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Siria

El futuro de Siria y la no supervivencia del islam político

Niños sirios dentro de un campamento de Ain Issa, Siria.
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Entre la enorme cantidad de complicaciones que hay en Oriente Próximo, Siria no es la menos importante. El gobierno del nuevo presidente islamista Ahmed al-Sharaa tiene un montón de retos delante y no queda claro si saldrá adelante. Su futuro depende de Israel, y concretamente del primer ministro, Benjamin Netanyahu, quien le ha declarado enemigo de sus intereses. Los medios de Israel indican que su ejército ha establecido al menos nueve bases militares en los altos del Golán, que hasta ahora era sirio, lo que es toda una declaración de intenciones. En cuanto al sector del Golán, ocupado por Israel en la guerra de 1967, fue anexionado unilateralmente a Israel, una decisión que no ha aprobado la comunidad internacional, aunque Donald Trump la aceptó durante su primer mandato.

Israel tiene ganas de expandirse aún más, no sólo en la Franja de Gaza y Cisjordania, sino también en Siria. La parte siria del monte Hermon (Jabal al-Sheij) es muy apetitosa y la administración Trump es favorable absolutamente a todas las aspiraciones de Netanyahu. Nacido en 1982, Al Sharaa ha pasado por una etapa yihadista que ideológicamente le ha llevado a la fase actual de islam político a la sombra del turco Erdogan. Las autoridades israelíes consideran que el islam político es más peligroso que el yihadismo, y es la misma situación en la que encuentran un montón de países árabes de la región.

Países como Egipto, Arabia Saudí o Emiratos Árabes Unidos, entre otros, ven un gran peligro en el islam político, una doctrina que aspira al poder y que cuenta con un apoyo popular considerable, a diferencia del yihadismo. El islam político es, por tanto, un enemigo al que conviene tener apartado y, a ser posible, neutralizado. Todos estos países árabes tienen los mismos intereses que Israel en lo que se refiere al islam político. Esta semana Israel ha condenado el hecho de que Al Sharaa haya puesto en libertad a activistas de Hamás y otros grupos palestinos que Bashar el Asad tenía vigilados en prisión, porque Al Asad también era rival del islam político.

En este contexto, ha trascendido que Al Sharaa y Erdogan preparan la creación de una gran base militar turca en Siria. Como es sabido, Erdogan ha sido el principal impulsor del islam político en la región, empezando por Egipto y terminando por Hamás o Qatar, una actitud que los regímenes suníes contemplan con preocupación, al igual que ocurre en Israel.

El futuro de Siria no puede ser más preocupante. Si se convocan elecciones, lo más probable es que las gane el islam político y, por tanto, el aislamiento del país estaría garantizado. De hecho, tanto si hay elecciones como si no, Israel no va a permitir el islam político en sus fronteras, como ya ocurrió en el caso de los Hermanos Musulmanes egipcios.

La continuación del islam político en Siria depende, en gran medida, de la continuidad de Erdogan, que no está garantizada a medio plazo. Es fácil pronosticar que los problemas del presidente turco van a crecer aún más en un futuro inmediato, y ya estamos viendo que sus rivales internos cuentan con el apoyo de países europeos aliados de Israel. Esto garantiza que, por este lado, también tendremos mayor inestabilidad en Oriente Próximo. En el caso de Siria puede conducir a una situación insostenible que acabe en un golpe de estado similar al de Egipto, es decir, un golpe de estado contrario al islam político y favorable a Israel.

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