se publican. Pienso en todos estos estudios, investigaciones, entrevistas y reportajes puestos al servicio de una representación sesgada de la realidad para hacerla más complaciente y menos conflictiva, o para hacerla más amenazante y provocar una respuesta más contundente a favor de cómo quisiera que fuera.

Hablo, pues, de estos reportajes donde todos los entrevistados comparten la misma opinión. O de las pseudoinvestigaciones académicas que, patrocinadas por quienes viven y siempre a favor de sus intereses, ablandan la realidad conflictiva, sea la de los procesos migratorios, de ciertas formas de discriminación o, entre más, de los comportamientos incívicos de determinados colectivos. O, por el contrario, tengo presente a quienes con una militancia y un activismo por otra parte respetables, pero poco adecuados con una ética informativa rigurosa, exageran los riesgos tanto de determinadas actividades humanas como de fenómenos naturales para conseguir adhesiones a su causa.

Una mentira piadosa es la que, supuestamente, se dice con buena intención para no hacer daño o evitarlo. Platón defendía lo que llamaba la "mentira noble" al servicio de los gobernados para asegurarse el control del ciudadano y la armonía social. Con el pequeño detalle, claro, que a lo suyo República la mentira sólo estaba permitida a los gobernantes, que ve qué cosas, debían ser los filósofos. En cambio, estaría totalmente prohibida en el resto de individuos. El concepto es ciertamente ambivalente. Carme Junyent decía que, en general, las mentiras piadosas le parecían realmente perversas, y que si no nos atrevíamos con la verdad lo mejor era callar. Porque es difícil discernir dónde comienza el carácter altruista y bienintencionado de la mentira piadosa, y en qué momento se transforma en voluntad de engaño y manipulación a favor de los propios intereses.

En cambio, sí me interesa señalar el hecho de que se recurra con tanta facilidad a las mentiras piadosas desde todo tipo de organizaciones, y que el periodismo se pliegue –ingenuamente o siendo cómplice– con tanta docilidad. Y dejo a un lado las mentiras malintencionadas, es decir, aquellas que pretenden disolver las virtudes sociales elementales, ya sea provocando división, odio o violencia, hundiendo injustamente la reputación de personas e instituciones, atacando a determinados colectivos sean o no vulnerables, o con la intención de debilitar una convivencia democrática. Pero, ¿qué hacemos con las mentiras pensadas y difundidas al servicio de la cohesión, de la solidaridad, de la buena convivencia, de los que se supone que son más débiles o de las instituciones democráticas? En este último caso, ¿deben ser toleradas y es necesario ayudar a difundirlas por el bien general de la vida social y política?

El principal problema a la hora de dar una respuesta a la cuestión es el de la dificultad de discernir tres cosas. Una, si sólo se considera que son mentiras piadosas las que favorecen el propio sesgo de confirmación, es decir, las que refuerzan nuestros propios prejuicios ideológicos, o si también es necesario tolerar las de los adversarios dándoles el mismo moral derecho a existir. En segundo lugar, la cuestión es si quien miente lo hace intencionadamente, o si es que cuando la mentira nos da la razón, bajamos toda precaución crítica por lo del sesgo de confirmación.

Pero, en tercer lugar, también es relevante saber si el resultado de una mentira piadosa realmente favorece la causa que defiende. Por ejemplo, si se propone enmascarar la conflictividad de un determinado colectivo –no importa si son inmigrantes extutelados o la que hay en las aulas de muchos institutos de secundaria–, el hecho de que esta disimulación contradiga la experiencia cotidiana, ¿esto desmentirá prejuicios negativos o todavía hará crecer más la desconocimiento? O bien, si se aprovecha un ciclo meteorológico adverso pero inmediato para tomar conciencia de un indiscutible cambio climático pero de perspectiva larga, ¿qué consecuencia tendrá en la credibilidad del segundo cuando el primero cambie?

Pere Quart, en el poema Letanías, ya nos ponía en guardia delante de todo tipo de mentiras. También de las "medias mentiras" y de las que son -supuestamente- técnicas y científicas: "cifras que se vuelven máquinas / y máquinas que mentan / como leyendas locas". Y, aún, por último, dejadme citar a Gramsci para recordar que, en definitiva, lo revolucionario es decir la verdad.

stats